#opinión: El manco de Lepanto. por: Alicia Álamo Bartolomé

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Del Guaire al Turbio
El Dr. Joaquín Rodríguez Alonso, Rector de la Universidad Monteávila, después de leer mi artículo del 3 de octubre en esta diario, Pentecostés en octubre, me hizo la siguiente observación: cuando hablé de la batalla naval ganada por la cristiandad en 1571, no me referí a un famoso personaje que tomó parte en ella y desde entonces quedó bautizado como El manco de Lepanto por la lesión que tuvo en una mano. Es cierto. Le expliqué al Rector que había querido ser breve en cuanto a la hazaña cristiana de ese 7 de octubre de 1571 para hacer énfasis en tener otra Pentecostés ese domingo. Así, no hablé de don Miguel de Cervantes y Saavedra, español gloria de la literatura universal por su obra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Llegó hoy la hora de complacer al Dr. Rodríguez Alonso. Quebrantados como El manco de Lepanto hemos quedado todos con los resultados electorales. Quebrantado quedó este Quijote contemporáneo y venezolano, Henrique Capriles Radonski. Lo dio todo en su sensacional campaña: esfuerzo físico, coraje, claridad de palabra, emoción, amor por su pueblo. No escatimó nada, se dio íntegro, pero la votación, según un dudoso de honestidad Consejo Nacional Electoral, le fue adversa. ¿Luchó Capriles contra los molinos de viento? ¿No le respondió un pueblo idiotizado por la labia vacía de un pretendido mesías de pacotilla? Me cuesta creerlo. En todo su recorrido heroico a lo largo y ancho del país, la gente se volcó en calles, estadios y plazas para escucharlo y aclamarlo. ¿Dónde están esos votos? Lo siento, pero tengo sobradas razones para dudar del árbitro de la justa. Si bien acepto que el ventajismo tramposo, más que en el escrutinio, fue en la campaña al emplear el oficialismo todos los recursos del Estado.
Cuesta creer que más de la mitad del pueblo votante del país esté constituido por retrasados mentales que después de soportar 14 años del gobierno más corrupto que haya tenido Venezuela, quiera seguir con éste para que en los próximos 6 años culmine la total destrucción del país. Un régimen militarista, decimonónico y nazista que acabó con la producción agrícola, pecuaria, industrial y propició el desempleo con la invasión y expropiación de todo aquello que funcionaba bien y producía riqueza. Un régimen comandado por un inepto irresponsable, tramposo y demoníaco que se ha dedicado a repartir nuestra renta petrolera en el extranjero, para hacer su imagen, mientras deja en el olvido las necesidades más básicas de su pueblo en educación y sanidad, por nombrar algunas. ¿Más del cincuenta por ciento del electorado se deja engatusar por este tipo?
Si fuera así, somos un pueblo estúpido y nos merecemos semejante engendro. Entonces, bienvenido sea, siga el individuo 6 años y más, si le da la vida y complete su obra. Venezuela ya no será la pequeña Venecia, sino algo menos todavía: una pobre nación hundida, ahogada, en sus propias heces. ¡Gloria al bravo pueblo!
Sin embargo, no olvidemos que Miguel de Cervantes Saavedra escribió su obra inmortal después de quedar manco. Sin máquina de escribir, sin computadora ni nada de los implementos actuales, concibió y dio a luz a Don Quijote que es el génesis de la novela moderna, traducida a todos los idiomas, leída por eruditos, estudiantes y pueblo llano.
Don Quijote cabalga siempre en el ser hispanoamericano. Todos los que pertenecemos a esta raza lo llevamos en el alma, como él, somos capaces de emprender quiméricas aventuras. Una, indispensable: no dejar nunca la lucha para recuperar la democracia activa y efectiva en nuestra patria. Don Quijote sólo quería la libertad y la justicia, desde su tumba nos reclama que luchemos por ellas. Tenemos armas: Unidad, equipo y fuerza electoral.
Capriles Radonski y todos los que quedamos mancos justo el día de los 441 años de la batalla de Lepanto, podemos hacer como Miguel de Cervantes: escribir con la mano que nos queda una epopeya de libertad y derechos humanos para Venezuela. Tenemos un líder incuestionable. Todo ese entusiasmo que aglutinó Henrique no podemos dejar que decaiga, por el contrario, hay que reforzarlo, hacerlo crecer y arraigarlo hasta el triunfo en la todavía fértil y generosa tierra venezolana. No hemos tocado fondo.

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