#opinion: Patria, exilio y revolución por: Andrés Cañizález

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El exilio ha sido un correlato de la revolución cubana. La tenaz oposición de Estados Unidos que desembocó en el intento de invasión de Bahía de Cochinos, justificó la implantación de un modelo socialista y el alineamiento posterior con Moscú. En medio de tan trascendentales transformaciones no hubo otro camino que estar dentro de la revolución o fuera de ella, como señalaría el propio Fidel Castro en sus palabras a los intelectuales. Eso, obviamente, se interpretó y se vivió de muchas maneras en la isla caribeña, en definitiva cambió muchas vidas.
Están por un lado las imágenes de los iniciales 60 de los que se fueron a Miami, para hacer de esa ciudad lo que es hoy, estigmatizados como gusanos, una suerte de traidores a la patria por no compartir el proyecto socialista. En aquella oleada entraron los que perdieron algo en Cuba, política o económicamente, con los cambios que encabezara Castro.
En tanto, según el discurso oficial cubano en los 80, teniendo como icono lo sucedido en el puerto de Mariel y los hechos de la embajada de Perú, terminó de irse la “escoria social”. En cada uno de esos momentos, y obviamente en los más recientes o menos noticiosos, se ha evidenciado que la permanencia en la patria cubana no es para todos, sino para aquellos que comulgan con la doctrina gubernamental, o se adaptan silenciosamente. Para los que piensan diferente, para los que no encuentran espacio en el modelo, la opción termina siendo el exilio o la huida a un fuero más íntimo, al aislamiento. La diáspora cubana postrevolucionaria es un fenómeno digno de estudios en términos culturales y psicosociales.
La dimensión literaria ha hecho diversas aproximaciones, especialmente de algunos autores que una vez fuera de la isla gozan de libertad para expresarse. Por tal razón resulta llamativo que un novelista como Leonardo Padura, desde su casa habanera, se aventure a construir una obra como “La historia de mi vida” (Tusquets Editores, Barcelona), la cual tiene como tema transversal la cuestión del exilio y la revolución. Suerte de dos libros en uno, Padura por un lado reconstruye la tormentosa vida del poeta nacional cubano José María Heredia, en el siglo XIX, pleno de ebullición independentista, para permitirnos ver que un legítimo intelectual está en contradicción con el poder en la defensa de las libertades, aún pagando el precio del exilio; paralelamente corre la historia de Fernando Terry, un profesor de literatura cubana que envuelto en la historia de un amigo homosexual que deseaba emigrar a fines de los 70, termina siendo él el expulsado de su patria.
Terry toma forzosamente el camino del exilio una vez que se ve asfixiado intelectualmente, se queda sin trabajo y hasta sus amigos que le dieron la espalda para no meterse en problemas con el gobierno. Hechos bastante comunes entonces.
Dos décadas después, en busca de un libro nunca publicado de Heredia, regresa finalmente a la isla. Poco a poco se van diluyendo sus rencores y aprehensiones, y va quedando claro que su caso fue un tremendo error, una equivocación de las autoridades, que por desidia y miedo no se rectificó; pero además regresa para comprobar que los antiguos delitos ya no son tales, que la revolución socialista si puede coexistir con los “maricones” y que los que se fueron ya no son los otrora gusanos, pues son bienvenidas las remesas que envían en dólares, precisamente la moneda del capitalismo enemigo.
Al toparse con el antiguo policía, aquel que le increpó años atrás sus debilidades ideológicas y su falta de compromiso con el credo socialista, Terry se encuentra a un pobre hombre al que otro también le jodió la vida y hoy vende verduras por cuenta propia y abraza la santería. Las verdades políticas cambiaron, y nada tiene el valor de antes. Para el profesor de literatura, como para el poeta nacional de Cuba –según reflejan sus cartas-, sólo permanecen intactos los sentimientos que te hacen sentir parte de una patria, más allá de los vaivenes políticos.
Twitter: @infocracia

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