General Guaicaipuro Lameda: La pedantería fue mi muro de defensa

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El general Guaicaipuro Lameda hace gala de su extraordinaria memoria, su buen humor y sus experimentados conocimientos en la administración pública, donde ocupó cargos de alta responsabilidad en los primeros años de la gestión de Hugo Chávez, cuando en el Desayuno-Foro de EL IMPULSO compartió con el director de este diario, arquitecto Juan Manuel Carmona; la jefa de Información, Violeta Villar Liste; la coordinadora de la página web, Maevy Cordero, Miguel Riera y el redactor de esta reseña.

Como los militares de antaño llegó con estricta puntualidad a la hora convenida y en un diálogo ameno reveló detalles personales, de su familia, de su carrera militar y, naturalmente, de su paso por la Oficina de Presupuesto Nacional y la presidencia de Pdvsa.

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Su padre quiso que fuera militar

Siente gran respeto y admiración por su padre, Ignacio Epiménide Lameda, quien quedó huérfano a muy temprana edad y al cuidado de unos tíos en Baragua.

Al resultar herido en una pierna a causa de un machetazo accidental de un obrero de sus parientes, fue traído a Barquisimeto y dejado abandonado; pero, en una visita que hiciera el gobernador al hospital lo vio leyendo Así hablaba Zarastruta, de Nietzsche, y quedó asombrado del interés del muchacho, de unos diez años, por la lectura y lo envió al Colegio La Salle.

Luego iría a la Escuela Militar, de Maracay, pero cuando se produjo un intento de golpe de Estado contra Juan Vicente Gómez, éste cerró esa institución y todos los estudiantes fueron echados a la calle, recibiendo apenas una ración de queso, papelón y cinco bolívares.

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El joven Ignacio se fue a Baragua, donde instaló una escuela y luego a Cabimas, atraído por la industria petrolera. Más tarde se vino a Barquisimeto, donde montó el periódico El Faro, el primero que utilizó color, y hubo de clausurarlo aconsejado por su esposa, ya que continuamente era detenido por las críticas que hacía contra el gobierno.

Posteriormente llegaría a ser funcionario del concejo de Iribarren y teminó trabajando en Fudeco.

Recuerda que cuando tenía trece años, frente a su casa, se estacionó un jeep, del cual descendieron dos militares fuertemente armados, quienes preguntaron si ahí vivía Guaicaipuro Lameda y él les respondió que sí residía en esa vivienda y salió corriendo hacia adentro, notificándole de la presencia de los efectivos a su padre.

Acudieron porque un hecho les pareció extraño: la solicitud del ingreso a la Academia Militar del joven de corta edad. El padre les explicó que había sido él (y no Guaicaipuro) quien había enviado la planilla. Fue así como dos años después, al completar el bachillerato, fue llamado para ser cadete.

Obligado a mantenerse tranquilo

“Nací en la policlínica Luisa Cáceres de Arismendi, que quedaba en la carrera 13, frente a la plaza San Juan, donde después funcionó una clínica del Seguro Social”, relata. Detrás estaba el matadero de San Juan.

Soy hijo de Ignacio Epéminede Lameda Acosta y Carmen Carolina Montero de Lameda. Vine al mundo el viernes 6 de agosto de 1954 a las 9 y 7 minutos de la noche, según consta en el libro de registro de la parroquia Catedral.

-Mi papá se casó con mi mamá cuando él tenía 42 años y ella 18. Había un gran margen de edad, pero ya mi padre había levantado dos familias distintas. Una de un tío que había muerto y en Baragua, dos hijos. Una hermana, que ya tiene 80 años, vive y el hermano, ya murió hace un par de años.

A mí me enseñó a leer mi mamá. Cuando tenía tres años me llevaron a una escuela donde la maestra era amiga de mi madre, pero me botaron a los tres días porque yo era muy inquieto y no aguantaba media hora sentado.

Al año siguiente, me volvió a llevar mi mamá y ella me contaba que se sentaba a mi lado y me decía: no se pare. Parece que aprendí a quedarme sentado y comencé el primer grado a los cuatro años y terminé el sexto a los 10. El primer año de bachillerato lo estudié en el Diocesano, frente a la plaza Lara.

Me gradué de bachiller a los 15 años en el liceo Mario Briceño Iragorry, donde era director Daniel Segura.

Yo hacía papagayos y los vendía, así como vendía las botellas vacías a la fábrica de lejía que había en Barquisimeto, y los periódicos viejos se los vendía a la Casa del Pollito, para que los pusieran bajo las aves. “Yo me rebuscaba”, comenta. “Siempre buscaba qué hacer, además de estudiar”.

Vivimos en varias partes hasta que finalmente nos mudamos a la urbanización Jacinto Lara, detrás de la casa cural de la iglesia, que es la parroquia El Salvador.

Demostrar que era bueno

Me gradué en la Academia Militar de Venezuela en 1974 y fui a trabajar al Fuerte Mara. Era comnandante de Batallón Luis Antonio Betancourt Infante, quien había sido jefe de evaluación y al llevarme me metió en tremendo problema.

Se le ocurrió, cuando me presenta ante los demás oficiales, decir: Yo les garantizo que este muchacho es mejor que ustedes.

De ahí en adelante todos los tenientes y los capitanes estaban en mi contra por lo que había dicho el comandante.
Hice lo que aprendí desde muy muchacho: si la adversidad es esta, veamos cómo le sacamos provecho. Y me dije que me correspondía demostrar que era bueno.

Al año siguiente fui a trabajar a Caracas en el Batallón de Ingenieros Francisco Avendaño, “donde pedí que me permitieran trabajar en mi especialidad de Ingeniería y acudí a Carora a trabajar en la construcción del Fuerte Manaure, en 1976”.

La familia

Ahí conocí a quien es mi esposa. Tenía yo 22 años. El fin de semana anterior al Día de la Madre, ella fue a visitar a su mamá. Había una fiesta en el Club Torres y ella quería ir, pero mi suegro (un medio hermano de su papá) que es un hombre muy duro le dijo: Usted no va si no la acompaña una persona que la represente. Vamos para el Fuerte Manaure, que allá está un sobrino mío, para que la acompañe.

Me la presentó, nos fuimos para la fiesta esa noche pero una semana después estábamos saliendo. De ahí para acá tenemos 37 años. Ella se llama Isabel Josefina Coromoto Lozada Aranguren de Lameda.

De esa unión hay tres descendientes: Isabel Carolina, quien estudió en la Universidad Simón Bolívar; Guaicaipuro Ignacio, chef y Yuruani Carolina.

Para mi esposa yo he sido un mar de problemas, porque cada vez que yo hablo, le da algo, dice. Pero yo digo las cosas que siento como las siento y asumo las consecuencias de lo que digo. Soy responsable de lo que digo y lo que reclamo.

iento que mi carrera fue exitosa. Creo que fui muy pedante. Si tuviera que cambiar algo en el ejercicio de la carrera, hoy no sería tan pedante como lo fui durante muchos años. “Al reflexionar, entendí que la pedantería era mi muro de defensa. Yo llegaba a muchos sitios y decía que somos competitivos porque no puede ser de otra manera: los militares nos preparamos para ir a la guerra y ganar”.

Ciudadano

Fui a trabajar a la Academia Militar en 1984-85. Coincidimos como capitanes y comandantes de compañía de cadetes Isaías Baduel, Hugo Chávez Frías, Luis Enrique Sucre Párraga, Gustavo Pérez Iza, Gilberto Meneses y Guaicapuro Lameda. Ahí trabajamos juntos. En esa época me gané un título junto con el capitán Baduel. El coronel Pedro Remigio Rangel Rojas nos bautizó “como los civiles más civiles que han pasado por las fuerzas armadas”. Civil es la negación de la existencia como militar: “Ustedes han perdido la vida dentro de la organización, porque son civiles”, le dijo. Me quedé sin palabras, pero Baduel le replicó: “Mi coronel, si con ese calificativo pretende ofenderme, logra todo lo contrario: me honra. Porque decía El Libertador que primero se es ciudadano que militar. Gracias por colocarme en la dimensión ciudadana. El coronel no supo qué decir porque era el tutor de la Sociedad Bolivariana”.

Sin arrepentimiento

Cuando asumí cargos en la administración pública hice lo que aprendí de muchacho: Uno tiene que conducirse en función de la transparencia, de la responsabilidad, de la honestidad y del respeto.

Si se mantienen esos principios, no importa el destino porque la guía es la conciencia, actuar de buena fe y de manera clara y si reclaman algo, uno puede asumir que se equivocó, declara el general Lameda al recordar la vez que lo llamó el entonces presidente Chávez para que fuera jefe de la Oficina de Presupuesto de la República y posteriormente cuando lo designó presidente de Pdvsa.

-¿Se arrepiente de los ofrecimientos de Chávez de haber trabajado con él?

-No me arrepiento. Le agradezco haberme llamado para que cumpliera funciones de Gobierno; me dio oportunidades de ocupar posiciones que me permitieron conocer el país e interactuar con gente cuando era el chavista mal visto por la oposición, pero atendía a todos los sectores con amplitud.

Twitter Foro

El invitado de esta semana al Desayuno Foro, Guaicaipuro Lameda contestó las preguntas que a través de nuestra cuenta twitter @elimpulsocom llegaron para él. Esto respondió:

@LiaMndz ¿Qué estrategias se deben tomar para recuperar la empresa luego de la mala gestión que vive actualmente?
R: Pdvsa está enferma, su salud no es buena, eso dicen los balances publicados en la página web oficial, ahí se dicen cosas importantes. Y qué hace uno con un enfermo grave, meterlo en terapia intensiva. Para ello se necesita un equipo multidisciplinario que saque a Pdvsa de donde está. Hay que hacer una serie de modificaciones tomando en cuenta el interés social.

@lugo125 ¿Cuál es su opinión sobre las fallas en Pdvsa? ¿La hipótesis del sabotaje puede ser una respuesta a las fallas?
R: Aquí es muy importante diferenciar la capacidad nominal de la efectiva, es decir cuando tienes una flota de autobuses tienes una capacidad para trasladar gente pero cuando debes hacer mantenimiento trabajas con la capacidad efectiva, eso pasa en Pdvsa. Ahí deben hacer planes de mantenimiento de forma organizada, de manera que cuando un sector se pare se tengan los insumos para el mantenimiento, mientras otros sectores siguen productivos, esto se ha perdido.

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