Vivir al límite

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El Gobierno nacional bloqueó cualquier vía de solución política y pacífica a la grave crisis institucional, social y económica que vive Venezuela.

Al cerrar todo camino de diálogo y entendimiento en la Asamblea Nacional y con ello clausurar las opciones democráticas para el funcionamiento legal de la Republica, no ha hecho otra cosa que adentrarse en la tormenta social de la angustia colectiva, asumiendo que en estos escenarios diabólicos de emociones al límite ellos como gobierno y en posesión de las armas podrán continuar cabalgando sobre la ineficiencia y las mentiras que les son propias y que han revestido con arengas ideológicas extraídas de una corriente de pensamiento extraña para ellos.

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De esta forma nos vemos todos inmersos en una ruta de incertidumbres dentro de la cual la mayor preocupación individual y familiar es la subsistencia, el conseguir a cualquier precio que aguante nuestro bolsillo los alimentos y las medicinas indispensables para no morir de mengua. Esta patética realidad que padecemos deja poco espacio para conectarse con las agendas políticas paralelas que llevan el gobierno y la oposición, con la ventaja para el primero que de manera genocida están repartiendo entre sus militantes el poco inventario de comida existente en el país, dejando en el abandono total a quienes los adversan electoralmente.

No obstante el desabastecimiento es de tal gravedad que en pocos días no habrá alimentos para nadie, conocida la información que no hay ni un dólar para importar los insumos básicos para la elaboración de concentrados para producir huevos, pollos, cerdos y leche pasteurizada. Actualmente todos los rubros son deficitarios en más de un 80%, según cálculos de los gremios del agro y con base a estas cifras no queda otro camino sino asumir que estamos en los inicios de una hambruna. Ya no es el temor, el anuncio escatológico, la advertencia aterradora, no, como bien lo dijo Chuo Torrealba llegamos al llegadero y no existe acuerdo político o institucional que pueda revertir esta pavorosa realidad de la cual somos lamentables protagonistas históricos.

El reto es cómo desenvolvernos en mitad de esta tormenta donde el instinto primario de supervivencia atomiza los esfuerzos de la inteligencia. ¿Qué hacer? Para responder esta pregunta lo primero es acudir a la solidaridad, no dejar a nadie con un planteamiento en solitario, si es procedente apoyarlo, si no lo es corregirlo y encauzarlo por la vía correcta. Aquí no se trata de un torneo de estrategias, simplemente es tomarnos de la mano, resistir los embates de la tormenta y empujar todos juntos en la misma dirección.
Estamos viviendo al límite, todos estamos en peligro y la única manera de salvarnos es practicando los mandatos básicos de la espiritualidad, convirtiendo estas instrucciones éticas en planes de acción efectivos. Bello ejemplo de esta solidaridad ante la dispersión diabólica promovida por el oficialismo fue observar a empresarios y trabajadores marchar de la mano el primero de mayo. Ahora toca defender con este mismo espíritu unitario a empresas como la Polar, y no porque sea más importante que el resto de empresas, simplemente porque contra ella se han enfilado todos los ataques del gobierno nacional y por ello esta empresa es una línea defensiva que debe ser mantenida sin cruzar.

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Vivimos al límite, con lo único que contamos es con nosotros mismos, dame tu mano, toma mi mano. Dios con nosotros.
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