LOS VALLES DE QUIBOR…UNA ESPERANZA

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Los Valles de Quibor esconden bajo su apariencia desértica secretos milenarios que sucesivas generaciones de manos trabajadoras muestran con orgullo a los investigadores del ayer y del presente.

Ocultas bajo el sol están las huellas de Gayones, Axaguas, Caquetíos, Camagos y Buires, grupos indígenas que alguna vez poblaron el tiempo de las cosechas, regadas por las aguas abundantes que bajaban por las montañas.

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También oculta dentro del paisaje monótono está la arcilla con la cual el arte y la necesidad construyeron todo un mundo de objetos utilitarios y artísticos.

En aproximadamente veinte mil hectáreas de Valle irregular se concentran esfuerzos de diferente naturaleza, que producen distintas riquezas, encontradas en un idéntico amor a la tierra. Allí está la artesanía, arte milenario que en Quibor se hace identificación ancestral, y allí está también la agricultura que informa con sus horizontes de verde que los sueños se hicieron sudor y manos fuertes para ganarle la pelea al eterno verano.

Quibor es tierra seca pero fecunda, limitada por la carencia de agua pero potenciada por el esfuerzo de una gente indoblegable, con músculos de perseverancia, corazón de paciencia y el alma pura de los pioneros.

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Según el doctor Tarquino Barreto, referencia obligada e insoslayable que atraviesa todo intento de escribir sobre Quibor, esta ciudad fue fundada en el año de 1620, casi seguramente el tres de Mayo y
se funda con la intención de la siembra y la cosecha y no con el propósito de la expedición o la conquista, de allí que podamos encontrar una continuidad de objetivos en todos los hispanos y canarios que por casi quinientos años ha hecho de estas tierras un lugar para quedarse.

Podríamos decir, completando una hipérbole de centurias, que en Quibor se materializa, dentro de un oasis de tiempo y geografía, la Leyenda Dorada sobre la presencia ibérica en estas latitudes tropicales.

Los Valles de Quibor son tierra seca y por ello su gente ha tenido que luchar por el agua. La pelea contra la sequía los ha hecho gigantes del trabajo y patriarcas de la esperanza.

A doscientos metros de profundidad está el agua, a doscientos metros se perfora para hacerla brotar. La evaporación es muy alta y también muy alta es la meta de los agricultores para reforestar sus tierras y así detener el avance del desierto.

En los Valles de Quibor existe una formidable conjunción de dos poderes genésicos, la tierra que se hace arte o cosecha, y las manos movidas por el arte o la agricultura. De este encuentro perfecto entre las manos trabajadoras y la tierra fecunda nace la artesanía y nacen los alimentos, bienes universales sobre los cuales el hombre ha escalado las actuales cimas civilizatorias.

En estos momentos cuando la escasez de muchos alimentos impacta dramáticamente sobre el pueblo venezolano, los Valles de Quibor se han convertido en una esperanza cierta. Un ejemplo, una sola empresa emblema de productividad, presenta números impresionantes. Es la primera en producción de leche, carne de cerdo, huevos y pollos a nivel nacional. Y lo que potencia este ejemplo como esperanza es que lo hace con tecnología y gerencia propia, con personal formado en nuestras universidades y lo más importante, con alma y corazón venezolano.

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