FOTOS: Tradiciones de fin de año estarán ausentes, serán ajenas

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Faltan pocas horas para despedir el año 2016, ha comenzado la cuenta regresiva, las reminiscencias del pasado comienzan a florecer y los deseos -siempre positivos en vísperas de un año que está por comenzar- salen a la luz para revivir la esperanza, el amor y el optimismo que caracteriza a los venezolanos. Las estaciones de radio, la atmósfera y la pasividad que circunda en las calles pregonan que en poco tiempo… en pocas horas… en cada lugar donde el tic-tac marque las 12 de la noche retumbará el cañonazo, las familias se reunirán y se abrazarán, y la gaita más emblemática de todos los tiempos (“qué te pasa viejo año qué te pasa…”) hará lo propio en los hogares venezolanos para engalanar la fiesta.

No obstante, si se inicia una revisión crítica y objetiva  de la realidad venezolana en estos momentos, si se estimula un acercamiento con el venezolano común, con el de a pie, con el que sueña y quiere una Venezuela bonita ¿se encontraría apego y fidelidad a las tradiciones de fin de año, a las costumbres, a la jocosidad y la algarabía propia del que nace en esta tierra tricolor? Pues no, tristemente no. “Las tradiciones de Año Nuevo han mermado, atraviesan un flagelo y solo la nostalgia, la añoranza y el deseo de que vuelvan girará en torno a ellas”. Así lo expresaron los transeúntes, vendedores y larenses que  recorrían los principales centros urbanísticos de la ciudad el día de ayer.

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Algunos, decepcionados, desesperanzados y afligidos aseguraron que la mejor opción para este 31 de diciembre era dormir, “dormir para no pensar, dormir para olvidar, dormir para no sentirnos entre tantas carencias… dormir y nada más”. Otros, al cambio, quizá con un poco más de optimismo en  sus palabras, dijeron que la noche tiene que ser de júbilo, que nada podrá arruinarla y que al mal tiempo buena cara. Que habrá limitaciones “-¡sí, claro, por supuesto!-” pero que debe sacarse el tiempo, las ganas y el entusiasmo para reencontrarse con la familia, agradecer lo poco o lo mucho que se tenga  y pedir, pedir con fe, para que Venezuela vuelva a sus mejores momentos.

“Quizá tengamos que pedir nuestros deseos con mandarinas, deshojarlas en vez de comer uvas, picar lechosa o comprar una migajita de fresas para pasar el rato, pero qué más vamos a hacer, es lo único que hay, es lo más barato, es lo que se consigue” así comentó Gilberto Vásquez, frutero de la calle 25 entre carreras 20 y 21, al asegurar que “la cosa está distinta”, que “las uvas ya son un lujo”, y que “la gente ya no compra por gusto sino por necesidad”.

Una realidad que ineludiblemente pondrá en juego la capacidad de ingenio que tienen todos los venezolanos, les obligará a reinventarse, y hará de su cena “la más tradicional e innovadora de todos los tiempos”, así lo aseguró Damasia Travieso al comentar que la Navidad, pese a los tiempos difíciles, hay que disfrutarla, vivirla y sentirla con lo que se pueda, con lo que haya y con lo que se tenga. No podemos –agregó– perder lo que somos, nuestra esencia, nuestra identidad, porque los tiempos estén difíciles (…) nosotros por ejemplo solíamos hacer chicha para el fin de año pero en este momento no pudimos; ya sabes, por el problema del azúcar, pero hicimos el esfuerzo y tendremos nuestra cenita, nuestra ensalada, nuestras hallacas, e incluso nuestras uvas porque un amigo nos la vendió, caras, en 2.500 el kilo, pero hicimos el esfuerzo, qué más (…) así estamos, saliendo adelante contra viento y marea.

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¡Y es que claro! ha de ser contra viento y marea, contra toda inflación y contra todo pronóstico para no sucumbir en la desesperanza, para no desfallecer ante un kilo de uvas importadas que cuesta Bs 20.000, ante la ausencia de lentejas, ante los vinos exorbitantemente caros, ante la ropa íntima (¡aquella de color amarillo para atraer la abundancia!) que hoy yace perenne, inadmisible, impersonal en los anaqueles desatendidos.

¡Sí! desatendidos, porque “este año no es nada comparable con el 2015. El año pasado, para estas fechas, las ventas eran alocadas, abruptas, ya prácticamente no había mercancía y mira ahora, seguimos full (…) ya la gente ni pregunta por las prendas amarillas, no se preocupan ni se ocupan de eso, compran lo que pueden, lo que hay, lo que necesitan”, así lo narró Minfre Marquina, trabajadora de una tienda de lencería ubicada en el centro, y quien ve a diario que “la gente ya no es la de antes, que las tradiciones no son las mismas y que las ventas van en descenso año tras año”.

Por esta razón –y con el fin de que el año 2017 no arribe con nostalgia en el corazón– la tarea que le queda a los venezolanos en este ahora es reinventarse, encontrarse con la cosas simples, valorar las bendiciones que se tengan (aunque sean pocas), y reflexionar, con agudeza y sinceridad, para socavar las penurias y reconstruirse en la idea de un mejor porvenir. Pensar que todo puede cambiar para mejor, que se puede renacer de las cenizas y comenzar de nuevo,  pero que es necesario cambiar el interior, el alma y el sentir personal. Así, de esta manera, Venezuela podría retomar el camino a la modernidad, la vanguardia, el progreso.

 

Testimonios

María González: Plan: dormir

¡Ay, hijo! ¿Qué fiestas? Eso era antes, ahorita no. Yo por lo menos me acostaré temprano, a las 9 p.m. como un día normal. Ya nada es lo mismo, esta crisis nos está matando y por eso no tenemos nada que celebrar (…) para el Año Nuevo yo solo espero que esto mejore, que se componga, que volvamos a ser el país que éramos antes porque, si te soy sincera, hasta la fecha, ni siquiera una hallaquita me he podido comer; este año no tuvimos ni tendremos cena, no hubo Niño Jesús, no hubo nada, entonces qué vamos a celebrar. Todos los 31 de diciembre nosotros nos reuníamos, hacíamos un intercambio de regalos, cenita, celebración, pero con todo caro, con esta incertidumbre, con la inseguridad, con todo lo que está pasando, no nos queda más que acostarnos a dormir… dormir para olvidar, dormir para no pensar.

 

Francisco Rodríguez: Sin Bachaqueo

Las navidades y el fin de año son para pasar con la familia, sobre todo en estos tiempos tan difíciles en los que necesitamos unión (…) Mi plan y el de mi familia es quedarnos tranquilitos en la casa, celebrando con lo que podamos, con lo que haya (…) por ahí tenemos pensado hacer un sancochito, unas hallaquitas y bueno, ahí veremos qué0 se puede hacer porque todo está muy caro (…) ese problema del bachaqueo nos tiene muy mal, las cosas no se consiguen y cuando aparecen las venden a sobreprecio, y eso no está bien porque uno compra por necesidad, pero se aprovechan (…) lo de las hallacas nos salió carísimo, quién sabe lo del sancocho (…) mi deseo para el 2017 es que tomen medidas contra el bachaqueo para que ese problema se nos quite y poder celebrar con gusto, poder pasar las navidades como la pasan los venezolanos.

 

Carmen Álvarez: Añoranza

¡Dormir! Ese es el plan para el 31. Antes una organizaba fiesta, reunión con la familia, cena y todas esas cosas ¿pero ahora? Ahora no se puede. Los tiempos cambian y a nosotros nos cambiaron para peor. Esta situación nos ha quitado todo, la alegría de la navidad, las tradiciones, la fiesta, la parranda… yo te digo hijo, el 31 será rezar y dormir, eso es lo que podemos hacer con todo tan difícil, tan caro, tan complicado (…) yo recuerdo que cuando tenía 30 o 40 años –ahora tengo 74– la cosa era distinta, se pasaba bueno; no como ahora que la gente anda a la deriva, viendo a ver qué hace o qué puede hacer.

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