Especial: La Tierra en la órbita del desafío

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Nelson Mandela -activista, filántropo y político sudafricano- decía que el arma más poderosa para cambiar el mundo era la educación, palabras de ayer que hoy cobran más fuerza. Este 26 de enero se celebró el Día de la Educación Ambiental, fecha que tiene como finalidad estudiar los problemas ambientales en todas las escalas para concienciar a las personas sobre la necesidad de atender las dificultades que aquejan al planeta y lograr cambios positivos a favor de nuestra única casa: la Tierra.

Dos días después, el 28 de enero, se escogió como la fecha indicada para conmemorar el Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2 (dióxido de carbono) o también llamado Día Mundial de la Acción frente al Calentamiento Terrestre, en el que -aparte de crear conciencia sobre el trato que le damos al medioambiente- se busca desarrollar políticas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Parte de esas soluciones están relacionadas con el apoyo hacia el desarrollo de fuentes de energía renovables, cambio a combustibles más limpios, adelantos en la eficacia de los procesos de combustión y la transformación de las tendencias de consumo.

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Estas fechas tan cercanas en días e inherentes en causas, por circunstancias han llegado a ser un motivo para levantar la voz a favor de la madre naturaleza. No se trata de frivolidades o teorías de conspiración (jamás lo ha sido), hoy tenemos una realidad que podemos palpar cuando el clima no parece ser el mismo de antes, los desastres naturales son cada vez más frecuentes (obviando a los terremotos, que tienen una relación directa con las placas tectónicas) y la contaminación ha causado estragos en ecosistemas que antes tenían la función de hacer frente a nuestra sociedad industrializada.

No basta solamente con sembrar un árbol o evitar que se bote un papelito en la calle (esos hábitos deberían ser normales como ciudadanos conscientes), sino que hay más por hacer. Comenzar con pequeñas acciones es un gran paso para salvar el planeta, sin embargo, no debemos estar apegados a la idea de que no podemos ser parte de la lucha por el ambiente y sí es menester preocuparnos en difundir todo lo relacionado a él.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) existen “siete millones de muertes cada año debidas a la contaminación atmosférica”. El hecho de que nuestra vida esté de por medio debe encender las alarmas de todos los gobiernos del mundo, de manera que se creen programas que eduquen a las personas sobre las acciones que se puedan realizar para contribuir con el bienestar ambiental.

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En el informe de la OMS se precisa: “Los factores de riesgo ambientales, como la contaminación del aire, el agua y el suelo, la exposición a los productos químicos, el cambio climático y la radiación ultravioleta, contribuyen a más de 100 enfermedades o traumatismos”, de modo que la complejidad del problema merece una atención mayor por parte de comités internacionales (multidisciplinarios) para buscar soluciones certeras en todas las áreas del ambiente.

No obstante, es egoísta pensar solo en el mal que hace la contaminación contra los seres humanos, pues los animales y demás seres vivos (hasta organismos unicelulares que no podemos percibir a simple vista) son parte del planeta y merecen estar en un hábitat propicio.

Uno de los problemas que más preocupa es el desconocimiento parcial o total sobre temas relacionados con el medioambiente. Hablar de cambio climático, capa de ozono o calentamiento global no debe verse como extraño o lejano a nosotros, pues estamos inmersos en todos los efectos que tengan estos desafíos ambientales.

La educación como solución

Alejandro Álvarez Iragorry, educador ambientalista, señala que la base fundamental de la educación ambiental radica en el contacto entre el humano y la naturaleza, de modo que dicha interacción debe estar basada en la responsabilidad de los habitantes de este planeta con su entorno, pues asegura que una sociedad no puede desarrollarse si su ambiente está deteriorado.

El educador ambientalista comentó que este término nació en el siglo pasado y llegó a profundizarse en el país gracias a un hito importante como fue la creación del Ministerio de Ambiente en 1977, hoy día llamado Ministerio de Ecosocialismo y Aguas. Desde allí, se articularon materias en el plan de estudios de la educación primaria y media (como también en las universidades) con el propósito de concienciar sobre este tema. Además, nacieron organizaciones sin fines de lucro que hasta ahora han monitoreado las acciones de todos los gobiernos en pro de garantizar un ambiente sano y seguro para sus habitantes.

La Dirección General de Educación Ambiental y Participación Comunitaria, sujeta al extinto Ministerio de Ambiente, fue “el organismo rector de las políticas de educación ambiental del país”, tal y como reseña en su blog (forotuqueque.blogspot.com).

Sin embargo, a consideración del entrevistado, el nuevo ministerio parece estar en camisas de once varas, puesto que la educación ambiental no obedece a un criterio “socialista” como para llamarse de esa forma (así como descartó que exista la “salud socialista” o un “ambiente socialista”). El educador aclara que visto desde un “enfoque estratégico” el término puede encajar, no obstante, más allá de una incongruencia semántica, la verdadera razón reside en las pocas acciones de este departamento.

Luz Mariana Díaz, doctora en Ciencias Ambientales, reiteró que la educación ambiental es un tema de reciente data, la cual tuvo origen en Reino Unido a finales de los años 60 y principios de los 70. La Conferencia de Estocolmo, la Carta de Belgrado, la Cumbre de Tbilisibi, el Congreso de Moscú, la Declaración de Talloires, entre otros encuentros internacionales, articularon un concepto que incentiva a fomentar el conocimiento ambiental.

Factura ambiental venezolana

La situación ambiental del país, según explicó Álvarez Iragorry, no es muy alentadora, pues la destrucción del medioambiente observado en los últimos años ha preocupado a diferentes organismos como las ONG, a las que felicitó por su gestión en una época cuando laboran con menos presupuesto cada vez.

Aunque admite que el tema ambiental es subestimado por muchas personas, el deterioro progresivo del medioambiente influye negativamente en el desarrollo de un país e incluso atenta contra los derechos humanos, que estipulan el derecho al agua y a la sanidad, por mencionar algunos tópicos.

Un aspecto en el que hizo énfasis el educador ambiental fue en la crisis de agua suscitada el año pasado en Venezuela, la cual catalogó como “la peor de la historia” para un país que está entre las diez naciones con mayores de reservas de agua.

La doctora en educación ambiental y directora de la Comisión de Ambiente de la Ucla, Carebia Hidalgo, enfatizó que el desconocimiento de la población sobre términos esenciales para comprender todo el problema ambiental responde a una educación que se preocupa poco por tocar este tema y, además, se suma la falta de enseñanza de contenido ecológico dentro de las empresas e instituciones. También subrayó que la fuente de ambiente se ve con menos frecuencia en los medios de comunicación “por la inexperiencia en el abordaje” y el valor que se le da.

A su vez, Díaz abogó por fortalecer los valores, el sentido de pertenencia y la formación de ecociudadanos (término que evoca a la formación de una sociedad democrática proambientalista que practique el ejercicio ético ambiental) para que sea más fácil lograr cambios en el panorama actual.

Justicia ambiental

Para el profesor de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (Ucla) y consultor ambiental, Hildebrando Arangú, “la educación ambiental debe ser asumida desde su concepto más amplio”, pues va más allá de la diversidad biológica, pues considera que se tiene una visión muy reducida sobre este tema (que también involucra la paz, la convivencia, la sustentabilidad, los valores, los hábitos de consumo, entre otros), tal como está establecido en el artículo 3 de la Ley Orgánica del Ambiente en nuestro país.

Arangú considera que las leyes ambientales en Venezuela “son muy completas”, sin embargo, existe un desconocimiento colectivo de esas normas que amparan nuestro ambiente, un término que -como señala el profesor de la Ucla- debe concebirse con una visión biocéntrica y no antropocéntrica, es decir, asumir que somos parte del ambiente y dejar de pensar que “es todo lo que nos rodea”, como tradicionalmente nos enseñan en la educación primaria y secundaria.

El consultor ambiental asegura que si no ponemos en práctica todo aquello que aprendemos sobre este tema, es difícil que la educación ambiental tenga éxito dentro de nuestra sociedad.

El activismo social y la denuncia desempeñan papeles muy distintos dentro de las acciones que se emprenden por el medioambiente, pues la ley citada anteriormente incluye un concepto llamado “participación ciudadana”, la cual garantiza que las personas (de manera individual o como parte de una sociedad organizada) pueden denunciar -de forma judicial, penal o administrativa- cualquier hecho que violente el ambiente (como la contaminación acústica, del suelo o del agua, por ejemplo), no obstante, la comunidad no sabe a qué instancia acudir para ejercer su derecho a la denuncia porque “hay un vacío en todos los niveles del gobierno y la ciudadanía”.

Esfuerzo internacional

En cuanto al acuerdo de París, de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), Álvarez Iragorry lo señaló como “un paso significativo, pero no exitoso”, pues no se lograron los acuerdos alcanzados sobre todo en la reducción de gases de efecto invernadero, al igual que el famoso Protocolo de Kioto, el cual persiste desde hace más de una década y acaba su vigencia en el 2020. Una de las preocupaciones para el educador es el nuevo gabinete de los Estados Unidos de América, presidido por Donald Trump, que “ha retrocedido” con los compromisos que tiene esa nación en estos temas, puesto que tanto ese país americano como China son piezas claves para el cese progresivo de gases de efecto invernadero.

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