Confieso que lloré

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Sumidos en el oleaje de emociones huracanadas donde la rabia y la indignación se mezclan con la piedad y la ternura todos estamos en la calle, de las muchas maneras que la edad o las limitaciones físicas nos lo permiten. Los chamos en primera fila, los viejitos en las aceras, las madres en sus hogares aferradas al rezo, los intelectuales con sus análisis ,los artistas con su talento plasmado en música, en teatro, en cine o poesía. Todos en la calle como protagonistas de la batalla desigual e inclemente o en la sala situacional del desespero y en guardia de relevo para las grandes marchas.

Pero de tanta calle el remolino de las sensaciones nos ha barnizado la emotividad y como soldados en combate ni la muerte, la sangre, el sufrimiento o el miedo logran horadar el escudo moral que nos protege de la huida frente al reto de reconquistar el país para la vida. Por ello navegamos sobre las aguas de este desastre histórico con la tragedia metida en un morral de recuerdos prematuros con la idea de abrirlos en el amanecer de la libertad reconquistada. Vivimos una cotidianidad dentro de la cual los muertos, los heridos, los presos, los torturados, son un parte de guerra doloroso en el haber de la esperanza.

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Escuchamos canciones, leemos poemas y vemos videos de gran contenido espiritual y elevada manufactura estética como si fueran toques de corneta para el avance temerario sobre fuerzas represivas armadas de fusiles y de un odio que solamente se tiene contra enemigos sin derecho a la vida. Para no amilanarnos y ser víctimas de la angustia y la deserción, levantamos banderas de confraternidad y asumimos que esta confrontación no es entre hermanos sino contra contingentes militares que perdieron su esencia nacionalista al estar asesorados y conducidos por agentes de otro país que desean consumar la invasión definitiva, luego de dos décadas de estudiarnos como apetecible presa de sus ambiciones colonialistas.

Dentro de esta vorágine de sentimientos encontrados, al ver un video donde unos muchachos dan consejos de cómo enfrentar a los represores, un video para el combate y no para la reflexión teórica o moral, un video que aspira a ser manual de lucha en la calle, confieso que lloré .Unos jóvenes, todos menores de 20 años, le informan a los adultos como deben comportarse en las marchas, indican que ellos irán adelante para protegernos y que el resto de personas puedan escapar a salvo en caso de ataques con disparos. Unos chamos que debieran estar pegados a sus sueños universitarios, pendientes de un concierto o una obra cultural, de ir al cine o tener un fin de semana con sus novias, tomando sus primeras lecciones de manejo, nos dicen que ellos nos protegerán y que enfrentaran las balas con sus escudos de latón o cartón piedra. Lloré, confieso que lloré y asocié su seráfica entrega para enfrentar los fusiles con el gesto de un niñito que rompe su alcancía para ofrecer sus ahorros a los padres que deben pagar la hipoteca de su casa.

Chamos, benditos chamos. Herederos auténticos de los soldados de Bolivar. Dios los bendiga. Venezuela es de ustedes, están luchando no solamente contra una milicia opresiva y oprobiosa, están luchando contra intereses geopolíticos de dominación extranjera, están luchando por un país donde los sueños están dentro de un baúl con candado y ustedes quieren abrirlo con el valor de Prometeo y con el mismo riesgo de ser devorados por los buitres. Confieso que lloré por ustedes pero sequé mis lágrimas con el orgullo de que ustedes son mis compatriotas. Que La Sangre de Cristo y el Manto de la Virgen los protejan.

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