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El honor de los héroes

“Los ideales son como las estrellas; no lograrás tocarlas con las manos; pero, como al navegante, en la inmensidad del océano, te sirven de guía, y siguiéndolos, llegas a tu destino.
Carlos Schurz.
Pedro N. Pereira H.
En la Prisión – Los Estudiantes de 1928 –Pág. 15.
De Pío Tamayo cito la carta escrita a su madre, en el Castillo Libertador (Tal vez en el mismo calabozo donde estuvo mi padre).
Apretujo mis lágrimas y hago este sentido homenaje en agradecimiento a esa muchachada que integra alos nuevos libertadores de Venezuela que en gesta histórica vencerán las sombras que se ciernen sobre el país porque desde la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado llevan a la Universidad Central de Venezuela “La Voz del Pensamiento”, para utilizar su Campus como bastión de libertad en el rescate de la democracia. Gracias a los estudiantes de mi Alma Mater, la Universidad de Carabobo, por el apoyo y por unirse físicamente a esta hazaña; por llevar en vuestra sangre los genes de los emancipadores que han sufrido el oprobio de la guerra, de las tiranías, y de montoneros esclavistas como lo fue Ezequiel Zamora quien, presuntamente, utilizó, y vendió como esclavos, a niños y jóvenes adolescentes.
Pido a Dios que proteja, acompañe y bendiga a mis muchachos; quienes con el pecho desnudo, henchido de principios y valores, defienden el futuro de “todos” los venezolanos, amparados en la Constitución Nacional, las leyes y reglamentos de la República. ¡Sacalapatalajá!… ¡Sacala y bajalá!
Castillo Libertador: 21 de octubre de 1934.
Señora Sofía de Tamayo Pérez.
Mi muy querida mamá:
Piense, antes de leer ésta, que el hijo que se la escribe la quiere mucho, mucho, mucho, muchísimo, y que ha puesto aquí toda su ternura apasionada y todo su filial amor.
¡Siempre había de escribirle desde el presidio la carta del adiós!…
Hace cinco años, en su nombre que tiene la ternura de la vida, dije mi testamento. Estuve amenazado por la muerte. Hoy estoy agarrado por las tenazas de sus manos. Y antes de morir le hago mis letras postrimeras, a los veinte días de hemorragias frecuentes con las manos sin fuerza porque las sangre les falta ya a mis venas. Muero asesinado por los verdugos que asesinan también a Venezuela. Me matan con crueldad calculadora. Quieren que mi muerte, como la del otro, parezca natural. Hace seis meses, durante la convalecencia de una gravedad, me separaron de mis compañeros y me incomunicaron, encerrándome en este calabozo donde falta el aire hasta para respirar. La recaída fue inmediata, me negaron la asistencia del médico, a pesar de que el doctor Joaquín Quintero ofreció venir a encerrarse conmigo; me suspendieron la pasada de encomiendas y me negaron el derecho de pedir el aumento de recurso. Hubiera perecido ya, sin la ayuda generosa de los generales Mibelli y Gabaldón, incomunicados en calabozos vecinos al mío, y quienes han logrado suplirme de medicinas de emergencia. Además me ha ayudado a estar solo el teniente Barrios, el 7 de abril, y el sargento Guerrero de Ciudad Bolívar, dos a quienes el despotismo quiere que perezcan, y quienes han sido encerrados aquí con barras sesentonas. Ellos me ayudan a medicarme y me atienden algunas necesidades.
Sin embargo he luchado con firme voluntad de vivir, y al ver que se acerca el final inevitable, me he revestido de serenidad y procurado prolongar la lucha porque he tenido la ilusión de salir para darle a usted el último abrazo(…) Continuará.

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