Crisis pone en riesgo al parque central de Caracas #5Abr

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El Parque Nacional El Ávila, que durante décadas fue el ícono y pulmón natural de Caracas, se ha transformado en un gran baño público adonde cientos de personas acuden a diario a tomar una ducha, lavar la ropa y recoger agua para enfrentar la falta del servicio provocada por los continuos apagones.

Al borde de algunas de las sinuosas quebradas que bordean las faldas de las montañas que integran el parque -de unas 81.800 hectáreas- se ha hecho común cruzarse con envases plásticos, restos de comida, papeles, cartones y prendas de vestir.

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La incursión de cientos de habitantes agobiados por la escasez de agua provocada por el apagón nacional del 7 de marzo y los cortes intermitentes registrados desde entonces ha encendido la alarma entre los ambientalistas, que temen que la transformación de El Ávila en un baño público genere daños irreversibles.

A esto se suman los voraces incendios ocurridos en las últimas semanas en algunas montañas que han elevado los riesgos ambientales del lugar, bajo protección especial de las autoridades desde que fue declarado parque nacional hace seis décadas.

En los bosques de El Ávila, identificado oficialmente con el nombre indígena «Waraira Repano» que significa «Sierra Grande», habitan decenas de especies de aves y numerosos animales como zarigüeyas, murciélagos, ardillas, pumas, cunaguaros, zorros, puercoespines y venados.

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Sumergido hasta los muslos entre las cristalinas aguas de la quebrada Chacaíto, Jonathan López, un vendedor de 36 años, trataba de retirarse el jabón del cuerpo y la cabeza con el agua que recogía con sus manos mientras temblaba de frío. «Hay que aguantar para refrescarse», confesó.

López relató que hace dos semanas comenzó a acudir al amanecer a El Ávila para surtirse de agua y bañarse luego de que en la barriada pobre 23 de Enero, donde habita desde hace cuatro décadas, se suspendió el servicio de agua.

«Nunca me pasó por la cabeza que tendría que llegar a esto, a tener que bañarme en El Ávila, pero la necesidad no te deja de otra», dijo el humilde vendedor al recordar que antes de la crisis solía visitar el parque para trotar y respirar aire puro.

Muy cerca de López estaba un delgado hombre de tez morena, vestido con un jean y una sudadera azul clara, quien tras llenar algunos envases plásticos con agua se puso a un lado de la quebrada y a escondidas se bajó el cierre del pantalón para orinar.

En las últimas semanas se ha hecho común ver en diferentes puntos de El Ávila a centenares de personas que llegan con toallas para bañarse, cargando envases plásticos para llenarlos con agua y bolsas con ropa para lavar.

A mitad de la tarde Eglis Escalante, conductora de un transporte escolar de 35 años, llegó al parque con su hija adolescente arrastrando una cesta plástica repleta de ropa sucia y varios recipientes de jabón y cloro para lavar las prendas de su familia en la quebrada Chacaíto.

«Nunca me habría imaginado hacer esto aquí. Esto es gracias al gobierno que nos gastamos», afirmó Escalante mientras remojaba en un envase repleto de agua con detergente y cloro una camiseta y luego la restregaba con ayuda de un cepillo sobre una roca. Luego de casi un mes sin agua debió comenzar a concurrir a El Ávila para lavar la ropa y bañarse porque «nos cansamos de hacer largas colas para conseguir agua».

El Ávila se encuentra en una situación de «alta vulnerabilidad», afirmó José Manuel Silva, director de la organización no gubernamental Venezuela Verde que se dedica a la protección del medioambiente.

«Es un impacto grande el que está teniendo El Ávila», agregó a The Associated Press al reconocer que es muy poco lo que se puede hacer porque debido la crisis económica los entes estatales redujeron de manera dramática el número de guarda parques y bomberos forestales y no hay forma de detener la gran afluencia de personas urgidas por la falta de agua.

Durante un recorrido por El Ávila un funcionario del estatal Instituto Nacional de Parques, que conversó con AP bajo condición de anonimato porque no tenía permiso para declarar, admitió que las autoridades son conscientes del riesgo para el medioambiente. Pero precisó que su labor en este momento se centra en garantizarles a las personas acceso al agua y que «no haya alboroto».

Mientras observaba algunos restos de ropa enredados entre las ramas de un arbusto, López admitió su inquietud por la suerte que podría correr El Ávila ante los numerosos desechos que se amontonan y el uso de jabones y cloro en los ríos del lugar. «Uno no valora las cosas hasta que las pierde», se lamentó.

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