#OPINIÓN Del Guaire al Turbio: Quedito #4Sep

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Cuando pasé largos meses en París, iba caminando por una acera y sentía venir por la misma un grupo de venezolanos, inmediatamente me pasaba para la otra. Sabía quienes eran por el escándalo que traían y me cambiaba de acera por vergüenza patria. A los franceses les molesta mucho que hablen en voz alta, mucho más por la noche cuando ya descansan y un grupo alborotado pasa por la calle. Nada me extrañaba cuando un venezolano, que había llegado a Orly por la mañana, me decía por la tarde el número de malacrianzas que le habían hecho ya. Lo sabía porque seguramente había pedido cualquier favor o servicio con cara seria, actitud desafiante y voz destemplada. Qué cosa, en tantos meses, nunca nadie me contestó impaciente a pesar de mi mal francés. ¡Ah, pero es que yo recibí un consejo de una gran cantante lírica inolvidable! Apenas llegada allí, temerosa por lo que me habían contado de los irritables franceses, nuestra Fedora Alemán me dijo: Alicia, sonríe siempre, hasta para comprar una estampilla, a los franceses no les gusta la cara seria. Claro, pensé en ese momento, ella es una mujer bellísima y su sonrisa vale un Potosí, pero la mía… Sin embargo, seguí el consejo. Ni entonces, ni en otros viajes a Francia, ningún francés se impacientó conmigo. Hay que comprender, París es la capital de los sueños del mundo. Todos tienen la meta de conocer la Torre Eiffel. ¿Se pueden imaginar los millones y millones de turistas que tienen que soportar los pobres empleados del metro, de restoranes, tiendas, los vendedores en kioscos callejeros, etc.? ¿Y encima le vamos a pedir un servicio con cara amarrada y expresión perentoria? La sonrisa desarma y la voz queda también.

Pero no sólo los venezolanos somos alborotados en el extranjero. Bueno. ya no tanto después del Viernes Negro y 20 años de ignominia gubernamental que ha hecho de nosotros, por un lado, emigrantes obligados y, por otro, inmigrantes indeseables. Hay otros escandalosos, dentro y fuera de su país, tales, italianos y españoles. Italianos reunidos, donde sea, parece que se van a matar en una discusión; no, simplemente conversan. Españoles, bueno, para muestra basta un botón. Estaba en una ciudad española, me parece recordar que Salamanca, esperando el comienzo de un espectáculo nocturno veraniego. En la fila frente a mí estaba sentada una señora de edad madura y se quiso incorporar cuando llegó otra a saludarla, pero está le espetó, acompañada la brusquedad con el gesto: ¡Usted se queda ahí, usted se queda ahí! La amiga compatriota que me acompañaba me dijo por lo bajo: Fíjate y lo que le está haciendo es una cortesía.

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Pero no sólo se es escandaloso de voz, se puede ser incluso siendo mudo. Los medios de comunicación actuales hablan por nosotros. Nos han dado un ámbito global y podemos decir lo que nos da la gana amparados en la invisibilidad tras la pantalla. No sé si diríamos lo mismo cara a cara. Tal vez no, porque en muchos casos estaríamos expuestos a recibir una bofetada y con razón. Por supuesto, los más afectados por este escándalo mediático son los famosos. Aunque ya sepa todo el planeta que fulano o fulana metió la pata hoy, o hace 50 años, en su vida privada, sea o no sea verdad, hay que apresurarse a pasar el dato a los contactos, como gran novedad cuando ya es noticia añeja. Parece que se nos pasmara el dedo si no lo hacemos resbalar sobre la pantallita o apretar el botón. Las redes, que son una bendición para la humanidad porque nos acercan a las personas amadas ahora en la dispersión, se convierten así en un reino de la maledicencia.

No. Las personas célebres por sus profesiones políticas, científicas. artísticas, deportivas o cualquier otra actividad pública, pueden y deben ser, no sólo aplaudidas cuando lo hacen bien, sino criticadas, investigadas y denunciadas cuando lo hacen mal, pero respetando su vida privada, que no viene al caso; en este campo todo comentario es chismografía.

Aunque la oración litúrgica en comunidad es grata Dios, no es menos grata y efectiva la callada, de tú a tú, Dios habla en el silencio. Vamos a pedirle por Venezuela agonizante tú, yo y el otro, así…, quedito.

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Alicia Álamo Bartolomé

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