#OPINIÓN Cronicario: Pablo Acosta Ortiz: una vida breve pero fecunda dedicada a la medicina #28Ene

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Al doctor Ricardo Tovar R.

Próximo a cumplir cincuenta años, muy joven murió de una bronconeumonía en el invierno de París el 13 de febrero de 1914, el médico barquisimetano Pablo Acosta Ortiz, nacido de la unión del abogado Pablo Acosta y doña Benigna Ortiz el 21 de marzo de 1864 en una casa ubicada frente a la plaza que hoy lleva su nombre, en la carrera 19 con calle 20 de esta localidad.

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Allí transcurrió su infancia y estudió bachillerato hasta mudarse a Caracas muy joven para iniciar estudios de medicina en la Universidad Central y obtener de 21 años el título de Doctor en Medicina y Cirugía el 27 de octubre 1885. Recién graduado se fue al ejercicio profesional en Mérida hasta 1887, cuando se marchó a París donde fue aventajado discípulo del célebre cirujano galo Le Dentu, de quien aprende los secretos de la aplicación del bisturí.

El 27 de noviembre de 1892 obtuvo con honores el título de Médico Cirujano en la Universidad de París con la tesis “El tratamiento quirúrgico de los aneurismas del tronco braquiocefálico y del cayado de la aorta”, de grandes elogios por los exigentes profesores y aún vigente en varios países como bibliografía referencial.

De regreso a la capital de Venezuela, en 1892 ejerce en el hospital Vargas donde después llegó a la dirección y profesor en la cátedra de anatomía descriptiva en su Alma Mater durante dos años hasta fundar la cátedra de Clínica Quirúrgica, en 1895 donde aplicó y compartió con los futuros cirujanos los últimos conocimientos adquiridos en Francia.

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Según reciente crónica de Eumenes Fuguet, “su preparación y habilidad como cirujano en el hospital Vargas de Caracas desde 1890 hasta 1900, cuando se realizaban pocas intervenciones quirúrgicas en el país, lo perfila junto a Luís Razetti, entre los mejores cirujanos de la época”.

Artista del bisturí

“Maneja el bisturí como un gran artista”, expresaban sus alumnos según Fuguet y lo señala “reconocido galeno barquisimetano, de los primeros en realizar los actos quirúrgicos en Venezuela”, aunque sin contar las cirugías menores y las privadas, en su Anuario Biográfico del Estado Lara 1999, Willinger Silva Falcón da cuenta de 2034 intervenciones quirúrgicas en el haber de Acosta Ortiz.

En simultáneo, entre 1893 y 1895 es redactor de la sección Cirugía de la Gaceta Médica de Caracas, donde difundió los últimos adelantos en la especialidad, lo cual llevó al rector de la Universidad Central de Venezuela, Plácido Rodríguez calificarlo “el más eminente de nuestros cirujanos modernos”. Fue el primer médico en Venezuela en practicar operaciones en el cerebro y el sistema arterial.

Acosta Ortiz participó en 1893 en la fundación de la Sociedad de Médicos y Cirujanos de Caracas y al año siguiente la preside. Designado jefe de servicios de cirugía del hospital Vargas, junto al destacado médico Santos Dominici, es de los fundadores el 1º de abril de 1895 del Instituto Pasteur de Caracas, primer instituto de investigación científica con docencia, investigación y producción de vacunas para la comunidad, donde se produjeron las inmunizaciones contra la difteria, la rabia y la viruela.

Fue miembro fundador del Colegio de Médicos de Venezuela y en 1904 de la Ilustre Academia Nacional de Medicina, correspondiéndole el Sillón XXII. Presidió la Comisión de Higiene Pública Nacional y se le atribuyen los programas de asepsia y antisepsia en la seguridad de la anestesia. En 1808 fue vicerrector de la UCV y decano de la Facultad de Ciencias Médicas. En 1911 publicó “Lecciones de clínica quirúrgica”, prólogo de su profesor francés, el eminente cirujano Le Dentu.

Poco se conoce de su labor parlamentaria, pero según el anuario de Silva Falcón, Acosta Ortiz fue diputado y senador al Congreso, representante de Venezuela en las Conferencias Internacionales de Costa Rica y Chile, el Congreso Internacional de México y miembro del Comité Internacional Sanitario de Washington. Hombre polémico, según el anuario mencionado, defendía sus ideas con sólido estilo literario en revistas científicas y periódicos de la época, donde publicó numerosos artículos sobre temas científicos y literarios con base en su experiencia.

La plaza Acosta Ortiz

Varios bustos eternizan su memoria, en el Hospital Vargas de Caracas, en el Salón de la Fama del International College of Surgeons (cirujanos) de Chicago y una plaza en Barquisimeto frente a la casa donde nació conocida como Altagracia, donde en el tormentoso siglo XIX hubo varias ejecuciones y fusilamientos previos a la guerra federal o de los cinco años.

Lamentable el abandono de la plaza, aposento de la indigencia local y su busto pintarrajeado por ociosos grafitteros e ignorantes rayadores de espacios públicos y paredes.

Sus valiosos servicios médicos y docentes fueron reconocidos con la Medalla de Instrucción Pública y Las Palmas de la Academia de la República Francesa, entre muchos otros. Varios institutos llevan su nombre, en Caracas un liceo, el principal hospital de San Fernando de Apure, el decanato de Ciencias de la Salud de la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado de Barquisimeto y un comedor escolar.

V Feria de la Salud

También honra su memoria la Clínica Acosta Ortiz, una de las más prestigiosas de la capital larense, fundada el 3 de agosto de 1942 y próxima a cumplir 78 años que el pasado sábado 25 de enero llevó a cabo la V Feria de la Salud, jornada de atención médica a los más necesitados a través de consultas gratuitas en diferentes especialidades que contaron con el apoyo del hoy campeón de la pelota nacional Cardenales de Lara.

Ante el llamado de atención por orden de llegada, cientos de ciudadanos llegaron desde la madrugada al centro de salud, en la carrera 19 entre calles 30 y 31 y sobrepasaron los cálculos de los organizadores, pues en un país con el sistema de salud destrozado y en crisis, falto de medicinas y atención médica necesaria, este tipo de jornadas ofrecen una esperanza a miles de personas.

Sugerencias

Por la excesiva publicidad, las inmediaciones de la reconocida clínica estuvieron plenas de gente y se registraron enormes colas, con lo cual muchas personas que se quedaron frustradas sin atención tras tantas horas de espera inútil a pleno sol.

Al coordinador general de la feria, Jesús Alberto Ramírez, va la sugerencia de este cronista, testigo de lo sufrido por quienes tras madrugar regresaron a sus casas sin atención: que en primer lugar se haga un censo de los médicos a participar por especialidad y cuántos pacientes puede atender cada uno, para establecer con antelación el número de consultas a ofrecer.

Con este inventario anunciar al público la cantidad de citas posibles y quienes aspiren recibir atención retirar el día anterior un ticket en la recepción de la clínica. Según la numeración los pacientes acudirán a determinada hora y no todos a la vez, con lo cual se evitan aglomeraciones innecesarias y facilitan la tarea de médicos, personal administrativo, voluntarios y autoridades.

Se reconoce la valiosa y oportuna consulta médica y humana, muy profesional, a quienes tuvieron la suerte de recibir atención, porque tanto los galenos como el personal de la clínica, los estudiantes de Medicina y Enfermería de la Ucla y los voluntarios de unas veinte fundaciones y de otras organizaciones sin fines de lucro, entrelazadas a través de las redes sociales, trabajaron con entusiasmo, respeto y cariño para cumplir el eslogan del evento humanitario “Un regalo de amor y servicio para todos los larenses”.

Juan José Peralta

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