#OPINIÓN Abelardo Aldazoro #2Feb

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Dedicado a los integrantes del Frente Amplio de Torres que hoy luchan con valentía y dignidad contra la dictadura.

“Yo vengo a Carora sin odios, mi lucha es para hacerle justicia al campesino sin tierra, a los pobres, a las madres sin esposo ni gobierno, yo vengo nuevamente a Carora para trabajar por la justicia que esperan los de abajo y hacer justicia no es cobrar venganza contra nadie». Con estas palabras y esta conducta asumió Abelardo Aldazoro la Jefatura Civil de Carora en l945  bajo el mandato de la Junta que a nivel nacional encabezo Rómulo Betancourt. El recuerdo lo trajo penosamente a su memoria en una entrevista para siempre inconclusa que intentamos hacerle en su lecho de enfermo pocos meses antes de morir. Evocación que hizo de su retorno triunfal a Carora como jefe político. Abelardo Aldazoro había salido tiempo atrás de la ciudad encadenado y esposado junto a otros jóvenes adecos que reclamaban para los campesinos tierras  para la labranza.

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Abelardo Aldazoro fue hecho prisionero junto a varios de sus compañeros, antes de trasladarlo a cárcel de Las Tres Torres en Barquisimeto fue paseado con cadenas y esposas por las calles de la ciudad. Meses después  – nos confesó – fue visitado en Las Tres Torres por José Alejandro Riera quien personalmente le presentó disculpas e intentó librarlo de la cárcel sin conseguirlo.

Abelardo Aldazoro regresó a Carora y con la dignidad y altivez de un triunfador recorrió en silencio y con la frente en alto las mismas calles por donde lo pasearon encadenado, posteriormente le devolvió el gesto de nobleza a José Alejandro Riera cuando este cometió una infracción montado sobre una mula, al animal lo detuvo por tres días mientras que al jinete solamente le  quedó como sanción   el andar sin cabalgadura durante el tiempo de la pena.

Como Jefe Civil de Carora Abelardo Aldazoro recorrió una y otra vez los distintos caseríos y a cada sitio llevaba la esperanza y el logro de una política pensada para los pobres. Fue amigo personal de Rómulo Betancourt y lo acompañó varias veces a lo largo y ancho de todo el Estado Lara. Relataba con humor que  la primera vez que habló en público fue en El Tocuyo a pedimento de Betancourt quien andaba un poco ronco y por ello de verbo corto, luego con frecuencia intervino desde la tribuna al lado del fundador de AD.

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Abelardo Aldazoro toda su vida fue adeco, su figura patriarcal podía distinguirse en los diferentes actos públicos de su partido en Barquisimeto, dirigentes de toda las edades se acercaban hasta su mesa donde con bastón y sonrisa protectora saludaba desde su mítica dignidad. Toda la vida fue adeco y jamás se aprovechó, nunca  un cargo ni un contrato, siempre se mantuvo en la actividad privada y su trayectoria se caracterizó por la rectitud, la honestidad y la solidaridad con las más nobles causas. Con una hoja de vida impoluta Abelardo Aldazoro murió sin un homenaje a la altura de sus servicios ciudadanos.

Pero no fue Don Abelardo una flor en el desierto, fue uno de los muchos adecos de reciedumbre democrática que con determinación, dignidad y desprendimiento forjaron una ruta de encuentro entre la política y el mundo de la calle, el mundo de los campesinos desposeídos, el mundo de los obreros sin acceso a la equidad social. Como no recordar a Isaías Ávila, un caroreño de pluma para batallar dentro del periodismo, un caballero de la música, un adalid en la defensa de los pobres con la gallardía del hombre de a pie que jamás ambiciono ni el traje caro ni el automóvil lujoso. Allí están también Fulvio Díaz, Lulio Chávez, Telmo Mendoza, Pablo Guerra, Rafelito Montes, José Ramón Hernández, Teodoro Meléndez Penzo, adecos de la vieja guardia cuyo nombre puede evocar cualquier demócrata sin tener que ensombrecer su recuerdo con las dudas. Junto a ellos también esta Pedro Domingo Oropeza quien atravesó generaciones sin que jamás nadie hubiese podido apuntar sobre él un dedo acusador. También hubo adecos caroreños en el alto mando nacional, Ambrosio Oropeza y Eddy Morales Crespo, asoman de inmediato a la memoria sin que por ello se haga olvido  de otros notables que participaron en la construcción de la Venezuela Democrática, hoy en peligro por la improvisación nacida del chauvinismo rampante que nos azota sin piedad.

La Grandeza de Carora no está únicamente en el empuje, la creatividad y la inteligencia de quienes sobre la tierra seca levantaron una gran riqueza, la grandeza caroreña está también en hombres sencillos y honorables que orientados por el servicio a los más pobres lograron convertirse en referencias morales que aún perduran y mantienen su vigencia. En esta hora de olvidos y culpas circulares es oportuno abrir la memoria hacia el pasado reciente y rescatar los valores cívicos sobre los cuales se ha levantado el modo tolerante y pacifico de hacer política en la sociedad venezolana. Porque así como había adecos buenos, también había copeyanos, comunistas y políticos de otros partidos, buenos, generosos, patriotas y sobre todo honestos.

Jorge Euclides Ramírez

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