#COLUMNA El rincón de los miércoles #3Jun

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Las amenazas ambientales y algunos cataclismos de gran intensidad tienen que ver con el poco interés de la humanidad en mejorar su calidad de vida. La mayoría de nuestras ciudades – estamos hablando concretamente de Venezuela – muestran hoy un grave deterioro con saldo que conduce irremediablemente al crecimiento de enfermedades. Esos procesos de degradación contribuyen de una manera determinante en la multiplicación de virus altamente peligrosos difíciles de contener. Lamentablemente somos todos responsables directos de una problemática que avanza en el tiempo. Los gobiernos en su mayoría han fracasado ruidosamente en lo que atañe a sus deberes como administradores de una sociedad cada vez más permisibles a los ataques de los depredadores. Son pocas las sanciones que se aplican a los culpables y privilegian sus intereses políticos sobre un tema que debía interesar al conjunto de los ciudadanos. Hace poco tiempo se les ordenó a los alcaldes venezolanos atender prioritariamente los problemas citadinos para mejorar las condiciones de vida de sus respectivas comunidades, pero como suele suceder los alcaldes venezolanos se olvidaron del asunto y prefirieron mirar hacia otro lado y darle más importancia a casos de poca monta.

II

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BARQUISIMETO, al igual que otras capitales venezolanas, es una muestra donde se requiera con urgencia de una gobernanza colaborativa global liderada por una administración municipal más preocupada por los problemas comunitarios como la limpieza de los espacios públicos – plazas y parques- hoy abandonados a su suerte y convertidos irresponsablemente en botaderos de basura y guaridas delincuenciales. Afortunadamente todavía existen personas con una gran vocación de servicio como Alberto Coronel, a quien sorprendimos hace algunos días limpiando la plaza Wonsidler en solitario, armado solamente con una pequeña herramienta. Ojala que su ejemplo sea copiado por otros ciudadanos, a falta de la omnipotente administración municipal.

III

En la ciudad crepuscular, a la que una vez calificaron como la capital del Desarrollo, hay mucha tela que cortar sobre su mantenimiento. Su desarrollo se paralizó por la deserción de empresas que en su oportunidad generaron buenos y permanentes fuentes de trabajo y por el aumento desbocado de migraciones del campo a la ciudad. Que sepamos, por el Aseo Urbano han pasado varios operadores, y así como llegaron, así mismo abandonaron por razones nunca bien aclaradas, lo cierto es que dejan mucho que  desear cuando se evalúa el trabajo encomendado. Las calles se copan de desperdicios sólidos y excrementos de animales y humanos, convirtiendo la urbe en un gran depósito de desperdicios. Barquisimeto – para no creerlo- no tiene aceras. En un 90 ciento están dañadas y representan un peligroso riesgo para  los viandantes. La ciudad, hay que decirlo, es un asco, como es fácil de comprobar en un recorrido por calles, avenidas y barrios donde es notoria la escasa acción municipal, como lo ordenó hace poco Nicolás Maduro a los alcaldes en uno de sus habituales apariciones por la televisión.

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Luis Rodríguez Moreno

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