Transparencia Venezuela presentó informe «Crimen organización y corrupción: Un problema de Estado»

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El control del país lo tienen en sus manos nueve bloques delictivos, quienes actúan bajo el amparo de la impunidad, la opacidad y la corrupción, según se desprende del informe “Crimen Orgaizado y Corrupción en Venezuela: un problema de Estado”, publicado por Transparencia Venezuela.

Exponen que la investigación, iniciada en 2019 por un grupo de expertos en historia, criminalística, seguridad ciudadana y políticas públicas, sobre la situación del crimen organizado y la corrupción en las fronteras venezolanas se consolidó como una visión de carácter nacional, que pone en evidencia cómo estos fenómenos evolucionaron y se han convertido en un problema de Estado. Además de colocar en situación de riesgo a la población, se determinó que constituyen también una amenaza para la comunidad internacional por las ramificaciones e influencias que han alcanzado más allá de nuestros límites territoriales. El informe Crimen Organizado y Corrupción en Venezuela: Un problema de Estado, publicado por Transparencia Venezuela, muestra en detalle los orígenes, naturaleza, negocios, estructuras y objetivos de cada una de estas redes criminales que conviven en el país. Contiene seis (6 estudios):

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 1- Taxonomía del Crimen: Los 9 bloques delictivos que controlan Venezuela

 2-Corrupción y crimen en las regiones: Estados sin ley

 3-Poder militar, crimen y corrupción

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 4- Impacto diferencial de la corrupción y la delincuencia organizada en las mujeres en Venezuela

 5- Crimen, organismos de seguridad y Derechos Humanos

 6- VI Una propuesta para superar el crimen organizado en Venezuela

 La investigación encontró su justificación ante el insoslayable obstáculo que representa para el desarrollo social y de la actividad económica de la nación las actividades de  la delincuencia organizada. Además, el posible apoyo de funcionarios, incluyendo policías y militares, fortalece la presencia e impunidad de esos grupos y, por otro lado, genera una profunda desconfianza de los ciudadanos hacia sus instituciones.

Pese a las limitaciones impuestas por la opacidad o falta de transparencia que imperan hoy en la gestión pública en Venezuela, para adelantar cualquier investigación que demande datos y cifras oficiales, la información recabada durante más de seis meses permitió establecer un diagnóstico, por demás preocupante, de esta realidad. Sin embargo, a partir del hallazgo de estas expresiones delictivas, el equipo de especialistas ha formulado ocho lineamientos indispensables que permitirán diseñar políticas públicas concretas para combatir con efectividad a cada uno de los bloques criminales, de forma diferenciada, hasta controlarlos y minimizar sus actividades.

 Un monstruo de mil cabezas

 Consideran los investigadores que el principal hallazgo del informe, es la detección de los nueve bloques delictivos de los que forman parte, al menos, 15 agrupaciones paramilitares o parapoliciales, de origen extranjero y nacional, que dominan territorio, ejercen control social y se dedican a distintas actividades de delincuencia organizada. A ellas se suman diversas bandas, megabandas criminales y los llamados “colectivos”. De igual modo, se constató que el territorio venezolano es utilizado como uno de los principales puentes del narcotráfico internacional, tanto por vía aérea como marítima. Muchas de las acciones de estos grupos están lideradas desde las cárceles, que están bajo el control de pandillas internas que desplazaron al Estado.

 En paralelo, se ha instaurado un sistema de impunidad que convalida y propicia el incremento de los hechos delictivos y la violencia que se registran en el país. Junto a la falta de instituciones públicas sólidas para combatir el crimen y la corrupción, y el desmantelamiento de algunas de ellas, se han creado incentivos económicos y oportunidades de “negocios” que han potenciado que grupos irregulares operen en el país. Entre esos incentivos están los subsidios a bienes y servicios esenciales como el combustible y los alimentos.

 En el primero de los seis capítulos que contiene el informe se detallan las características, estructura, actividades y territorios en el que se mueven los nueve grupos delictivos que controlan a Venezuela: las megabandas criminales; los seudosindicatos de la construcción, petroleros y mineros; los “colectivos” armados y violentos; los “pranes” y sus organizaciones carcelarias; las Fuerzas Bolivarianas de Liberación o “Boliches”; el Holding de la corrupción; traficantes de droga; y grupos paramilitares originarios de Colombia como las FARC, ELN y las bandas criminales conocidas como “Bacrim”.

 Luego, la investigación presenta un análisis de lo que ocurre en algunos estados de Venezuela en relación con el accionar del crimen organizado y la corrupción. Entre las entidades objeto de estudio están Aragua, Delta Amacuro, Falcón, Nueva Esparta y Sucre. Además, se ha actualizado parte de la información obtenida en 2019, que continúa vigente, de los estados Apure, Barinas, Bolívar, Táchira y Zulia.

 El Estado Cuartel                         

 Destacan que un aspecto importante que aborda el informe es el relacionado con la injerencia del sector militar en la administración pública, así como el rol que desempeñan en el crimen y la corrupción. Los expertos concluyeron que la consolidación como poder constituido del proyecto ideológico denominado “chavismo”, acarreó la progresiva edificación del sistema político conocido como Estado Cuartel, que en el informe se describe en su versión “bananera-tropical”. Este modelo tiene como principales características la violencia institucionalizada, la colonización de la administración pública por parte de los castrenses y la incorporación de integrantes de la FANB en la cúpula económica del país.

Uso excesivo de la represión

 Mediante la imposición en la colectividad de una visión asociada con la apología de guerra (bando aliado versus bando enemigo), se comenzó a implementar el uso desmedido, implacable, sistemático y abiertamente ilegal de la represión para conculcar las libertades políticas y civiles de la población, lo cual se tradujo en la reiterada violación de los derechos humanos y ciudadanos de los venezolanos.  En este tinglado de violencia ejercida desde el poder en contra de la ciudadanía, juegan un papel preponderante tanto la criminalización de las protestas como el uso del sistema judicial con fines políticos punitivos. En consecuencia, entre 2014 y 2019, más de 800 civiles fueron procesados judicialmente por tribunales militares, mientras que solo durante las masivas protestas populares escenificadas en los primeros seis meses de 2017, 757 civiles fueron presentados ante tribunales militares, imputándoles delitos castrenses como los de rebelión, traición a la patria y ataque al centinela.

 Esta situación no ha pasado desapercibida para la comunidad internacional. Así lo reveló el informe presentado por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michel Bachelet, tras su visita al país en junio de 2019. Asimismo, se espera que ese organismo multilateral se pronuncie sobre el informe escrito preparado por la comisión de la oficina de la funcionaria, que permaneció en el país para estudiar a fondo las denuncias, el cual será presentado en el 44° período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos próximo a efectuarse.

Impacto en mujeres y migrantes

 Otro hallazgo de Crimen Organizado y Corrupción en Venezuela: Un problema de Estado, es el impacto diferenciado del crimen y la corrupción por género, debido a que las mujeres dependen, en mayor medida que los hombres, de los bienes y servicios públicos. En Venezuela, 39 % de las jefaturas de hogar está a cargo de féminas, según datos del Instituto Nacional de Estadística (Censo 2011). Esto indica que 4 de cada 10 hogares son monoparentales, ya que, en general, en los hogares venezolanos encabezados por mujeres, ellas suelen estar solas y, además de aportar el ingreso más importante al hogar, deben hacerse cargo del cuidado de las personas dependientes (hijos, ancianos, enfermos o personas con discapacidad).

En su rol de sujetos pasivos, las venezolanas suelen ser víctimas de sextorsión, que ocurre en el intercambio de sexo por alimentos o por otro beneficio del que dependa la subsistencia de sus hijos o familiares. De igual modo, mujeres, niñas, y adolescentes son más vulnerables ante el creciente delito de trata de personas, la violencia y la explotación que alcanzan dimensiones dantescas en contextos como el de la minería ilegal y el de las migraciones. Pero, el informe también analiza el papel femenino en las redes criminales, cuya participación se enfoca de forma preponderante en los delitos de tráfico y venta de drogas. De hecho, un estudio señala que, para 2010, 90 % de las mujeres recluidas en el principal centro penitenciario femenino del país, el Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF), lo estaban por delitos relacionados con las drogas.

 Mención aparte merece el tema de la migración venezolana, la segunda más grande del mundo con más de 5,1 millones de desplazados, fenómeno que se ha convertido en terreno fértil para que algunas de estas bandas o bloques delictivos incrementen sus actividades que, como se observa en el informe, tiene un impacto más complejo en la población femenina.

 Alternativas de solución

 A todas luces, existe una grave crisis en Venezuela como resultado de la corrupción y  de las actividades del crimen organizado. En los últimos años el problema se ha agravado y se ha convertido en una amenaza a la seguridad y estabilidad de todos. Frente a este peligro, el estudio propone soluciones que se enmarcan, principalmente, en reducir a su mínima expresión el crimen organizado y la corrupción, aplicando para ello herramientas formales e informales que garanticen el Estado de Derecho, el fin de la impunidad y el cumplimiento de los derechos humanos. Para ello, se proponen ocho lineamientos:

1) La ruptura entre lo político, el funcionariado público y lo criminal. 2) Poner fin a la impunidad mediante una profunda reforma legal e institucional de organizaciones del Estado que deberían dedicarse a combatir el crimen organizado. 3)  Eliminación de los incentivos económicos y oportunidades de negocios para el crimen organizado que hoy en día caracterizan la gestión pública. 4) Logro de la “salud institucional”, evitando el solapamiento, la duplicidad de funciones y la coordinación entre los diferentes órganos vinculados con la lucha contra el crimen organizado y la corrupción. 5) Compromiso de la sociedad civil como disparador de estos cambios. 6) Mitigación del desplazamiento forzoso a otros países y atención de los migrantes. 7) Abordaje de los riesgos de género a través de iniciativas específicas, y 8)  Descolonización militar de la administración pública. Estas acciones, concluyen los investigadores, pasan por un cambio de modelo en la actual gestión pública del país.

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