#OPINIÓN Del Guaire al Turbio: Diego Armando Maradona #9Dic

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El deporte, para bien y para mal, se ha vuelto una cuestión mercantil. Para bien, porque al convertirse en un negocio de los empresarios deportivos y sus asociados a través de las concesiones de difusión los juegos por los medios de comunicación audiovisual, han hecho del deporte, sobre todo del fútbol, un espectáculo universal. Es algo muy bueno si todos en el mundo entero y en especial los niños, podemos contemplar los grandes campeonatos por TV desde nuestros hogares, tranquilamente sentados, sin gastar un centavo, ni hacer colas buscando entradas, por lo regular a precios inalcanzables para la mayoría de espectadores mundiales. Es más, el mismo juego, sólo variando la calidad y tamaño de las pantallas, lo gozan tanto los ricos en sus mansiones como los pobres en sus ranchos. Es una saludable democratización del espectáculo deportivo. Además, vemos a nuestros atletas favoritos, no sólo en acción, mostrando sus técnicas y arte, sus gestos característicos, sino también en primeros planos, hablando, luciendo ropas, zapatos y otros atuendo de tal o cual marca, lo cual es ingreso adicional por publicidad a sus ya altos salarios. Otro aspecto del mercantilismo. A las organizaciones deportivas internacionales y afiliados nacionales, todo ese despliegue se traduce en espléndidos dividendos. Y aquí viene parte de lo malo.

Las personas a la cabeza de estos organismos, cuyas gestiones han hecho un gran servicio al deporte, poniéndolo en un primer plano planetario, en algunos casos, sucumbieron a la tentación del lucro personal. Han cobrado jugosas comisiones, entre otras negociaciones, por dar a tal o cual canal o redes de canales de TV, la exclusividad de las transmisiones. Un caso típico es el brasileño Havelange, prestigioso ex presidente la FIFA. Hizo una gran labor para globalizar el fútbol, años después, las investigaciones administrativas sacaron a la luz los trapos sucios en el ejercicio de su cargo. Resultado de la ambición. Las consecuencias no se detuvieron allí, porque cuando se pone el primer pie en la rampa del descenso moral, se sigue resbalando. Lo sacó a la luz un periodista hace muchos años: Havelange y Berlusconi, el ex primer ministro italiano, son responsables, en parte, de la degradación del insigne futbolista argentino Diego Armando Maradona. Se propusieron acabar con él y lo lograron.

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Para bien y para mal. Un niño prodigio, con piernas de acero y velocidad de rayo, se destaca por allá, por los barrios más pobres de Buenos Aires; en este caso, pero puede ser lo mismo en un arrabal urbano o campesino de cualquier país del mundo, con preferencia si es subdesarrollado. Lo ven los buscadores de talentos, lo siguen, hablan con los padres paupérrimos, ofrecen un contrato cuyo monto jamás ha visto reunido esa pobre gente y se llevan al muchacho en busca de fortuna y glorias deportivas. Apenas tenía 16 años Maradona cuando el Barcelona lo descubrió y lo trasladó al Viejo Continente. Al hacer una adquisición, los dirigentes de equipos inician la publicidad, es decir, empiezan a “vender“ el producto. De repente, un mocoso pobre e ignorante, que no ha visto más allá de su pie pateando un balón, se ve entre fogonazos de cámaras fotográficas y en las pantallas de TV. Llega a otro mundo y en lugar de estar preparado con las herramientas intelectuales y psíquicas para irlo descubriendo, se ve de súbito arrastrado a enfrentarlo. Si su desempeño en la cancha desde el principio es electrizante, como en el caso de Diego Armando -¿quién olvida sus goles?- vienen a golpe y porrazo fama, dinero, halagos, proposiciones tentadoras…, ¿a quién no se le suben a la cabeza y lo enajenan? Hasta a un tipo maduro, mucho más a un muchacho sin preparación alguna para desenvolverse en la vida. Otro absurdo desquiciante: en medio de todo ese endiosamiento, es tratado como cosa, se permuta y se vende.

Maradona lleva a la gloria al mediocre equipo de Nápoles. Cuando juega con el suyo el Mundial de Roma, en el encuentro final frente al equipo alemán, al oírse las notas del himno nacional argentino, es abucheado. Vergüenza para Italia ¿Quién lo inició en la cocaína, que no es estimulante para el rendimiento físico? Pistas hay, las insinué. En el Mundial de los Estados Unidos, le encontraron lo que no usaba: esteroides, prohibidos en el deporte. Lo descalificaron. Se los había recetado el médico, ¿vendido? Cayó en la asquerosa adulancia de dictadorzuelos tropicales. Pero, ¡es una de los más grade futbolistas de todos los tiempos! Descanse en paz.

Alicia Álamo Bartolomé

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