#OPINIÓN Visión de frente: Simplificar o errar #26Ago

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Las negociaciones que se adelantan en México entre el régimen de Nicolás Maduro y la plataforma democrática liderada por Juan Guaidó concentra las expectativas del mundo político venezolano y representa un camino de salida a la mega crisis que sufrimos desde hace dos décadas, acentuada ahora por cifras espantosas de pobreza, caída brutal de la producción, una migración de millones de personas hacia destinos inciertos, un sistema de salud colapsado y en conjunto un Estado absolutamente incapaz para atender las obligaciones que la Constitución le impone.

Pudiéramos ampliar y detallar este diagnóstico, pero basta con esta breve visión del infierno que vivimos para significar la necesidad de encontrar soluciones que le permitan al país un gradual y paulatino regreso a la normalidad, a la modernidad.

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Para encontrar soluciones conjuntas es requisito esencial lograr acuerdos en las negociaciones en México, la cual tiene una agenda bien completa donde las áreas sociales y económicas son medulares, aunque están sujetas al tema político, sobre el cual se centran las posiciones encontradas que es menester conciliar a riesgo de fracasar en el intento de sacar a Venezuela del pantano en que se ahoga.

 Muchas son las polémicas que han despertado estas negociaciones y entre politólogos y analistas el tema se ha colocado como una trama que a veces arroja un escenario sombrío y otras una escalera de esperanzas sin ninguna seguridad de resultados concretos e inmediatos. Pero lo cierto es que estas disquisiciones teóricas se diluyen ante una verdad insoslayable y fatal y que no es otra que las negociaciones de México son  la única opción que actualmente tiene el país para iniciar un plan de salvación nacional. Así de simple. Por encima de todas las especulaciones esta es la cruda realidad.

Respecto a las expectativas sobre los alcances de los acuerdos es básico ubicar las fuerzas reales que sostienen las exigencias de lado y lado. El régimen está debilitado, fracturado, cercado por sanciones económicas y amenazado por sentencias penales de carácter internacional. En el país no hay gobernabilidad  y ese es un peso grave que gradualmente sofoca a la nomenclatura oficial. Por su parte la plataforma unitaria  no puede mostrar una representación mayoritaria del pueblo venezolano porque la oposición está fragmentada y los partidos políticos en su conjunto no han logrado recuperar el respaldo popular, y así encontramos como la gente sigue víctima del desencanto y la apatía, con todo y que cada día crece la intención de votar como salida a la crisis.

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Así que en México está sentada para negociar una dirigencia política que convoca esperanzas, pero sin una base de sustentación solida en el sentimiento de las grandes mayorías. Entonces la gran pregunta es, ¿Por qué los países aliados respaldan estas negociaciones y el pueblo venezolano está pendiente de acuerdos favorables? La única respuesta posible es que confían que en México los intereses de Venezuela se pongan por encima de los intereses grupales que animan a los partidos políticos. Así de simple. En México habrá logros si se concretan acuerdos básicos en materia económica y social y se establezca un cronograma electoral de mediano plazo, dentro del cual las elecciones regionales y municipales representen un camino de inicio y nunca un destino que se convierta en cohabitación con el régimen. Así de simple. Si la oposición ofrece que al ganar gobernaciones y alcaldías puede lograr mejoras sustantivas en el nivel de vida ciudadano estaría mintiendo y anulando el espíritu de rescatar la Democracia, lo principal que se puede ofrecer es que al ganar gobernaciones y alcaldías estas serán utilizadas como bases institucionales para avanzar hacia la conquista de la Presidencia de la republica y de esta manera reponer la vigencia plena de nuestra Constitución. Así de simple. Lo contrario es errar en el mensaje y en propósito.

Pero se debe aclarar que el eventual acuerdo, que ojalá se produzca lo cual espera Venezuela en su integridad, sólo tiene un efecto político, es un pacto entre corrientes que encabezan el liderazgo del país. Hasta allí llegan sus resultas. Se le verá “el queso a la tostada” cuando los acuerdos fijados se vayan haciendo realidad a través de la modificación del estatus legal imperante. Serán una realidad, saliendo de las promesas que se enuncien a través del entendimiento de las partes, cuando se organicen elecciones libres y democráticas; cuando los funcionarios y órganos estatales que usurpan funciones públicas cesen en ello y se permita el acceso a esas funciones a través de lo pautado en la ley y la Constitución; cuando se produzca un viraje en la política económica; cuando las ilegales expropiaciones se revoquen volviendo los bienes a la posesión de sus legítimos propietarios. Esas son algunas de las promesas de las cuales el pueblo venezolano espera su concreción.

Quien está absolutamente claro es estos objetivos es Juan Guaidó, quien afirma que estas elecciones regionales son un precioso evento para la movilización de toda la sociedad, dejando así sentado de manera firme que son un punto de inicio, un impulso para el acuerdo de salvación nacional, no una meta que tenga como premio unos cargos que den falsa ilusión de triunfo.

Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez

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