#OPINIÓN Cuestión de números #5May

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El general Anastasio Somoza García de Nicaragua dijo una vez que aún para mantener una dictadura se necesita un mínimo de 25% de apoyo popular; y la historia parece confirmar que los regímenes represivos sólo comienzan a desmoronarse cuando su aprobación cae por debajo de esos niveles.

Lo triste es que en muchos países los gobiernos autoritarios no encuentran difícil mantener esas cifras. Lo vemos ahora mismo en Rusia.

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La situación se agudiza en naciones con alta marginalidad: Allí con facilidad se consigue un “lumpen” cerril – término acuñado por Karl Marx – cuya mayor preocupación existencial es llegar de un día a otro. Son ellos presa fácil para quienes ofrecen transportes, cerveza y un sándwich a cambio de aplausos en cualquier “mitin multitudinario” – pasatiempo que además les libera del tedio cotidiano – para uso de hábiles camarógrafos y noticieros bien editados.

Los porcentajes engordan donde la burocracia es un “modus vivendi” para un porcentaje altamente desproporcionado de la población, pues muchos prefieren un ingreso seguro a cambio de desfilar en cualquier evento – y esto desde luego incluye a muchos que se ganan la vida uniformándose y reprimiendo a sus conciudadanos a cambio de unas pocas prebendas, por miserables que sean.

También hay que sumar toda una comunidad que baila al son que le toquen con tal de mantener sus negocios y tren de vida, e incluso lucrar cuando se presenta la ocasión.

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Y finalmente viene el núcleo duro de creyentes irreductibles o demasiado comprometidos, que se encierran en un bunker a comer sus propias trazas; teniendo muy presente que todo libreto político, por descabellado que sea, siempre consigue su fauna de abogados, “economistas” y hasta su propio cura.

El asunto es que los regímenes dictatoriales tan solo se resquebrajan y derrumban cuando sus porcentajes de apoyo caen muy por debajo del 20%, y si de repente se desploman en barrena, mucho mejor.

Por eso la comunidad internacional – que no suele derramar sangre de los suyos por problemas ajenos – impone sanciones a un régimen forajido, buscando quemar todo porcentaje de apoyo que dependa de prebendas, negociados y subsidios para que se entienda que por esa vía no hay futuro. Esas cifras, y no tanto las macroeconómicas, son las que políticamente interesan, y rara vez se obtienen de forma rápida o instantánea.

Cuando vemos a la comunidad internacional pidiendo aún más sanciones a Rusia, más se entiende por qué se insiste en mantener sanciones contra un opresivo régimen minoritario cuyas armas se dedican a sacrificar al pueblo venezolano.

Antonio A. Herrera-Vaillant

[email protected]

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