Francisco de Miranda fabricó una red de espionaje en la Guerra de Independencia #4Jun

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En 1811, las armas patriotas encendieron la chispa independentista a lo largo y ancho de aquella Venezuela que comenzaba a soñar con ser libre del imperio español; y fue Francisco de Miranda, que inició las operaciones con tal ardor que, donde se conocía que hubiera reductos realistas, se utilizaban todos los recursos para aniquilar cualquier pretensión de retomar el poder monárquico.

El generalísimo manejaba la información precisa de todos y cada uno de los movimientos realistas en la Provincia de Cumaná, por lo que utilizó ese recurso para rápidamente sofocar aquellos tumultos. Igualmente conocía que desde Puerto Rico y Trinidad se gestaban estrategias para una invasión por Cumaná y Barcelona, por lo que afinó todos los detalles para repeler cualquier intentona imperial.

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Por el occidente, solo Coro y Maracaibo estaban bajo control realista y comenzaban a avanzar para tomar Barquisimeto, San Felipe y Valencia, donde se conocía las posiciones del ejército español, pero que el marqués del Toro, encargado de perseguir y reducir a los realistas alzados, por no dominar la toponimia, sufrió una estrepitosa derrota el 11 de julio de 1811. Tras su renuncia, la empresa la asumió Miranda quien no solo venció a los realistas, los erradicó utilizando acciones de espionaje, actividad que permitió los sorpresivos ataques que le valieron el triunfo en aquella basta zona.

Pero Miranda, hombre versado y conocedor del arte de la guerra, despertaba odios e intrigas, por tanto, era espiado por los mantuanos quienes dejaban destilar los peores comentarios y rumores sobre su persona y su forma de dirigir la guerra; como por los españoles que eran sus enemigos naturales, escenario del cual no era ajeno y que también se valió del preciado recurso que conoció de cerca en las guerras napoleónicas.

En La Guerra Invisible, tesis de grado del historiador Andrés Burgos Gutiérrez, asienta que Miranda no desestimó jamás la utilización del espionaje y más del contraespionaje, y para tal fin, uno de sus adeptos, Pedro Gual, confesó: «Yo tomaba muchas veces las deposiciones de los espías que se mandaban al campo enemigo. Yo intervenía en todas aquellas medidas cuya tendencia era acelerar un desenlace completamente satisfactorio».

El generalísimo sabía que, al dominar información secreta, garantizaba dos escenarios: el éxito de las acciones armadas y los ataque que se urdían contra su persona, inclinando la balanza a su favor.

Explica el historiador en su trabajo, que Miranda ejecutó el espionaje como acción estudiada, planificada e incluso presupuestada, a petición suya para el propio gobierno republicano durante la conducción de la guerra.

«General, para que nada pueda detener la marcha de las operaciones militares que el gobierno federal os tiene confiadas, ha acordado que no solamente estén á vuestra disposición los fondos nacionales para cubrir los gastos públicos de la campaña, más también para los reservados que puedan originarse de la gratificación de espías que tengáis a bien destinar cerca del enemigo… Dios os guarde m. a. A. Muñoz Tébar.»

A partir de allí, el generalísimo fue el principal receptor de los informes de espionaje de cada uno de los frentes de batalla, los focos de resistencia, reuniones y confabulaciones, movimientos realistas y por supuesto, el contraespionaje y la observación de civiles de renombre y oficiales republicanos, pues él sería el encargado de tomar las decisiones sobre el curso de las acciones.

Información secreta

Pero quiénes gestionaban y coordinaban la información secreta durante la Guerra de Independencia y redactaban precisos informes para el general Miranda. A parte del destacado Pedro Gual, figuraba también Miguel José Sanz, el notable jurista ideólogo de la Independencia de Venezuela, secretario del Congreso de 1811, que después de la capitulación de San Mateo (1812) fue encerrado en los calabozos de Puerto Cabello por las autoridades realistas, que le siguieron causa de infidencia, pero que fue puesto en libertad en junio de 1813.

Pedro Gual y Miguel José Sanz

Sanz se encargó directamente de coordinar partidas de espías a puntos determinados del territorio controlados por los realistas.

El 7 de julio de 1812, Sanz le escribe a Miranda desde Guatire: «Es necesario comunicar á Vd. muy reservadamente para su inteligencia que traje de Caracas conmigo un hombre de toda confianza posible, al cual he despachado ya por los caminos extraviados de que es muy práctico… y va con el fin, muy bien instruido y prevenido, … En una palabra, lleva orden de formar una contrarevolución, valiéndose de todo arbitrio sea el que fuere: que ofrezca dinero, grados, hacienda de los revoltosos y cuanto sea posible para conducir al objetivo».

Sanz no solo manejaba fondos para la información secreta, sino que conocía además los medios, por ello, dominaba todo lo que acontecía en la costa y en los Valles del Tuy. A sus espías los dotaba de recursos como cartas y proclamas falsas para generar desinformación en el enemigo, pero a su vez, sus agentes eran portadores de información secreta para civiles y militares en sitios de difícil acceso en una lucha por contrarrestar los movimientos de los canarios que empezaban a adoptar estrategias alentando a los esclavos, armándolos y sumándolos a las filas del rey.

Sacerdocio espía

En ese escenario de información secreta, Miranda manda llamar al cura de Guatire y en reunión privada con Sanz, le encomienda vigilancia “a todo movimiento realista en los Valles del Tuy”. Emprende camino el sacerdote Milano y va acompañado de varios ancianos para disimular su propósito. Durante la travesía, a mitad del itinerario, se topan con que los realistas reacomodan sus filas, entonces el misionero instruye a uno de los ancianos se vuelva y comunique a Sanz lo sucedido. El coordinador de espías redacta de inmediato un informe para el general Miranda, que sin delación ordena a una tropa de caballería que se movilice y neutralice al enemigo. El movimiento fue efectivo y certero.

Los realistas también espiaron

 A mediados de 1812, la campaña del capitán general de Venezuela, Domingo de Monteverde ya tenía dominada parte del occidente, controlando Barquisimeto, Quíbor, Siquisique y Carora. Y para terminar de recuperan los predios usurpados a la corona, empleó a dos realistas que pronto sobresalieron, primero en el bando monárquico y luego en el republicano, como lo fueron: Juan de los Reyes Vargas, conocido como el Indio Reyes Vargas, nacido en Siquisique, (estado Lara) circa de 1780; y Andrés Torrellas, cura de Siquisique, nacido en Bureche (estado Lara) el 30 de noviembre de 1785. 

Andrés Torrellas y el Indio Reyes Vargas

Reyes Vargas tenía dispuesto su red de espionaje, -todos indígenas-, en Carora, Río Tocuyo, Quíbor y Siquisique, posesiones dominadas por sus huestes.

En el caso de Torrellas, que estaba con Monteverde desde la expedición de Coro en marzo de 1812, en carta al jefe realista le informa:

«El día de nuestro padre San José, canté misa solemne con procesión, plática y Te Deum. Después de la misa marchamos á reforzar los destacamentos de San Miguel; se dispuso las avanzadas así al camino de Barquisimeto, a donde mandé esa misma noche un espía con cartas para ciertos sujetos y otras a Bobare con el fin de alarmar a aquellos indios… He mandado otro correo al mismo Barquisimeto, con otra carta al mismo efecto y otro al pueblo de Duaca, á excitar a aquellos naturales á que se reúnan con nosotros…»

Reyes Vargas y Torrellas sirvieron efectivamente a Monteverde y sus informes de delación, vigilancia, infiltración y espionaje, ilustraron al jefe realista para controlar la política, conspiraciones y las acciones militares en el occidente que, en virtud de estos recursos, cometió toda clase de crímenes atroces, persecución, encarcelamiento y juicios sumarios, todo en nombre de su majestad Fernando VII.

Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y cronista

[email protected]

IG/TW: @LuisPerozoPadua

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