#OPINIÓN Colombia, la limpieza oportuna de la casa y el peligro de un salto al vacío #10Jun

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Por más de 70 años Colombia ha sido un país sumido en la violencia política tras el asesinato en abril de 1948 del líder liberal Jorge Gaitán. En ese lapso su historia se ha escrito con el fuego de las balas. 

De esa forma su democracia liberal atraviesa por un desgaste al igual que las democracias occidentales. Ello como consecuencia de la falta de renovación a tiempo por causa de la sordera de los políticos en defensa de sus parciales intereses y cuotas de poder. Liberales y conservadores de Colombia no escapan a esa desviación. Ello requiere de modificaciones en el modelo sociopolítico existente.

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Aun con las ventajas de esta forma de gobierno la misma se suele resentir al colocarse la dirigencia de espaldas a la gente. Ocurre sobre todo cuando los políticos son pasto de la sordera. En consecuencia, cesa la exigua comunicación con el pueblo. Entonces este se convierte en un invitado de piedra en momentos cuando clama por los necesarios cambios en el orden institucional que permita una mayor participación en la toma de decisiones. 

Es el caso de sus jóvenes que  ante el parlamento han planteado reformas jurídicas que permitan su intervención en el quehacer político. También el equívoco del presidente Iván Duque de pretender aplicar una reforma tributaria que pecharía a los que menos ganan que provocó una prolongada ola de protestas callejeras en 2021. 

Colombia  es hoy un modelo de la democracia liberal en Latinoamérica siendo capaz de resistir la embestida de la guerrilla marxista leninista por hacerse del poder. Vale decir, que la violencia política es como el pan diario de los colombianos agravado por el nefasto negocio del narcotráfico. En parte la desatención oficial al sector agrícola facilitó su expansión.

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 Así pues, el avance,  en la primera vuelta electoral por la presidencia de la república, del izquierdista Gustavo Petro evidencia el deterioro institucional en el país neogranadino. Es un hecho que no se puede pretender ocultar sino asumir oportunamente con sentido realista  para evitar males mayores, como el de un régimen autoritario que sería peor que la enfermedad.

El exguerrillero del M-19 es un hábil político neocomunista que sabe jugar al engaño y la mentira. En el fondo se trata de un lobo feroz disfrazado de Caperucita Roja movido por el planteamiento aniquilador de Carlos Marx de ”tomar el cielo por asalto”. Lo hace mediante la estratagema de penetrar las instituciones democráticas desde adentro para progresivamente destruirlas. Constituye un fiel practicante de la máxima vietnamita que reza: “golpear al enemigo con su propio palo”. En ese sentido, se presenta como un reformista con un  programa que asegura no es de izquierda. Los tiranos nunca dicen lo que realmente harán una vez lleguen al poder. Este hombre es peligroso.

Si bien el derechista Rodolfo Hernández constituye una sorpresa político-electoral  evidencia aires renovadores que quebrantan las tradicionales posiciones de conservadores y liberales.  La conciencia de la necesaria evolución del sistema actual que ha entendido un 28% de los colombianos en el corto plazo de la campaña electoral. Más su creencia firme en la economía de mercado, lo cual lo aleja de aventureros radicalismos.

La democracia afronta el reto de la oportuna renovación, pero la clase política dominante parece no entenderlo aislándose de la ciudadanía a la que no escuchan. De esa manera pierden la perspectiva a tiempo del cambio y abren camino a  las fuerzas enemigas del progreso y la libertad. Cuando las clases dominantes en lo económico y gubernamental en lo político, se cierran al clamor de cambio de la ciudadanía, ocurre lo que hoy observamos en Colombia.

Fue lo que sucedió en Venezuela cuando en la década de 1980 se planteó la Reforma del Estado como respuesta y solución  a la crisis existente entonces. Recordamos opiniones resistentes a la misma y retrógradas como la de la dirigente adeca Paulina Gamus, quien la consideró propia de locos. Posiciones erradas  como esa abrieron el camino a los golpistas del 4 de febrero de 1992.

Así, cada cierto tiempo se impone limpiar la casa para salvarla, entre otros, de los vicios de la burocracia parasitaria, corrupción, abusos de poder, la impunidad de los poderosos  y tráfico de influencias., Al igual que la pobreza y  la desigualdad causante de injusticia social. 

Aunque sean mayoría no siempre los pueblos tienen la razón en sus decisiones electorales y políticas. Suelen cometer  yerros cuando eligen  políticos autoritarios de izquierda o derecha. Es el caso del sicópata  Adolfo Hitler en 1933 en Alemania sumida entonces en una crisis económica y la incertidumbre. Situación aprovechada por Hitler para erigirse en su salvador. La historia se repite con Gustavo Petro en el vecino país acosado por la guerrilla neocomunista aliada con el narcotráfico internacional.

Colombia nos enseña que el  mayor desafío hoy es el de construir una democracia superior alejada de los peligros de la lucha de clases marxista-leninista. Ese es el engaño versionado ahora del neocomunismo para captar el descontento popular con las deficiencias de este sistema político. 

Planteado está la conquista de una democracia que dé amplia participación al ciudadano. Lo contrario es perderse en los laberintos del totalitarismo de izquierda o derecha que siempre acechan la libertad de los pueblos. 

Freddy Torrealba Z.

Twitter: @freddytorreal11

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