#OPINIÓN Julio Teodoro Arze: Extravagante pintor y escultor caroreño #25Jul

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Este pintor y escultor caroreño nació en 1868 y murió en la misma ciudad en 1934. Es un personaje del cual se han elaborado las más chistosas anécdotas debido a su excentricidad y es, además, poco conocido, hecho que habrá de deberse a ser Carora tierra decididamente de cuerdas y pentagramas y no precisamente de caballetes y óleos. 

Hizo estudios en la Escuela de Artes y Oficios en Barquisimeto con Eliezer Ugel y  el merideño Rafael Antonio Pino,  fue discípulo de Emilio Mauri entre 1887 y 1899. Estudio en Roma con el maestro Tiratelli finalizando el siglo XIX, gracias a una beca del general Aquilino Juares, cultísimo presidente del Estado Lara. Hacia 1903 participa en el Primer Concurso Industrial del Estado Lara. En 1904 regentaba su propia escuela de arte. En 1905 su obra ya era reproducida y comentada en el inigualable El Cojo Ilustrado, la aun sinigual revista impresa venezolana dirigida por J. M. Herrera Irigoyen. 1

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Una resolución del 3 de febrero de 1906 comisionó a Julio Teodoro Arze  pintar al presidente general Cipriano Castro y al general Aquilino Juares.  Entre 1914 y 1923 se encuentra en Carora, con breves lapsos en Caracas, ya que aparece como profesor auxiliar de escultura en la Academia de Bellas Artes, en abril de 1921. Ese año dictaba clases de dibujo en el Liceo Fermín Toro en sustitución del pintor del Cerro El Ávila Manuel Cabré.  Desde 1919 se dedicó al retrato. Su cuadro épico Las Queseras del Medio fue exhibido en la Fotografía Manrique. De Arze es también un retrato del historiador y político larense  y tocuyano Dr. José Gil Fortoul. Como retratista se le considera sucesor aventajado del pintor valenciano Arturo Michelena (1863-1898) Al morir en la pobreza y de tuberculosis el 7 de enero de 1934, usaron sus pinturas como mortaja, siguiendo las insólitas medidas sanitarias de la época.  Por iniciativa del pintor José Requena, se creó en 1954 el Salón Julio Teodoro Arze, en Barquisimeto.

En una de sus estadías en la ciudad de Carora, quizás entre 1914 y 1923, se le pide elaborar un óleo de grandes proporciones sobre ese tenebroso tercer lugar de la geografía del más allá, el Purgatorio, tal como lo llama el historiador francés Jacques Le Goff, y que medía unos dos metros por 1,75 centímetros, aproximadamente. Y decimos aproximadamente porque este valioso cuadro fue lanzado irresponsablemente a la basura en la década de 1960 por un torpe y ruin sacerdote o algún ignorante sacristán, quienes viéndolo roto y deteriorado creyeron conveniente hacerlo desaparecer.2

Pero lo más extraordinario de este óleo que plasma con maestría ese temible tercer lugar de la geografía del más allá y que no tiene base bíblica, 3 el Purgatorio, es que allí aparecen varios personajes, mujeres y hombres, con las caras transidas de dolor, consumiéndose entre las llamas eternas y que eran, algo insólito, sus odiados familiares, de entre ellos su legítima esposa, Soledad Riera Álvarez. 

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Ha sido tal barbarie un verdadero crimen imperdonablemente cometido contra nuestro legado pictórico. Lo más lamentable es que los registros fotográficos de la obra, si es que se hicieron, tampoco aparecen. Agradecemos a la sensible persona que posea una de ellas le pedimos hacérnosla llegar a la Oficina del Cronista Oficial del Municipio Torres, avenida Miranda, frente al Banco de Venezuela, Carora.

Pero igual desgracia sufre su mural dedicado al rey Leopoldo II de Bélgica (1865-1909), ubicado en una pared familiar de una casa del barrio Torrellas de Carora, pues una anónima espátula asesina lo borró hace cosa de unos 30 años. Quizás fue en reclamo póstumo a la figura de este monarca que se apropió y enriqueció con el Congo en África, asesinando allí a unos 10 millones de personas, un verdadero genocidio decimonónico. Es posible que Julio Teodoro Arze lo pintara poco después de la muerte del soberano germánico, que fallece despreciado por la nación belga.

  El periodista Juan José Peralta nos refiere que “En El Diario de Carora, Dionisio Oviedo lo describió como un “personaje pintoresco que paseaba su estrafalaria figura por las calles de Carora con un atuendo que le daba aspecto de conde o de príncipe venido a menos, barba nazarena, chaleco de vistosas solapas ensamblado en holgado paltó de casimir, corbata ancha colgada de un cuello que no le venía a su medida, grandes zapatos con los que producía fuerte ruido al caminar arrastrándolos y ajado sombrero de fieltro puesto de cualquier modo sobre la cabeza cubierta de larga cabellera. Cualquiera que veía tan estrafalaria figura, nunca podría pensar que estaba frente al insigne pintor que fue don Julio Teodoro Arze”.

La Dirección de Cultura de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, desde tiempos del licenciado Daniel Andueza, se ha dispuesto loablemente recatar este precioso legado del pintor y escultor caroreño, que murió pobre y atormentado por las burlas de sus coterráneos en la soleada ciudad de su nacimiento hace casi una centuria. Un verdadero genio pictórico que reclama ser sacado del anonimato y la oscuridad.

Luis Eduardo Cortés Riera

[email protected]

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