#OPINIÓN Con ojo pelao #11Ago

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Gustavo Petro es ya presidente de Colombia. Y lo es por votación democrática. Ahora, lejos de procurar que se cumplan las profecías catastróficas sobre sus intenciones – sólo por querer tener la razón – parece más acertado buscar las formas de evitar todos los negros vaticinios de que llevará a la hermana república por el mismo camino de Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Es demasiado frecuente que quienes nos oponemos al modelo rojo-fascista-totalitario les endilguemos a ellos habilidades casi sobrenaturales que les permiten apoderarse de las naciones y mantenerlas subyugadas por décadas. 

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Quizás eso de achacar poderes excepcionales al adversario – cosa que ocurre cada vez que la izquierda anota un gol en el Hemisferio – sea una forma íntima de excusar fracasos propios. Mucho más útil y constructivo parece analizar diferencias y oportunidades.

Por más que existan puntos comunes entre los diferentes países destrozados y sometidos por la barbarie roja, las diferencias son mucho mayores y más profundas que las similitudes – en muchos casos superficiales – que se perciben desde afuera.

En primer término, conviene analizar el verdadero peso de las supuestas alianzas entre regímenes afines – porque a la hora de las chiquitas tienden a esfumarse los aspavientos de solidaridad y comunidad.

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En segundo término, en ambos extremos del espectro político tienen una fauna de fanáticos y desquiciados. Lo que diferencia un gobierno serio y responsable con otro inconsciente y bárbaro, es que los primeros amarran sus locos y los segundos los convierten en instrumentos de su vandalismo.

Y no hay que distraerse por trapos rojos: Recordemos que los histriónicos alardes de vulgaridad y cursilería para una galería aullante o riente – como el sainete de la espada de Bolívar y otros aspavientos – también suelen ser calculados para provocar rechazo en los cultos y transformarlo en automática solidaridad de parte de la gran horda descamisada que se sabe fea, ignorante y chusma, y se regodea de serlo.

En la acción veremos a cuál de las dos categorías de izquierda pertenece Petro, pero por lo pronto se trata de un individuo con trayectoria política activa de casi 40 años, gran parte de la cual ha sido en cargos electivos, y con variada formación cultural – todo lo cual lo diferencia tremendamente de la mayoría de quienes llevan las riendas del poder en la vecina Venezuela.

La fuerza de sus instituciones lo dirá todo en Colombia. Ojalá la prudencia guíe las políticas concretas de Petro. Ahora solo queda confiar en que todo sea para lo mejor, pero con un ojo muy pelao.

Antonio A. Herrera-Vaillant

[email protected]

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