#OPINIÓN Sobre el Héroe de la Independencia, General de División Pedro León Torres (Parte IV) #19Sep

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El busto del General Pedro León Torres ¡en la Plaza Bolívar de Carora!

Es necesario e ineludible destacar una curiosa e interesante situación del bronce del Héroe de las decisivas batallas de San Félix y de Bomboná, Colombia. Sucedió que el busto del General Pedro León Torres ocupó desde 1888 hasta 1930, es decir 42 años, el sitial que le correspondía por ley al Padre de la Patria, Simón Bolívar, esto es la Plaza Mayor o Bolívar de Carora, pero cuando se conmemora el Primer Centenario de la muerte del Libertador en 1930, el busto del General Torres tendrá otro destino en una plaza distinta construida para homenajear al General Torres, situada a dos cuadras al Este de la Plaza Bolívar, esto es, calle Monagas, cruce de la calle Bolívar. Ello revela el enorme sentimiento que los caroreños profesan hacia el desgraciado General Torres, muerto en la primavera de la vida muy lejos de su amada ciudad del tórrido semiárido occidental venezolano.

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Fueron los munícipes caroreños de 1887, miembros del patriciado caroreño, de tal forma nominados por Ambrosio Perera, en ocasión del Centenario del Natalicio del desgraciado General Pedro León Torres (1887-1822), los que decidieron colocar el busto del Héroe caroreño en el lugar que le correspondía al Padre de la Patria, Libertador Simón Bolívar. Y lo hicieron desatendiendo la normativa legal que existía al respecto, emitida por el gobierno del General Antonio Guzmán Blanco, uno de los creadores del universo simbólico nacionalista de Venezuela alrededor de la figura del Padre de la Patria. Durante el llamado Septenio guzmancista, en 1874, la Plaza Bolívar de Caracas se le denominaba ya con ese nombre, se acuña la moneda nacional, el bolívar y se celebra apoteósicamente el Centenario del nacimiento del más ilustre venezolano, Simón Bolívar, el 24 de julio de 1883.

Pero en la antigua ciudad del Portillo de Carora se produjo, como dijimos, una curiosa situación con la nombradía de la antigua Plaza Mayor. Veamos lo que al respecto nos dice Luis Eduardo Mora Santana: “Sin embargo, aquella plaza sólo le cambio el nombre, seguía siendo un espacio con alguna que otra vieja ceiba en sus alrededores y seguramente algún viejo cují (Prosopis juliflora) en sus inmediaciones. No poseía estructura edificada. Así la muestra una gráfica publicada en el periódico “El Cojo Ilustrado” hacia 1892. Ya en 1888 se había colocado allí un busto del General Pedro León Torres, que ocuparía el lugar del Padre de la Patria hasta 1930, fecha del centenario de la muerte del padre Libertador. Hubo de esperar hasta 1912 cuando por disposición del General Juan de Jesús Blanco – Jefe civil y militar de Carora -, se comenzó la construcción de una estructura arquitectónica. Era la Plaza Bolívar de Carora en ese momento y hasta 1930, un lugar cedido al héroe de Bomboná. Una especie de comodato en la que la gente fundía la valoración del gesto patriótico local con una presencia espiritual de Bolívar.”

Los patricios caroreños atrevidamente realizan la colocación del busto del General Pedro León Torres en la Plaza Bolívar de Carora entre 1887 y 1888, años en que, como ya sabemos, prestigio y nombradía del presidente Antonio Guzmán Blanco fue colocado en entredicho, reprobación y se produce su exilio en París. Aprovecharon tan precisa y oportuna ocasión para colocar el busto del Héroe de las batallas de San Félix Bomboná en la Plaza Bolívar, lo cual nos revela que son los patricios caroreños los constructores del imaginario simbólico patriótico en esta remota y antigua ciudad del semiárido venezolano. Y tal audacia fue posible gracias a que esa Venezuela era un país desconyuntado y desarticulado, un País Archipiélago, como acertadamente lo ha llamado Elías Pino Iturrieta, y que ello hizo posible que lo del busto del General Torres colocado intrépidamente en la Plaza Bolívar se conociese tardíamente en la capital de la República en momentos muy turbulentos, cuando caía defenestrado el Ilustre Americano, General Antonio Guzmán Blanco. Era, a su vez, una forma de reclamo más o menos velado de que los restos mortales del General Pedro León Torres no habían sido traídos a Venezuela en aquellos ya lejanos años.

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Es de hacer notar que esta antigua plaza de la cuadrícula colonial de Carora ha sido lugar generador de un potente imaginario colectivo que nos alcanza en el tercer milenio, cuando allí fueron sumariamente pasados por las armas, en 1736, unos contrabandistas apellidados Hernández Pavón, trágico acontecimiento que da lugar a la muy conocida Leyenda del Diablo de Carora, tradición recogida por Agustín Oropeza en 1919 que le da firme identidad a los caroreños. Y en el siglo XIX, para ser más precisos, en cuatro de abril, Jueves Santo de 1890, fue al pie del busto del General Pedro León Torres ¡colocado en la Plaza Bolívar de Carora!, donde nacerá el Colegio La Esperanza o Federal Carora unos pocos días después, el 1° de mayo, cuando un grupo de notables del patriciado le comunican la idea al joven abogado Doctor Ramón Pompilio Oropeza para que dirigiese tal plantel educacionista, conocido en el presente como Liceo Egidio Montesinos.

Para finalizar esta breve crónica, debemos destacar que el otro eminente Héroe de la Independencia Suramericana, el General Jacinto Lara (Carora,1778-Barquisimeto,1859), careció de una plaza conmemorativa en su ciudad natal hasta hace unas pocas décadas, cuando en los años 1960 se construye una plaza en su honor frente al Concejo Municipal, avenida Francisco de Miranda, colocándose allí una estatua de cuerpo completo del Héroe de la Campaña del Sur, quien, a diferencia del General Pedro León Torres, sus restos mortuorios reposan en el Panteón Nacional desde el 24 de julio de 1911, honor que se le ha negado al desgraciado Héroe de San Félix y Bomboná, General de División Pedro León Torres. Pero sería injusto omitir que una placa conmemorativa en honor al General Torres fue colocada en el Panteón Nacional el 16 de agosto de 1889, como afirma Héctor Bencomo Barrios, en tiempos de la presidencia del Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, quien había decretado la fundación de la Academia Nacional de la Historia un año antes, en 1888.

El escudo del Distrito y del Municipio General de División Pedro León Torres.
La creación y diseño del escudo del entonces Distrito Torres, fue obra de Aníbal Lisandro Alvarado, hijo del sabio tocuyano Lisandro Alvarado. Apegado a la normativa de la heráldica, realiza Aníbal Lisandro en los años 1955 un escudo muy influido por modelos hispánicos. Este escudo casi es desconocido y se encuentra su óleo representativo en la Alcaldía del actual Municipio Torres, alejado del público. El escudo que conocemos, que se ha popularizado bastante, es una recreación que data del año 1969, que en ocasión del Cuatricentenario de la ciudad de Carora, adorna la portada de la obra con afán enciclopédico del magisterio torrense llamada Contribución al Estudio del Distrito Torres y Carora Cuatricentenaria.

Tal escudo está dividido en tres cuarteles, uno de los cuales es mayor que los otros dos restantes, que constituye lo que la heráldica conoce como su punto de honor o corazón. Aquí aparece un conjunto arquitectónico constituido por una hilera de siete torres, una de las cuales es más alta que las otras seis y está coronada por la bandera tricolor flameante de Venezuela. De inmediato asociamos esta imagen a los Siete Hermanos Torres, los Siete Infantes de Lara o los Siete Macabeos de la Independencia, tal como los llama el sabio merideño Tulio Febres Cordero.

La torre de este cuartel superior del escudo más elevada será, en consecuencia, símbolo y personificación del más destacado de estos siete mártires caroreños, el General Pedro León Torres, fallecido en Yacuanquer, Colombia, en 1822. Esta identidad del apellido Torres con la arquitectura facilita el trabajo creativo de Aníbal Lisandro, pues imaginémonos lo que hubiese sucedido si el apellido de estos hermanos hubiese sido Arriechi y no Torres. Quizá acudiría el creativo que era don Aníbal Lisandro a la iconología de la historia bíblica de los Macabeos del Antiguo Testamento, la cual es muy abundante. De haber sucedido esto de seguro hubiese sido del agrado y aprobación de los caroreños y de sus patricios, puesto que, como es sabido, es Carora conocida con justeza Ciudad Levítica de Venezuela, rancia población del semiárido venezolano que posee desde antiguo una densa atmósfera o mentalidad religiosa.

Una lectura de los otros dos cuarteles del escudo de marras revela a una ciudad de afincada tradición intelectual y fervor religioso. Aparecen a la izquierda unos gruesos libros coronados por un sombrero negro de sacerdote, un farol o lámpara, símbolo de luz y sabiduría, sobre la cual aparece el símbolo por antonomasia del cristianismo: la Cruz.

En el cuartel inferior derecho aparecen cinco cabezas de ganado bovino, una representación de nuestro fundamental pilar económico, afincado en el Ganado Tipo y Raza Carora, creación de los patricios caroreños y de Teodoro Herrera en Particular. Se omiten las representaciones de cabras y chivos, llamados por Chío Zubillaga estos animales del semiárido “la vaca del pobre.” Flanquean el escudo del Municipio Torres dos ramas de café, en otro tiempo gran riqueza derivada de la zona andina del Distrito o Municipio Torres.

Nuestro escudo presenta ciertos anacronismos. Uno de ellos es el yelmo o casco del conquistador, atavío que ya no se usaba en el siglo XVI en España, pues la pólvora y los arcabuces hicieron inoperantes estos artilugios defensivos. En lugar de las dos lanzas que brotan del conquistador deberían aparecer dos arcabuces, que fueron las armas que posibilitaron la dominación hispánica de América.

Aparte de estos símbolos del dominio peninsular europeo que aparecen en nuestro escudo, es en líneas generales una simbología dominada por el republicanismo independentista, representado de manera notoria y destacada en los Siete Hermanos Torres lo que le imprime don Aníbal Lisandro Alvarado en su afán por la construcción de nuestro universo simbólico de Patria.

El General Pedro León Torres y el fusilamiento del General Manuel Piar en 1817

Escribe el eminente psiquiatra autodidacta caroreño Rafael Domingo Silva Uzcátegui en su Historia biológica de Bolívar, que la constitución emotiva ciclotímica del Libertador Simón Bolívar sufrió una terrible sacudida derivada de la insubordinación, juicio y posterior fusilamiento del general curazoeño Manuel Piar en 1817. Y cosa parecida podríamos decir del General Pedro León Torres, quien había sido ascendido a General de Brigada por recomendación del desgraciado General Piar, tras mostrar gran audacia y estrategia en la crucial Batalla de San Félix de 1817 que libera la muy estratégica Guayana venezolana, lugar donde se asienta la Tercera República de Venezuela, con capital en la ciudad de Angostura (Ciudad Bolívar), donde Bolívar pronuncia el inmortal Discurso de Angostura, y lugar de arranque de la Campaña de Liberación de Nueva Granada, Colombia.

Pero el “caudillo de dos colores”, como lo llama el novelista Francisco Herrera Luque, impulsado por sus éxitos militares que lo elevan a General en Jefe, y el apoyo de otros militares de rango, encabeza una peligrosa insubordinación que impugna la jefatura suprema de Simón Bolívar, un mantuano blanco que debe ser sustituido, alegan los complotados, quienes desean fundar un régimen dirigido por los pardos, una pardocracia. Una peligrosa guerra de colores asomaba en el horizonte.

Es detenido Piar y se le somete en Angostura (Ciudad Bolívar) a juicio militar, proceso dirigido por el General Carlos Soublette, que lo condena a muerte en la horca. El Consejo de Guerra que lo acusa tiene entre sus miembros al General Torres, en quien Piar confía para reclamar una posible clemencia del jurado, pues es su hechura: fue Piar quien asciende a General de Brigada a Pedro León Torres. Sin embargo, la condena habrá de ejecutarse el 16 de octubre de 1817, previa degradación militar del sedicioso General Piar, degradación a la que con gran hidalguía y valor se opone el joven General caroreño. Criterio que finalmente se impuso y que el Jefe Supremo, Simón Bolívar, acepta.

Pero el General Torres acompaña finalmente a Bolívar y no a los sediciosos a pesar de ser “predilecto” del General Piar. Nuestro General Torres avizora que su amigo y benefactor, caído en desgracia y a punto de ser pasado por las armas, carece de la preparación del Libertador Simón Bolívar, que la Republica obtenida después de tantos sacrificios se hubiese perdido de caer en manos del General Piar.

Años más tarde, en otro escenario muy distante, en 1822, durante la Campaña del Sur, Colombia, los generales Bolívar y Torres protagonizaran un fuerte encontronazo, producto de un malentendido a unas ordenes, previas a la sanguinaria Batalla de Bomboná, que le da el Libertador al General Torres. Antes de almorzar la tropa, le dijo Bolívar a Torres, tomara las alturas que dominaban el campo, pero Torres entendió mal, dispuso que la tropa almorzara, y entretanto el enemigo ocupó aquella posición. Encolerizado Bolívar le ordena entregar el mando al coronel Barreto, que “seguramente cumplirá mejor que usted”. “Libertador -le contesta Torres- si no soy digno de servir a mi Patria como General, la serviré al menos como soldado,” y tomando un fusil salió a alinearse en las primeras filas. Inmediatamente, escribe Oropeza Vásquez, el Libertador desmontó de su caballo, corrió a abrazarlo y lo repuso en el mando. Es muy probable que el General caroreño haya pensado en esos instantes en la degradación, que, como él, tuvo a punto de sufrir su amigo y protector, el General en Jefe Manuel Piar años antes, en Angostura en 1817.

Resulta una paradoja histórica que los restos mortales del General Manuel Piar reposen en el Panteón Nacional venezolano desde el 28 de abril de 2022, y que los de su amigo y protegido General Torres no hayan logrado este honor merecidísimo. Apenas una placa simbólica ha sido colocada en el Panteón Nacional el 16 de agosto de 1889, en tanto que su osamenta espera aun por nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio, ser repatriados desde Yacuanquer, República de Colombia, después de largos y prolongados 200 años. Estamos en el momento en que estos dos hombres que la fatalidad y la tragedia golpeó de diferentes maneras, se encuentren en ese recinto sagrado de la posteridad, lugar de la memoria donde se edifica la Nación venezolana.

Luis Eduardo Cortés Riera

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