#OPINIÓN Tejerías llora sus muertos como la tragedia en Vargas #14Oct

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Venezuela sufre este año una atípica temporada de lluvias que se ha extendido prácticamente todo el año por el fenómeno de “La Niña”, ondas tropicales y los coletazos del huracán “Julia”, que han ocasionado daños en varios Estados, pero el de Tejerías en Aragua, es el desastre más grave en lo que va de 2022 y el peor en lo que va de siglo.

Ya esa región había vivido una gran catástrofe en 1993 en el kilómetro 57 de la Autopista Regional del Centro, cuando se produjo una explosión la cual dejó 42 personas muertas y 14 lesionados.

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Se conoce en la historia de Venezuela como “tragedia de Las Tejerías”.

No hay cifra exacta de fallecidos. Todos los días se cuentan más. El deslave en este pueblo industrial de Venezuela, de más de 54 mil habitantes, aumenta diariamente el balance. 

La tragedia llegó luego de tres horas de intensas lluvias que comenzaron hacia la tarde del sábado 8 que provocó que varios ríos se desbordaran y arrastraron sedimentos, rocas y árboles, similar a la tragedia de Vargas ocurrida en 1999. Llovió en ocho horas lo que llueve durante un mes.

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La escena es apocalíptica: Más de 700 viviendas destruidas con varios metros de lodo, negocios completamente devastados, gigantescos árboles arrastrados desde la montaña quedaron atravesados en la vía principal de esa localidad bordeada de serranías por la peor crecida del río que se ha vivido en 30 años.

Las autoridades venezolanas calculaban hasta el miércoles un centenar de víctimas.

El día que la montaña se tragó al mar

Así lo recuerdan sobrevivientes de la tragedia del estado Vargas, el peor desastre de la historia reciente de Venezuela: «Creíamos que era el fin del mundo»

Mientras nos preparábamos para el cambio de milenio, Venezuela estaba a punto de vivir una de las peores tragedias de su historia: el deslave de Vargas.

El mismo día en que el entonces Presidente Hugo Chávez llamaba a los venezolanos a votar en referéndum la Constitución con la que quería consagrar el triunfo definitivo de su «Revolución», las montañas del lugar que llevaban semanas empapándose bajo lluvias de una intensidad inusual, comenzaron a vomitar ríos de agua, lodo y piedras hacia la costa. Entonces empezó la pesadilla.

Fue el miércoles 15 de diciembre de 1999 cuando poblaciones enteras del Litoral Central del país empezaron a quedar sepultadas. El agua empezó a arrasar todo.

La corriente inesperada derribó edificios enteros y las rocas que arrastraba cayeron letales como bombas sobre la gente que buscaba desesperada dónde ponerse a salvo.

Las casas destruidas fueron miles. Quizá también los muertos. Ante la falta de una cifra oficial de víctimas, aún hoy se desconoce el número total. Las estimaciones van desde 700 hasta las 50 mil.

El aspecto de las poblaciones afectadas por el deslave fue desolador.

El ingeniero Ángel Rangel era entonces el director nacional de la Defensa Civil de Venezuela.

«Aquel año la temporada de lluvias había sido especialmente intensa y ya se habían producido inundaciones fuertes en el estado Anzoátegui y otros lugares del país», recuerda.

«En Vargas se presentaban algunos derrumbes, pero entre el 14 y el 16 de diciembre llegaron a registrarse precipitaciones de hasta 911 milímetros de agua por metro cuadrado».

El cariz que estaban tomando los acontecimientos le llevó a dar la voz de alarma.

«El día 15 le hice llegar al entonces ministro del Interior una declaratoria de emergencia nacional para que fuera aprobada por el Consejo de Ministros que se reunía al día siguiente, porque estábamos ya en una situación crítica. Pero el gobierno no contemplaba suspender el proceso electoral».

La naturaleza no obedeció

La noche anterior, Hugo Chávez había respondido con una frase de Simón Bolívar a los reporteros que le preguntaban si las fuertes lluvias previstas podrían afectar el curso de la votación.

«Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca», proclamó.

Pero la naturaleza siguió su curso y los habitantes de poblaciones como Caraballeda, Macuto o Camurí se vieron atrapados por el mortal corrimiento de tierras.

Y ese día, saturado de agua el suelo, exigieron con toda la fuerza de la naturaleza el curso que el hombre les había arrebatado.

El Estado Vargas es una estrecha franja costera en la que, entre el mar y la montaña, apenas queda espacio para construir.

A menos de una hora por carretera de Caracas, está encajada entre las aguas del Caribe más bravo y las empinadas laderas de la cordillera de la Costa, cuyas montañas se elevan hasta alcanzar los 2 mil metros de altura.

Habitualmente un lugar de asueto vacacional, aquel día se vivieron allí escenas propias de un país en guerra.

Mientras Chávez anunciaba por televisión el nacimiento de «una nueva Venezuela» tras el triunfo del «sí» en el referéndum, comenzaba a activarse un inmenso operativo de rescate.

Defensa Civil llegó a hablar de 30 mil «sepultados» y el representante de la Cruz Roja Internacional, George Weber, estimó que el número total de muertos debía rondar los 50 mil.

Tacoa

Venezuela ha vivido múltiples tragedias, pero a la de Vargas se unen otras más recientes que hoy recordamos junto al dolor que viven las familias de Tejerías.

Centenares de personas perdieron la vida el domingo 19 de diciembre de 1982 en el terrible incendio de la planta termoeléctrica de Tacoa.

En horas de la mañana de ese día, hubo una explosión en un tanque de la planta que dejó marcada la historia por lo dramático de su situación y por la cantidad de víctimas que dejó.

El accidente se ocasionó tras el incendio de una planta de generación eléctrica, exactamente la “Ricardo Zuloaga”, conocida después como “Josefa Joaquina Sánchez”, la cual pertenecía a la empresa Electricidad de Caracas y que estaba ubicada en el sector Arrecife, de lo que anteriormente se conocía como el Departamento Vargas perteneciente al Distrito Federal, hoy Estado “La Guaira”.

En esta tragedia, la cual fue señalada como el peor desastre que se ha registrado en Venezuela, aparte de la de Vargas, que fue de orden natural, dejó como saldo unas 160 personas fallecidas, destacando entre ellos 9 periodistas, además de bomberos, efectivos policiales, voluntarios y grupos de rescate, entre muchos otros.

Ese día el barco “Murachi” perteneciente a la empresa MARAVEN, la cual era filial de PDVSA, iba a descargar 15 mil litros del combustible para surtir la planta. 

Pero un obrero, que no sabría las consecuencias de su imprudencia, observó que había un punto con sobrecalentamiento y abrió la escotilla, lo que trajo como consecuencia que con la entrada de aire las llamas comenzaron a avivarse y llegar al tanque identificado con el número 8.

Así se originó la primera explosión la cual ocasionó un inmenso fuego. Se registraron las primeras víctimas: los obreros que se encontraban de guardia.

La noticia se extendió rápidamente y llegaron efectivos de la policía, autoridades y periodistas, quienes estarían trabajando cubriendo el suceso. 

Pasaron algunas horas y al mediodía se suponía que la situación ya se había controlado, pero no se sabía que por la acumulación de los vapores calientes, a las 12 y 45 minutos del mediodía se iba a generar la segunda explosión en el tanque número 9.

Hubo mayor cantidad de víctimas muriendo los periodistas, policías, bomberos y curiosos.

Cuatro trabajadores del equipo que cubrían la noticia, perteneciente al canal del Estado, Venezolana de Televisión, irremediablemente murieron, entre ellos la periodista, el camarógrafo, el asistente de cámara y también el chofer del vehículo en el que se desplazaron hasta el lugar.

Durante esta misma explosión se quemó un camión de los bomberos aeronáuticos donde se encontraba una unidad completa, 42 efectivos del Distrito Federal, también un helicóptero y muchos vehículos. Fue una tragedia que marcó la historia de Venezuela, tras registrar la muerte de más de 180 personas.

Explosión de las Tejerías

Se conoce en la historia de Venezuela como “tragedia de Las Tejerías” a los sucesos relacionados con la explosión y posterior incendio ocurridos el día martes 28 de septiembre de 1993 en el kilómetro 57 de la Autopista Regional del Centro. Era el primer sabor amargo que se vivía en esa región. 

La explosión fue causada por la perforación accidental de un gasoducto subterráneo durante los trabajos de instalación de una nueva red de fibra óptica a un costado de la autopista.

El tramo siniestrado del gasoducto se encuentra a la altura de la población de Las Tejerías en el estado Aragua, distante unos 60 kilómetros de la ciudad de Caracas.

Las cifras oficiales arrojaron la muerte de 42 personas, 14 lesionados y daños a gran cantidad de vehículos que circulaban por el momento por la citada arteria vial.

Por coincidencia, Conaca, firma contratista del entonces Ministerio de Transporte y Comunicaciones se encontraba realizando trabajos de reacondicionamiento y asfaltado en la arteria vial, produciendo un inusual congestionamiento de tránsito a una hora en la que muchas personas se dirigen en automóviles particulares o colectivos a sus lugares de trabajo en Caracas, desde las poblaciones ubicadas en el eje La Victoria-Las Tejerías, dos importantes centros poblados del estado Aragua. 

La retroexcavadora impactó accidentalmente el gasoducto ocasionando una explosión de gran magnitud alrededor de las 7 y 30 de la mañana.

La detonación, con una onda de choque que se expandió 200 metros, fue inmediata y las subsecuentes deflagraciones provocaron un incendio de gran magnitud con llamaradas de hasta 50 metros de altura durante gran parte del día, hasta que finalmente la presión del gasoducto fue controlada. 

La onda expansiva y altísimas temperaturas alcanzaron a muchos vehículos que se encontraban circulando a baja velocidad por la autopista de manera casi instantánea.

Expertos establecieron posteriormente que el infortunado operador de la retroexcavadora que causó la explosión salió disparado a una distancia de 30 metros.

En las cercanías se encontraba una estación de gasolina que afortunadamente no sufrió daños que pudiesen haber aumentado la magnitud de la tragedia.

Amuay

Desde hacía tres días el olor a gas ahogaba la atmósfera y se expandía hacia algunos sectores como San José, Yauma y Centro Abajo en la comunidad de Amuay, donde está una de las plantas del Centro de Refinación Paraguaná (CRP), complejo refinador de petróleo que llegó a constituirse en el segundo con mayor capacidad del mundo ubicado en la costa occidental de la península de Paraguaná, municipio Los Taques del estado Falcón.

Aun cuando pobladores y otros líderes se acercaron a las autoridades para informar el acontecimiento, no hubo activación de los protocolos de prevención, seguridad y comunicación por parte de PDVSA, hasta que el sábado 25 de agosto de 2012, a la 1 y 10 de la madrugada se produjo la primera explosión por la fuga de gas en el bloque B-23 de almacenamiento del complejo, debido, presumiblemente, al daño de los sellos que protegen las bombas.

Los gases acumulados (olefinas) durante tres días de fuga ocasionaron la detonación con onda expansiva de gran magnitud, trayendo como consecuencia la destrucción de viviendas, comercios, estructuras aledañas y el Destacamento número 44 de la Guardia Nacional. Cuarenta y ocho personas perdieron la vida, hubo 5 desaparecidos y 156 heridos.

La posibilidad de un accidente fue advertida a PDVSA por organizaciones sindicales vinculadas a la industria petrolera en los años 2006, 2009 y 2012, pero la empresa distrajo su misión para dedicarla a planes de proselitismo político, descuidó las inversiones, el mantenimiento preventivo, además de la falta de profesionales con experiencia al frente de la gerencia y las operaciones.

Este es el más grave accidente ocurrido en la industria petrolera venezolana y pudo evitarse si se hubiese prestado atención a la secuencia de eventos previos a la explosión e incendio.

Pero la lamentable ausencia de los sistemas de alarma, de procedimientos efectivos de combate de incendios y de la aplicación oportuna de una ordenada evacuación, incidió en la magnitud del mismo.

Fenómenos naturales y desastres

¿Cuál es la diferencia entre una amenaza y un fenómeno natural?

Una amenaza es un fenómeno causado por el ser humano, que puede poner en peligro a un grupo de personas, sus cosas y su ambiente, cuando no son precavidas. En cambio, los fenómenos naturales son procesos con origen en la naturaleza que provocan alteraciones en el medio circundante.

A veces, los fenómenos naturales pueden golpear muy fuerte y ocasionar desastres cuando no hemos tomado medidas preventivas, o cuando ciertas actividades humanas han afectado el medio ambiente o alterado la normalidad del ecosistema.

Pero la gente puede agravar la situación, por ejemplo, cuando corta los árboles y no siembra nuevos, provocando que el suelo se vuelva muy seco y polvoriento causando así la erosión. Cuando cae la lluvia no hay suficientes raíces ni vegetación para sostener la tierra, y puede producirse un deslizamiento.

Construir casas en lugares de alto riesgo nos hace más frágiles. Por ejemplo, si se vive demasiado cerca de un río y la gente ha estado botando basura en él, de modo que el agua no pueda pasar, habrá una mayor vulnerabilidad a las inundaciones.

Una comunidad bien organizada e informada, donde la gente se reúne para hablar sobre lo que van a hacer ante las amenazas naturales, es menos endeble que una comunidad que no las conoce y no se organiza para responder a ellas.

La voluntad de Dios

Hoy en día, las catástrofes en todo el mundo son cada vez más graves. Se producen con frecuencia terremotos, pandemias, inundaciones, sequías, plagas de insectos, etc., y especialmente el virus COVID-19, que irrumpió en 2019 y se extendió por todo el planeta. 

A lo largo y ancho del mundo están muriendo personas de forma masiva y muchas otras se hallan en un constante estado de pánico, con la sensación de que los grandes desastres han caído sobre nosotros.

Quienes creen en Dios, no obstante, en el fondo saben que todo ocurre con el permiso de él, quien espera que la gente sea capaz de arrepentirse.

Estas calamidades no ocurren solo en uno o dos lugares, ni terminarán dentro de un día o dos, sino que se extenderán sobre un área cada vez mayor y serán cada vez más severos.

Durante este tiempo, surgirán, sucesivamente, toda clase de plagas, de insectos. 

Los desastres son cada vez peores en todo el mundo y se extienden por zonas crecientemente amplias. Los desventurados no pueden escapar y pareciera como si pronto fuéramos a tener sobre nosotros el fin de la existencia. 

La marcha del infinito se está revelando ante nuestros ojos. Dice la palabra que una vez que Dios haya salvado a todos los que pueda, destruirá este mundo depravado e inmundo con los grandes cataclismos.

Cuando llegue ese momento, las catástrofes se llevarán por delante a aquellos quienes no se hayan presentado ante Él, entre el llanto y crujir de dientes.

Orlando Peñaloza

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