Novela de Fernando Martínez Móttola: «La mala racha» vibra hoy, por donde se mire

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La novela La mala racha del conocido ingeniero de telecomunicaciones Fernando Martínez Móttola, gira desde que salió, por el mundo real y el virtual, porque conecta intensamente con una vivencia que desgarra cada vez más a la Venezuela actual. Aquí se cuenta, desde el corazón de un hombre honesto de alto rango profesional, el dilema de irse o quedarse, en estos años ya largos del gobierno instaurado en el país hace 16 años.

Esta obra producida por Fundavag Ediciones, la extensión cultural de la Fundación Rosa y Giuseppe Vagnoni, revela la otra vocación de Martínez, -quien tuvo altas responsabilidades en políticas públicas en aquellos años 90- con una creación sensible al presente, devenida al descubrir que no bastaba con hacer uno bien su trabajo, siendo un ciudadano distanciado de la realidad política y social, en medio de tantas demandas y problemas.

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“Estoy convencido de que, paradójicamente, en muchas ocasiones la ficción, al proporcionar un mayor grado de libertad para quien escribe, puede ser un instrumento mucho más eficiente para reflejar la realidad que un análisis pretendidamente científico y objetivo”, afirma el autor.

Con una historia impregnada de reflexión y afectos, el protagonista, su familia y su entorno bien parecen espejo de un drama vivo en Venezuela, en la tirantez de alma que lacera a bastantes familias, y gente de variadas edades, sembradas de ese conflicto doloroso; tal vez del mismo tamaño de las dudas y los temores de quedarse, arriesgándose cada vez más y sin certezas a corto plazo.

La mala racha, para quien la empieza, puede convertirse en equipaje de mano hasta terminarla: enseguida se intuyen allí respuestas y pistas que podrían calmar preguntas que laten y empujan hacia otro plan de vida, a ese duro camino de la inmigración.

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Desde su primera página, en esta nueva publicación de Fundavag Ediciones, la número 20 de su catálogo, se detecta la disyuntiva, recargada de razones palpitantes entre tantas personas: irse o quedarse.

La narración se desliza, con un lenguaje ondulante entre la sencillez y la intimidad, describiendo esa doble cara de la moneda, como grito silencioso o asumido plenamente: ambas opciones, peligrosas y desgarradoras, ocasionan cambios drásticos y revolcones de muchas vidas.

Esa confrontación interna de una u otra opción en Venezuela como nunca, la capta Martínez Móttola de manera vívida, mediante una historia que mantiene la tensión, las emociones y el suspenso de los mejores cuentos. Así se van recorriendo las casi 300 páginas de esta novela donde midiendo la vida, auscultando respuestas y buscando hasta consuelo, se permite el autor también adentrarse en la omnipresencia de un Estado devenido en juez y parte, que ha menoscabado la vida de unos ciudadanos, cuyos caminos va cerrando esa estrechez controladora, en los distintos ámbitos, hasta llegar a sembrar en los personajes, temores y desconfianzas sin precedentes que les empujan a situaciones extremas.

Una ventana, pero no única

Martínez Móttola piensa en La Mala Racha como “una ventana a la cual puedan asomarse personas en el presente o en el futuro, dentro o fuera de Venezuela, a fin de observar la vida de un sector significativo, no único, de la sociedad venezolana de nuestros tiempos”.

–La novela no pretende ser una historia política –precisa– sino, alternativamente, la historia de unos personajes comunes y corrientes, dentro de un contexto político y social. Su pensamiento, sus preocupaciones, sus frustraciones, sus miedos, sus motivaciones y sus esperanzas, se manifiestan a través de la historia de esta ficción, alrededor de un dilema central, característico de nuestros tiempos: quedarse o irse del país.

Hablo –continúa– del reflejo de lo que piensa una parte de la sociedad venezolana y no toda, porque estoy consciente de que los hechos transcurridos, al menos durante las dos últimas dos décadas en Venezuela, no han sido percibidos desde la misma perspectiva por todos.

Hemos vivido en un país dividido, apreciaciones contradictorias que no han logrado entenderse para lograr la convivencia necesaria. En algún momento la sociedad venezolana deberá reencontrarse, dentro de la diversidad, para poder salir del atolladero en que se encuentra”.

Su final sorprendente nada rosa, rescata la fuerza de las raíces, de los móviles de vida valederos aún en medio del dolor, y recuerda cuán incompleta podría parecer a veces; pero que es en esos valores humanos universales aunque con altos costos, donde vale la pena vivir la vida. ¿Es exorcismo la historia? ¿Es terapia, testimonio? Tal vez todas estas y otros poderes del placer de la literatura venezolana, de caudal crecido en estos últimos tiempos.

 

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