Píntame un Bolívar negro

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Campana en el Desierto

Diré esto con responsabilidad y conciencia: Hugo Chávez -lo cito con nombre y apellido, para que la expresión sea inequívoca, cabal- escogió la peor forma de ser bolivariano. Es un mal bolivariano y, en muchos sentidos, acabó siendo un perfecto antibolivariano.

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Porque su exaltación, lejos de honrar al Libertador, lo difama. Lo deforma. Lo vacía. Al menos ante quienes creen en su palabra, y en sus necias exhibiciones, lo disminuye y profana. Está claro que no es un homenaje digno de la gloria de Bolívar, usarlo como excusa para dividir y estigmatizar a los venezolanos. Hacer eso precisamente con Bolívar, que consagró su vida a la lucha por nuestra libertad y justo hasta sudar todas sus agonías y tristezas, lejos de su patria, como ahora hay tantos, abogó en sus fiebres por la unión de los pueblos que emancipara su espada.

¿Con qué derecho se arroga el “Bolívar éste” de la propaganda oficial, la exclusiva herencia del legado bolivariano? ¿Por qué nos deshereda? ¿En cuál desconocida batalla se agenció tales laureles este soldado sin épica, este Ulises sin odiseas? ¿Qué extraña virtud convierte al despachador de anécdotas en el primer bolivariano; y en apátridas, o lacayos, a quienes, pese a nacer en este suelo, o haberlo escogido como su amoroso terruño, se aferran a la decorosa lucidez de no seguirlo? Más grave aún, ¿cómo es que por lo menos la mitad de los habitantes del país, reacios a volverse socialistas no obstante sus amenazas de 14 años, por obra de su personal decisión dejaron de ser venezolanos? Ni el megalómano incurable de Antonio Guzmán Blanco se atrevió a tanto, aunque con un punto coincidente en la oscura historia de ambos personajes. El “Ilustre Americano” puso a circular el bolívar como nuestra moneda. Chávez, para aventajarlo, hace del bolívar un bolívar fuerte, que devaluó, por cierto, la misma semana en que le da al Libertador su “verdadero rostro” de photoshop. No deja de ser un abuso proclamar todas estas aberraciones en nombre de Simón Bolívar, con su retrato detrás, puesto a otorgar, en silencio, como si el héroe en su solemne e imperturbable mudez convalidara sin más opción cada uno de sus espectaculares disparates.

Ni toda la conjurada antipatía de Francisco de Paula Santander (Bolívar lo llamaba “Casandro”), quien un buen día invitó a reunirse en Casanare a “todos los granadinos para liberar nuestra patria, y abatir el orgullo de esos malandrines y follones venezolanos”. Ni toda la irreverencia de Manuel Caballero, machacón en eso de ver a Bolívar como una momia, como el “gran muerto”. Ni toda la tinta destilada por un Germán Arciniegas, quien además, se permitió decir cosas tan hermosas como ésta, que lo reivindican: “El libertador llega a ver ese relieve como si el sol golpeara en sus perfiles. Su oído se enamora de las palabras que el pueblo no pronuncia, porque el pueblo suele hablar por la voz del silencio”. Ni tampoco la forma de tasar a Bolívar que asume Guillermo Morón, quien no puede percibirlo sino como un hombre común, no como un semidiós. Nada de todas esas crudezas o malquerencias juntas desfigura con tanto poder corrosivo la imagen de Simón Bolívar, como la propensión a manosear sus huesos y su nombre, en adoración tan perturbada, falsificante y disociadora. Y ponerlo a decir lo que jamás Bolívar corearía, como si faltara poco para que con todas sus galas se levantara a aplaudir y a gritar, él también: “Un, ah…”, como ocurre con la jerarquía militar, como ocurre con los magistrados del TSJ. Y, encima, se pretende que el Libertador olvide, dentro de su ideario, sentencias tan incontestables como aquella que deslizara en 1819 en su discurso de Angostura, frase que el excéntrico alumno, a punta de dólares, daría cualquier cosa por tachar: “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder”. La puntual reflexión de Bolívar, jamás repetida en cadena alguna, en el sentido de que de allí, de esa larga permanencia en el poder, ¿hasta el 2000 siempre?, eh, se origina nada menos que la usurpación y la tiranía, retrata al simulador. Lo delata.

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Desde siempre se había clamado por que Bolívar bajara de sus caballos y abandonara la rigidez de sus bronces, para hacerse un Bolívar de carne y hueso. Eso impone verlo a través de una mirada desprejuiciada. Basta leer a José Rafael Sañudo, o las memorias del general franco alemán Henri Louis Villaume Ducoudray Holstein, para penetrar los velos de divinidad que le fabricó la devoción de los tiempos. Este general, que formó parte del estado mayor de Napoleón, se sumó en 1814, en Nueva Granada, al ejército del Libertador. Con él sostuvo íntima amistad, al punto de compartir cuarto. Lo respetó y acató, pero su admiración, que debió ser profunda, sincera, no le impidió registrar el perfil real de Bolívar. Lo rápido que pasaba de un arranque de cólera a una actitud pasiva, y hasta sumisa. Su aspecto “salvaje y oscuro”. El poco tiempo que le dedicaba al estudio de las artes militares. Su tendencia a no ridiculizar de frente, jamás, a un hombre de carácter. “Su cara es larga, sus mejillas son huecas, su color de piel es de un bronceado amoratado”. Su loca pasión por el baile, y por el sexo, en cuyos desfogues el edecán de servicio tenía siempre la misma celestina disculpa ante quienes acudían ante el genio, a discutir algún asunto: “Su Excelencia está profundamente ocupado en el momento y no puede ver a nadie”.

Es más fácil sentir fascinación por un Bolívar retratado así, esculpido así en sus grandezas y miserias, que ante la estampa arrojada por el escáner. El Bolívar del show. El del afiche. El camarada. El de los huesos expuestos. El Bolívar forzado a confirmar una revolución que lo desmiente. El héroe que murió con camisa prestada, aclamado allí por una cohorte de adulantes enriquecidos con grosera e impune avaricia, todo en nombre de la revolución bolivariana.

El colmo de esta falsificación es celebrar a Bolívar por su “nariz afroide”, por “sus pómulos indígenas”, por el hallazgo de que era mestizo, más en función de un resentimiento, de un ajuste de cuentas en lo social, que para exaltar el milagro del mestizaje, en el decir de Arturo Uslar Pietri, como una “mezcla fecunda” que llega a ser “uno de los grandes hechos culturales de la historia”.

Ahora resulta que Bolívar no murió envenenado por la oligarquía colombiana, como gritó quien pretende estar “largo tiempo en el poder”, cuando se peleó con Álvaro Uribe. Ahora resulta que al parecer tampoco nació un 24 de julio, ni en Caracas. Ahora resulta que el sobrino predilecto de Bolívar, Fernando, fue un “hombre de muy mala conducta”, “un cobarde”, un “corrupto”. La culpa pudo haber sido del propio tío, tan protector, quien lo envió a los 12 años a estudiar a los Estados Unidos, en la Universidad de Jefferson, uno de los padres fundadores del Imperio, y hasta escribió, de su puño y letra, en carta al general Carlos Soublette, el “Método que se debe seguir en la educación de mi sobrino Fernando Bolívar”. Incluyó asignaturas como los idiomas modernos, el derecho romano, estadística, astronomía, química, botánica. Y una, que pareciera escrita por un cierto “sobrino octavo”, que tanto atormenta por estos días al candidato a la perpetuidad. Palabras de Bolívar: “Sobre todo, recomiendo a usted inspirarle el gusto por la sociedad culta donde el bello sexo ejerce su benéfico influjo; y ese respeto a los hombres de edad, saber y posición social, que hace a la juventud encantadora, asociándola a las esperanzas del porvenir”.

Parecen cosas de un oligarca.

Repiques

Esta caricatura pertenece a la polaca Pawla Kuczynskiego, nacida en 1976. Desde 2004 produce ilustraciones satíricas, sobre temas sociales, y ha recibido 92 premios y distinciones

Leído en Twitter:

@Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”. Desmond Tutu

@iFrases Geniales: “Las palabras de los demás sólo te afectarán si tú lo permites”

@prodavinci: “Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda”. Martin Luther King

@RicardoBulmez: “El rostro digital de Bolívar. Y, ¿no es más importante el rostro humano de los habitantes de Venezuela?

@JoseAVega: “En octubre la mayoría de los venezolanos le cambiaremos el rostro a la Presidencia”

¿Qué fue lo que escribió Carlos Marx acerca de Simón Bolívar en carta a Engels, el 14 de febrero de 1858? Veamos: Bolívar es el “canalla más cobarde, brutal y miserable”. ¿No quedamos en que era la oligarquía la que “tanto odia a Bolívar”?

La violencia en Lara llega a límites intolerables. Aquí la vida vale poco menos que nada. Y un vocero policial tuvo la desfachatez de decir que la muerte de los funcionarios se debe al “éxito” de las políticas de desarme. ¡Tremendo éxito!

Otros mensajes de aliento:

“Tu campana tiene la particularidad de repicar en la conciencia ciudadana. Conviertes al desierto de la indiferencia, en espacio fértil para cultivar la vida”. Alexander Cambero

“Rezamos el rosario todas las noches y te tengo presente porque lo que estás haciendo es muy loable pero también muy peligroso”. Javier Alvarado

“Qué vaina para los gobiernos los periodistas como tú, escribidores diarios de la historia… Qué vainón para la mentira…tus campanadas!” Un abrazo, Víctor M. Barranco C.

Ramón Guillermo Aveledo, secretario general de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), pidió no confundir entre “cliente” y “amigo”, después de que el ministro español de Defensa, Pedro Morenés, llamara “gran amigo” a Hugo Chávez.

“Si quieres ser ave vuela, si quieres ser gusano arrástrate, pero no grites cuando te aplasten”. Emiliano Zapata

El más reciente chasco de la carroza en El Valle, Caracas, es un indicativo de cómo están las cosas, más allá de las encuestas. El acto fue pospuesto varias veces. Cuando al fin se realizó, la asistencia no pudo ser más escuálida, y fría, acompañada de cacerolas. Y poco después de recogidos los bártulos transportables, bajo los influjos del alcohol se formó una trifulca que dejó como saldo dos muertos.

Me aseguran que el general Jorge Enrique González Arreaza salió del Core 4 de la Guardia Nacional porque después de que en la cárcel de Uribana resultaran heridos dos de sus hombres y se descubrieran 16 túneles, pensaba tomar ese centro penitenciario, para poner orden. Lo llamó por teléfono la ministra Iris Varela y le dijo que estaba destituido.

 

 

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