Juntos una vez más, reunidos en la Catedral de Barquisimeto luego de recoger las vivencias y enaltecer su fe en las Jornadas Mundiales de la Juventud de Río de Janeiro, los jóvenes larenses que acudieron al llamado de misionar en este multitudinario acto, ofrecieron una misa de acción de gracias, a fin de agradecer a Dios por las experiencias y aprendizajes adquiridos.
El lema de la JMJ 2013 era “Id y haced discípulos entre todas las naciones” (Mt 28, 19), una frase que se quedó en el corazón de los jóvenes larenses, quienes al inicio de la eucaristía entonaron al unísono el himno de la jornadas.
“Cristo nos envía a ser misioneros”, retumbaba en el templo, al tiempo que el padre orionista Sergio Ochoa, explicaba a los asistentes la importancia de profesar la fe y el mensaje de Dios en el mundo, en sus comunidades y entorno.
“Debemos ser misioneros permanentes en todos los rincones donde estemos. Los jóvenes estan invitados a profesar la fe y a no tener miedo de expresar su amor a Cristo”.
La Jornada Mundial de la Juventud, como fue denominada a partir de 1985, continúa siendo un acto para mostrar al mundo el testimonio de una fe viva, transformadora y deja ver el rostro de Cristo en cada joven.
Juntos en la Fe
Las experiencias de cada uno de estos muchachos quedará en su espíritu por siempre. Amor al prójimo, humildad, unión entre hermanos y sobre todo la premisa se ser misioneros, son parte de lo que hoy comparten en su llegada al estado Lara.
Xiomara Guarecuco, coordinadora nacional y regional de los voluntarios a las JMJ 2013, destacó que una de las enseñanzas que más le quedó en el recuerdo fueron las palabras del Papa Francisco, su humildad y caridad. “Nos transmitió su esperanza, nos pidió que rezáramos por él y eso nos dejó una gran enseñanza de humildad. Necesitamos rezar por nuestro prójimo”.
También Edith Ramsbott, quién por primera vez acudía a las JMJ, destacó que la experiencia es única. “Fue inolvidable, aprendimos a compartir, a valorar lo que de verdad tenemos aquí. El Papa nos invitó a hacer lío, dejarnos sentir desde el punto de vista positivo. Vale la pena seguir a Cristo, no nos deben robar la esperanza, somos jóvenes y eso nadie nos lo puede quitar”.
Asímismo, Ana Karina Corona, peregrina de la JMJ, expresó que las jornadas son una experiencia enriquecedora. “Debemos vivir el evangelio y compartirlo en nuestro entorno. La iglesia debe ir a la cabeza de los tiempos y el joven católico debe atreverse a muchas cosas y no tener miedo de gritar al mundo que ama a Jesús, a su iglesia y trabajar por mantener viva la fe a través del ejemplo y dar a conocer a Cristo en nuestro día a día.”.
Una de las voluntarias de las JMJ, María Inmaculada Castellanos, relató como entre dificultades y mucho trabajo, las jornadas forman parte de una vivencia que deja a su paso una gran satisfacción.
“Pudimos estar cerca del Papa, conocer a cientos de personas de diversos países que teníamos un objetivo común, conocer y vivir de cerca las enseñanzas de Cristo en un evento lleno de alegría, unión y arduo trabajo. La acogida de los brasileños fue hermosa y el voluntariado nos dejó muchos aprendizajes”.
Testimonios de esperanza
Más allá del hecho de estar en otros países, con sus encantos turísticos, la participación en las JMJ requiere un cuerpo preparado para la peregrinación y un corazón abierto para las maravillas que Dios tiene reservado para cada uno. Son catequesis, testimonios, acciones, ejemplos de amor al prójimo y a la iglesia, festivales de música e actividades culturales.
Al final, un encuentro de corazones que creen movidos por la misma esperanza de que la fraternidad en la diversidad es posible.
Jesús Gómez, uno de los peregrinos larenses, recordó las experiencias inesperadas, momentos únicos que incentivaron a los jóvenes a participar somo soldados de Jesús.
“El amor de Dios en los peregrinos nos invita a actuar. Ningún peregrino regresa siendo el mismo, los aprendizajes son infinitos”.
