Arquidiocesana: “Confiemos siempre en Dios”

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“Y como empezaba a hundirse, grito: ¡Sálvame, Señor! Al punto, Jesús le tendió la mano, lo agarro y le dijo: hombre de poca fe, ¿Por qué has dudado? (Mt. 14, 30-31).
El hombre que tiene que vérselas con la vida y con sus peligros, necesita apoyo, en que afianzarse, refugio dónde protegerse, tener confianza, sentir seguridad.

Desde el inicio de la vida humana se plantea este problema, y Dios es la respuesta.
Dios, al prohibir al hombre comer el fruto del árbol que está en medio del jardín, lo está invitando a afianzarse en Él, a fin de que pueda discernir el bien, del mal.

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Creer en la Palabra Divina, fiarse de la sabiduría de Dios, y renunciar a la falsa sabiduría del egoísmo; es también tener certeza en la omnipotencia del creador.

La confianza en Dios, es más inquebrantable, cuanto es más sincera, transparente y profundamente sencilla.

No obstante, ese confiar, no es ignorancia de la maldad de este mundo, y mucho menos puede confundirse con ingenuidad. Se trata de reconocer que todo se lo debemos esencialmente al poder y la misericordia de Dios, quien nos quiere y nunca nos abandona.

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Por eso Judith dijo: “a los jefes de Betulia, oídme. No han salido felices vuestras palabras, pronunciadas hoy ante el pueblo: habéis jurado entregar la ciudad a nuestros enemigos si Dios no viene en nuestra ayuda, en estos días. ¿Quienes son ustedes para así tentar a Dios, y colocarse por encima de Él, delante de los hombres?… pero ustedes no jueguen con la voluntad del Señor, nuestro Dios, como si fuera hombre, para ser amedrentado, ni como un hijo de hombre, para rendirse. Por esto, en espera de que nos salve, pidamos su ayuda, y si le parece, escuchará nuestras súplicas” (Judith 8,11-17).

Es lo que expresan los salmos: “En tu amor confío (Sal 13,6), “Dichoso el que se refugia en Él” (Sal 2,12).

Jesús, plenamente confiado en su Padre, vence el mal y a la muerte misma.

El discípulo de Jesús, apoya su fidelidad, en la fidelidad de Dios. Es esta una esperanza, que sostiene el creyente, en las horas de crisis, “no te dejaré, ni te abandonare”, de suerte que podamos decir con confianza: “El Señor es mi auxilio, no temeré, ¿Qué podrán hacerme los hombres? (Hebreos 13,6) nada nos separará del amor de Dios… quien nos hace fuertes, decididos y constantes en la prueba, de manera que todo contribuye, para nuestro bien.

Por eso cuando caminemos sobre las aguas debemos sostenernos con firmeza, con inteligencia, con decisión para llegar a las metas, apoyados en la fe y no hundirnos. Eso sucede cuando nos toca caminar sobre las aguas de la verdad, frente a los remolinos de las mentiras; cuando nos movemos en las aguas de la justicia, frente a las amenazas y chantajes del poder malentendido, o cuando andemos sobre las aguas de la fraternidad frente a las mezquindades de la manipulación y la incomprensión. Es necesario sostenerse firmemente en la confianza del Señor, porque Él es nuestro Pastor y nada nos puede faltar, ya que de lo contrario nos podrá decir al ver nuestro miedo: “Hombre de poca fe, ¿Por qué has dudado? La fortaleza es una gran virtud cristiana.

El perdón como motor de esperanza

VATICANO, 09 Ago. 17 / am (ACI).- El Papa Francisco dedicó la catequesis al perdón y recordó que “desde el inicio de su ministerio en Galilea, Jesús se acerca a los leprosos, a los endemoniados, a todos los enfermos y los marginados”.

También aseguró que “nos hace bien pensar que Dios no ha elegido como primera amalgama para formar su Iglesia a las personas que no se equivocan jamás. La Iglesia es un pueblo de pecadores que experimentan la misericordia y el perdón de Dios
…Jesús abre los brazos a los pecadores. Cuanta gente perdura también hoy en una vida equivocada porque no encuentra a nadie disponible a mirarlo o verlo de modo diverso, con los ojos, mejor dicho, con el corazón de Dios, es decir, mirarlos con esperanza. Jesús en cambio, ve una posibilidad de resurrección incluso en quien ha acumulado tantas elecciones equivocadas. Jesús siempre está ahí, con el corazón abierto; donando esa misericordia que tiene en el corazón; perdona, abraza, entiende, se acerca… ¡Eh, así es Jesús!

… Dios regala la misión más bella del mundo, es decir, el amor por los hermanos y las hermanas, y el anuncio de una misericordia que Él no niega a ninguno. Y esta es nuestra esperanza. Vayamos adelante con esta confianza en el perdón, en el amor misericordioso de Jesús.

Evangelio

Mateo (14,22-33): Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.» Él le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.» En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?».Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

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