Crónicas de Facundo 01-04-2012

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Ratzinger, un Papa fundacional

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La visita a América de S.S. Benedicto XVI escribe páginas perdurables. Nos muestra al sucesor de Pedro en su admirable densidad como pensador y apropiado guía para un tiempo que – el actual – reclama de fundadores y no solo realizadores. De origen alemán, rostro calmado, ejerce antes como catedrático de teología y sobre dogmas e historia en las prestigiosas Universidades de Bohn, Münster y Ratisbona.

Llega, pues, en hora propicia y hecho para nuestra hora; aun cuando nos deslumbre aún el carisma y proximidad humana de su antecesor, el beato Karol Wojtyla.

Tentados por las urgencias, ahítos de afectos y orientaciones leales dentro de un mundo en el que pugnan la sobreabundancia de informaciones sin rostro con los intentos de una Inquisición estatal neomoderna integrada por censores ideológicos, quienes hacen de la mentira fundamento del poder, muchos desean ver a Joseph Ratzinger ex comulgando al Comandante Chávez o a los hermanos Castro. !Pero Benedicto XVI ve y nos pide otear más allá del vértigo propio a la generación digital en boga, trastornada por Estados y caudillos quienes son la última y accidental expresión de un tiempo ya ido!

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Al pisar suelo mexicano y al despedirse con afecto desbordante hacia su gente, le expresa calidez a las autoridades sin dejar de recordarles el desafío que les plantean la violencia y el narcotráfico, y la exclusión social que aún aqueja a densas capas de la nación azteca. Mas, persuadido de la realidad cubana, a su gobernante y colaboradores lacónicamente les agradece el trato respetuoso que le dispensan. No intenta corregirlos. Fija su atención discursiva en el pueblo presente, en los presos políticos y en los exilados ausentes.

Los invita a transitar el futuro de reconciliación que les espera a la vuelta de la esquina, por imperativo de la historia. Brega por los espacios de actuación de la Iglesia y a cada cubano le pide mirarse en la tarea que le espera y es obra de su quehacer, sin distraerse con las realidades que le opriman.

Benedicto XVI – basta leer sus escritos fundamentales previos al pontificado – entiende su momento a cabalidad.

Juan Pablo II trilla con las fuerzas que pugnan en el instante en que la misma historia total llega su final, en 1989. En CentesimusAnnus revela cómo es posible que en paz ceda el comunismo, adversario decidido a no dejarse doblegar por los principios morales. Muestra el ejemplo de Polonia, cuyo pueblo une su sufrimiento por la verdad y la libertad al sufrimiento igual de Cristo, lo que le permite advertir sobre lo estrecho del camino hacia la paz; que «se sitúa entre la mezquindad que cede al mal y la violencia, que creyendo combatirlo, lo agrava». Su misión apostólica, por ende, la transita con firmeza y sin descanso, pero sin atropellos, apoyado en la fuerza de su imagen.

Papa Benedicto entiende que los residuos de mal mencionado hoy son eso, meros residuos. Advierte llegado el momento de la fragua de otra historia que reivindique la «inmortalidad» de la persona. Constata el desencanto con el comunismo y la ausencia de optimismo en el capitalismo sobreviviente.

La gente – escribe Ratzinger – afirma en el vacío de transición la muerte de Dios, dado el relativismo que todo lo permite, hasta las más aberrantes degradaciones de la dignidad humana. Pero a la vez y otra vez aquélla se pregunta, angustiada y agobiada por el atropello contemporáneo, por Dios y por la verdad y en cuanto al sentido de la libertad.

A los mexicanos y cubanos los confirma así en la fe. Y nos pide a todos mirarnos a nosotros mismos; redescubrirnos como un don de la vida, pues somos seres humanos dotados de razón y llamados a la trascendencia en el amor de los unos hacia los otros, por inútiles que juzguemos nuestros diarios esfuerzos en un continuo histórico que es multimilenario.

Ratzinger – como lo reclama el fallecido ex presidente checo, Vaclav Havel – demanda amor alejado del engaño, sirviendo a la verdad: Caritas in veritatis. «Si no hay verdad acerca del hombre, el hombre no tiene tampoco libertad», recuerda en su libro Fe, Verdad y Tolerancia, antes de agregar que «sólo la verdad hace libres».   

Atento al momento de refundación que vive la Humanidad en su cruce de culturas y de civilizaciones varias, sugiere, paternalmente, volver al Decálogo, por ser la «fuerza genuinamente liberadora de la historia humana».

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