Crónicas de Facundo 13/05/2012

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El Consejo de Regencia

El Comandante Presidente corre hacia adelante para que no lo prendan las graves e implicantes declaraciones de su colega de armas, Eladio Aponte Aponte; su amigo desde los tiempos de Cararabo y a quien le paga bien con la Presidencia de la Sala Penal del Tribunal Supremo de Justicia.

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Y allí lo pone luego para hacer todo cuanto ha hecho y confiesa éste para vergüenza y deshonor de la República. Cuando menos, cabe admitirlo, Aponte acepta públicamente que ha de vivir horas aciagas y pagar por sus  muchos delitos al frente de la Administración de Justicia. Los demás, por lo visto, medran anegados por la cobardía y el desafío.

En comandita con su colega presidenta del TSJ y la titular del Ministerio Público, y todos como instrumentos de aquél, el mismo Aponte condena a inocentes y persigue a los adversarios de una revolución de pacotilla, hoy desnuda como lo que es y ha sido, mafiosa y coludida con el crimen. Lo que es peor, construida bajo la forma de un narco estado que se alimenta y ceba con la violencia de los más jóvenes o los más pobres entre los venezolanos y les dice que así es la verdadera democracia. El pacto que se firma con las FARC en 1999, a través del Capitán Ramón Rodríguez Chacín, da sus frutos diabólicos y se desnuda 14 años más tarde. De allí que la cifra anual de víctimas de homicidio – ajustes de cuentas – sea de 19.000 y algo más, todas ellas de «hijos de la patria».

El anuncio del establecimiento del Consejo de Estado sirve al propósito presidencial, a la huida pues. Pero a la vez muestra lo débil o confundido que se encuentra, no sólo por sus dolencias físicas, el paciente predilecto de los hermanos Castro. Aponte le baraja las cartas sin preaviso. Se dice traicionado por los suyos en medio de la vorágine que consume al gobierno ante la ausencia del Comandante Presidente, a quien ahora obliga a dar marcha atrás. El pacto sellado con Rangel Silva y Cabello se le viene al piso y ahora debe confiar, para lo sucesivo, en unos civiles quienes le sirven durante su mandato con zorruna dedicación, en lo particular J.V. Rangel y el inefable Roy Chaderton Matos.

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Por lo pronto siguen los agravios e insultos del dictador hoy enfermo hacia sus adversarios al apenas llegar a Maiquetía para otra visita que nos dispensa. La agenda política permanece contaminada, pues el asunto del manoseado retiro de Venezuela de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la creación innecesaria del abúlico y citado Consejo de Estado, no bastan para atenuar el horroroso destape de los jueces supremos.

Todos los venezolanos, debo repetirlo, sabemos del tremedal y lodazal en los que nos encontramos y lo sabemos desde hace mucho. Pero en el fondo, todos a uno – afectos y desafectos al chavismo – buscamos atribuir la realidad sabida a meras trastadas entre políticos mendaces, de uno y otro bando. Pero lo de Aponte desborda e intoxica, es terminal. Lo de esperar, si acaso tuviese las manos limpias el responsable de todo este desaguisado, el propio Presidente de la República, cabe su rectificación a fondo o su renuncia,  y la fumigación urgente de su entorno en los distintos poderes públicos coludidos. No obstante, según lo dicho, opta por hacerse el loco. Desvía la atención hacia el asunto de su eterno pleito con la Comisión Interamericana y al indicado Consejo de Estado, que es en propiedad un Consejo de Regencia llamado a atenuar el efecto devastador que implica el vacío de poder creado por la enfermedad del inquilino de Miraflores y lo confesado por Aponte.

El asunto es que la sustitución de los militares designados ha poco como cabezas del «interinato presidencial» por hombres de levita, una vez  señalados los primeros de sus vínculos estrechos con el negocio internacional de estupefacientes, se vuelve arena entre las manos. No más concluye Aponte su relato llega otro ex juez supremo de apellido Alvaray y fama cuestionada, señalando con el dedo al epígono del órgano constitucional de asesoría recién creado. Lo involucra en el asesinato del Fiscal Danilo Anderson, como indicando que no queda hueso sano dentro de la revolución. Hasta el excanciller y ahora embajador en la OEA – amén de diputado latinoamericano, integrante del Consejo de Estado, y vaya usted a saber cuántas cosas más – apenas dice sandeces cuando se le pregunta por el retiro venezolano del sistema de protección de nuestros derechos humanos: «Nos libramos de la dictadura», afirma.

¡Y es que, en efecto, tal es el grado de amoralidad que invade al Estado venezolano que sus ocupantes buscan librarse de cualquier atadura que los mantenga anclados en el puerto de la decencia y de la Justicia¡ ¡La dictadura de la ley y la libertad mal se aviene con la vida disoluta de quienes abusan del poder con saña criminal!

A los venezolanos de bien, que son la mayoría, les queda la difícil pero única alternativa de sostenerse en sus prácticas de civilidad, para no hacerle el juego a las prácticas de corrupción que revela el juez Aponte. Pero no es fácil. Es sacrílego para el deber ser y la moral democrática, por decir lo menos, imaginar que bajo las reglas de la misma democracia y apuntando al voto de las mayorías, es legitimo debatir entre la vigencia del delito o nuestra vuelta a la legalidad, como opciones igualmente válidas y constitucionalmente tutelables.

¡Dios y la Virgen iluminen el camino de Venezuela!

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