Espada de Damocles

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El régimen alega que la OEA engavetó el Informe Almagro, y dice que se cubrirá de telarañas. Con él coinciden comentaristas dedicados a dividir y desanimar al electorado democrático.

Apenas miran la punta del iceberg diplomático. La OEA jamás tuvo intención de suspender o “castigar” a Venezuela. El voto para poner el Informe sobre la mesa hemisférica fue apenas un escarceo que midió fuerzas más allá de la propia OEA.

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Veinte naciones con casi 880 millones de habitantes lo validaron como documento oficial. El régimen solo logró 3 votos fuera del ALBA (República Dominicana, Haití y El Salvador) para impedirlo.

Los 11 votos negativos vienen de países que suman apenas 61 millones de personas. Incluyen cinco islas caribeñas cuya población total equivale a la heroica Nueva Esparta: Dos de ellas con menos población que la isla de Coche.

La OEA debió quedar de mediadora institucional para equilibrar los intentos de la Unasur, pero tiene el rechazo a ultranza del régimen.

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Con igual resolución, una oposición democrática reforzada y legitimada repudia a cierto mandadero que por decencia debería retirarse; y mantiene inmutables y no negociables el revocatorio y la libertad de los presos políticos. No acepta que le impongan “mediadores” sin su beneplácito.

La Unasur es hoy un club muy distinto del que nombró al actual trío mediador. Nueve de sus doce miembros votaron para incorporar el lapidario Informe Almagro. La canciller inmediatamente voló a Surinam, quizás pidiendo cuentas al polémico Bouterse por voltearse.

Allí solo le quedan dos incondicionales: Correa, con el sol a la espalda, y Morales. El Canciller brasilero Serra ya puso lupa a la “imparcialidad” de Ernesto Samper, muy diestro arbitrando sin principios éticos y entre carteles.

Si Zapatero se retira, la Unasur podría nombrar reemplazos aceptables a las dos partes; y la democracia hoy tiene allí más músculo que en la propia OEA, y mucho más que en la ONU, para donde el régimen quisiera llevar las cosas. ¿Se atreverán los enchufados a repudiar a una Unasur que ya no sea tan dócil?

El testimonio de la Secretaría General permanece vigente y latente como poderoso elemento probatorio en cualquier proceso diplomático o judicial, incluso en La Haya. Es una espada de Damocles que pende cada vez más cerca de altos capitostes del régimen.

Si eluden revocatorio, liberación y negociación, esa letal arma por ahora enfundada en una gaveta puede salir a espantarles como testimonio decisivo en un eventual juicio interno o externo … o como valiosa ficha en manos de una oposición “magnánima”.

Antonio A. Herrera-Vaillant

[email protected]

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