Extrabases 01-02-2013

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CARDENALES perdió su primera final (75-76) ante los Tigres de una manera inimaginable. Armando Rodríguez confiscó el partido cuando se acercaba el out 27 en Barquisimeto. Era el séptimo juego y los crepusculares habían llegado a la instancia decisiva del torneo luego de diez amargos años en la liga. Quedó la marca del sufrimiento. Hubo careos hostiles contra el Caracas en la arrancada de los 80, pero aquellos Leones resultaban inexpugnables. Ganaban de abuso aunque la tropa roja se ufanaba de traerse los mejores importados de Toronto. En la 83-84, Zulia viajó a Puerto Rico tras pasar la escoba en Barquisimeto e imponerse 4-1 en la serie… SÉPTIMO aciago aquel de la 89-90 cuando los melenudos reactivaron su dominio. Domingo Carrasquel estaba al mando y fomentó en el club un estilo de trabajo y una vocación de triunfo que alcanzarían el éxito en la siguiente zafra. Fueron seis careos. Por fin, tras 26 años de angustia, se alzaba el trofeo, 1-0, en Barquisimeto, esa noche en que la ciudad vio el amanecer en una fiesta sin par. También en siete se perdió ante Magallanes en la 95-96, una vez que el club rojo estaba en ventaja 3-1 en la serie. Y dos años más tarde (97-98) el segundo campeonato se alcanzó en Caracas frente a los duros leones de la época. En el séptimo choque Robert Pérez la botó para empatar a tres, Scott Pose dio la ventaja 4-3, Luis Sojo aportó otra con sencillo y Álex Delgado dos para arribar a siete… CUANDO se llega al máximo de siete las tensiones tocan los límites. Esta vez, en la campaña que acaba de pasar a los libros, el tatuaje será perenne, más no habrá sentimientos de impotencia. Cuando se libra una pugna a ultranza y se entregan todas las energías la derrota es más asimilable.
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PABLO Sandoval impidió que su nave naufragara. Es un fuera de serie. Una derrota de Magallanes se habría encajado de manera diferente. Todos los equipos se arman para ganar en cada temporada, eso es obvio. Pero el bando navegante estructuró un combinado que no avizoraba la derrota. Una caída habría tumbado cabezas. El porteño, capaz de darle a una bola por los cielos o por la tierra, concretó esa dupla formidable de lauros. MVP allá y aquí. Tuvo un liderazgo guerrero, implacable. Quizá era más barato ponerlo en primera que trabajarlo en el plato, así como muchos mánager de Grandes Ligas terminaban haciéndolo con Barry Bonds en su año “esteroidado” de 73 jonrones… SI cualquier aficionado cardenal analizaba el enfrentamiento por lo que decían los números quizás terminaba intimidado. Chávez, Andrus, Sandoval, Rivera, Giménez, Alfonzo, Carrera, Maldonado. Todos están o han estado en el máximo estrato del béisbol. En el pitcheo las distancias se hacían mayores, los desniveles acentuados… NO hay, empero, un medidor de coraje, o de orgullo o de vergüenza. Eso hizo que este cierre de campaña 12-13 fuera inolvidable. Magallanes recurrió al poder que estaba encerrado. Furia jonronera contra unos tiradores que sintieron el peso de las diferencias y, probablemente, los efectos del ambiente. Los marinos sortearon los vientos recios del “Antonio Herrera” y se hicieron fuertes en su casa valenciana. Luis Jiménez, legítimo producto de los valles bobareños, se encargó de llevar la voz cantante tratando de demostrar lo contrario. Un par de morteros suyos fueron la respuesta a una avalancha de cinco jonrones. La diferencia es que los toleteros hoy campeones despertaron a tiempo. Lara se quedó aguardando por Retherford y Mejía, de cuyos maderos sólo eran necesarios un par de hits oportunos para hacerse con el gran lauro. El cansancio fue factor preponderante. Los bates les pesaban el doble. El instinto de Pedro Grifol puso a Oswaldo Navarro en juego por Retherford. El maracayero colocó un nudo en la garganta magallanera al acercar la pizarra 11-9 en el noveno con un jonrón que nadie esperaba. Quien hubiera sabido para ponerlo antes, dirán algunos.
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BLINDADO, legítimo campeón, Magallanes fue favorito de punta a cola. Buena gerencia sin dudas. Lograr que tantas estrellas iluminaran su lineup fue un acierto sin par. Magníficas adquisiciones como Carlos Zambrano y Gustavo Chacín consolidaron un pitcheo severo, profundo. Del otro lado nunca hubo una rotación definida entre octubre y enero. Se nadó contracorriente y allí están los méritos del capitán. En la final los abridores andaban entre interrogantes. Quizás Lara debió tomar de una vez a su segunda sustitución, a un Ramón Ramírez por ejemplo. Fue un verdadero acierto conseguir a Yohan Flande y Máximo Nelson, factores cumbres para impulsarse tan lejos. Hacen falta abridores criollos. Hay que tener figuras nativas en el montículo, tarea pendiente en la divisa, aunque no es menos cierto que ahora las limitaciones acosan. Los peloteros son propiedad ajena. Aquí vienen prestados… MIENTRAS el bando marino tenía para escoger, Pedro Grifol, exitoso aprendiz de mago, administraba la escasez en su pitcheo. Los bateadores hacían el trabajo y a fuerza de toletazos se ganaron cinco encuentros en la última semana del round robin para colarse por los palos y entrar a la cita cumbre. Los Sánchez, Castillo, Medina, Jiménez (César y José), Moreno, se multiplicaron, pero en los dos últimos encuentros el tanque se quedó vacío. Máximo Nelson y Raúl Rivero no pudieron aguantar la artillería rival. Sandoval y su tropa mandaron en un partido rifado que Cardenales tuvo a tiro de un batazo. Arañó la gloria.
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HOY arranca la Serie del Caribe. El Magallanes que alcanzó el campeonato no guardará parecido con el que saldrá al primer cotejo en Hermosillo. Sus astros se van casi todos. No es consciente que un club se titule a medianoche, reciba la copa de madrugada, celebre inexorablemente hasta el amanecer y pocas horas después tome un avión en Maiquetía para volar nueve horas, trasnocharse y bajarse casi directamente hacia el estadio por allá bien lejos en México. Razonable que muchos se nieguen a tal travesía. Imagínense cómo habría hecho Cardenales, más alejado todavía del sitio de embarque… ESTA es una tarea pendiente de la LVBP, pero no la única. Hay condiciones de campeonato que deben aclararse y hasta modificarse. Posiblemente el formato de postemporada sufra alteraciones. Limitar las contrataciones en el Caribe trata de evitar un duelo de billetazos, pero esa no es una buena razón definitiva. Debe regularse el uso del sonido interno, arma de doble filo. Como ocurrió en Valencia los animadores o presentadores no deben burlarse de los peloteros. Mucho cuidado porque la violencia acecha en los estadios o canchas de cualquier deporte. A fin de cuentas ganar o perder un campeonato no es de vida o muerte. Si lo fue, por ejemplo, salir del “José Bernardo Pérez” bajo una lluvia de piedras y con los carros destrozados, todo en medio de un desbarajuste total. La idea es que el espectáculo no crezca más que sus dueños. Eso sí, nos quitamos el sombrero ante la calidad del torneo que culmina. Será difícil igualar su calidad, sus emociones. Con Pablo Sandoval a la cabeza se va una campaña de bombos y platillos.

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