#OPINIÓN Juegos de poder

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La serie Vikingos (2013 – 2018) muestra el choque de mundos aparentemente distintos, en especial en lo religioso, pero que de alguna forma confluyen en la Fe como eje del Poder; y, por otro lado, presenta las luchas por el Poder entre facciones. En Kattegat, Wessex, Paris, e incluso Sicilia, se entreteje el futuro de toda Europa entre conspiraciones y alianzas.

Lo propio ocurre en Juego de Tronos (2011 – 2018), donde las principales Casas se disputan el trono, a la vez que se preparan para enfrentar fuerzas sobrenaturales. En ambos mundos las pasiones personales son el motor de la historia, la venganza, la ambición, el fanatismo, el amor, son satélites que giran en torno al Poder como fin último, incluso en la mente de los personajes heroicos que intentan ocultar su vanidad con actos desprendidos y causas trascendentales.

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A lo largo de la historia esas luchas han estado siempre presente, tanto la Literatura como el Cine se han encargado de recogerlas. Estas dos series tienen el mérito de además de estar muy bien realizadas, han colocado en códigos contemporáneos la esencia del conflicto que genera el poder. Cada personaje va evolucionando de manera particular, pero todos coincidiendo en intoxicarse con la sensación de sentirse poderosos.

En un episodio de Vikingos una mujer con sabiduría simple señala que el hombre cuando tiene Poder quiero ejercerlo, claramente alineado con el pensamiento Político que viene desde la antigüedad. Otro aspecto interesante de ambas producciones es que no se presenta el bien y el mal en términos absolutos, así se tienen personajes como el de una niña convertida en asesina, o una esposa transformada en gobernante de hierro.

Un aspecto digno de resaltar proveniente de estas dos series por su sentido de realidad es la naturaleza del conflicto, el cual se presenta en dos planos, el que pudiera decirse interno y el externo. El primero hace referencia a las luchas entre miembros de un mismo grupo, por ejemplo la lucha entre hermanos, o entre padres e hijos, y luego entre facciones del mismo grupo.

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El otro, el elemento externo, se refiere a la amenaza exterior, esa que representan los vikingos para toda Europa, o los White Walkers en Juegos de Tronos, desplazando a los Wildlings. La amenaza externa siempre está presente, y la misma puede unificar a quienes se encuentran enfrentados en un conflicto interno, o bien para hacer alianzas que desequilibren una situación en la que nadie puede imponerse al otro y donde el que detenta el Poder en el momento de alguna forma está ganando.

Este último elemento de las luchas internas y externas tiene especial importancia para el entendimiento de los conflictos Políticos contemporáneos. Pensar que la Rusia de Putin es monolítica, e incluso la China de Xi Jinping, es desconocer la esencia de la naturaleza humana y sus aspiraciones de poder.

El principal enemigo de quien tiene el Poder está en su círculo, la razón de ello es simple, porque en el marco de estructuras establecidas los únicos que pueden disputar son quienes tienen acceso a alguna fuente de Poder, económico y/o de fuerza. Quizás la única manera de retar al Poder establecido desde fuera de su círculo es a través de otro Poder muy distinto, el Moral. Pero este último sólo ha logrado su cometido contadas veces a lo largo de la historia, aunque sin duda sus efectos han sido más duraderos. Hay que seguir observando el juego entre ficción y realidad para tratar de desentrañar los misterios del poder.

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