#Opinión: Los convidados de piedra Por: Ingrid Jiménez

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El reciente acuerdo de “acompañamiento internacional” firmado por el Consejo Nacional Electoral y UNASUR evidencia una vez más que asistiremos a las elecciones más desiguales de nuestra vida republicana, prácticamente sin árbitro que haga cumplir la ley y sin observación internacional que confiera legitimidad a los comicios.
Como ya es costumbre, el chavismo recurre al cambio de nombre de procesos e instituciones que les resultan incómodos para desnaturalizarlos y finalmente desaparecerlos. En este caso la “observación electoral” fue sustituida por el “acompañamiento electoral”, y este no es un mero cambio semántico.
La observación electoral es un proceso técnico muy cuidado de recolección sistemática de información sobre unas elecciones con el objeto de emitir una opinión fundamentada, y en definitiva otorgarles legitimidad. Organismos supranacionales como la ONU y la OEA y organizaciones de la sociedad civil internacional como el Centro Carter, prestan servicios de observación electoral, que en la mayoría de los casos han servido para dirimir conflictos  en elecciones muy cerradas, conducir en paz transiciones democráticas, servir de mediadores de partes en conflicto y consolidar prácticas democráticas en países salidos de regímenes autoritarios.
El principio rector de la observación electoral es velar por el respeto a los principios democráticos, que se reflejan en voto universal, directo, secreto, sin coacciones de ningún tipo, la libertad de expresión, la libertad de asociación y celebración periódica de elecciones en condiciones de igualdad para cambiar los gobernantes, respetando siempre la soberanía de cada país.  Generalmente la observación no se hace sólo durante el día de las elecciones, comprende todo el proceso electoral y sus etapas preparatorias; es decir desde la  convocatoria, pasando por la inscripción de las candidaturas y la campaña electoral como tal. Los observadores permanecen en diversos puntos del país durante varios meses y al final todo esto es recopilado en un informe de la misión, que analiza el proceso y realiza valiosas recomendaciones al país receptor.
Las misiones de observaciones internacional que estuvieron en Venezuela en anteriores procesos electorales, tales como la OEA y la Unión Europea, dieron cuenta del profundo desbalance en las campañas electorales, el uso indiscriminado de fondos públicos, y la participación activa de funcionarios públicos en la campaña, sin que la autoridad electoral hiciera nada para hacer cumplir las normas.
Actualmente, el “acompañamiento” propuesto por el Consejo Nacional Electoral comprende solamente la observación durante el día de las elecciones presidenciales, lo cual da una visión parcial de la realidad, y no contribuye en nada en otorgar legitimidad al proceso. Incluso, según las normas aprobadas por el organismo los “acompañantes”, ni siquiera podrán dar declaraciones a los medios de comunicación y sólo el jefe de la misión estará acreditado para ello. Por esta razón el Centro Carter declinó participar bajo esta nueva modalidad considerando que su presencia sería meramente simbólica.
Lo increíble es que según el CNE, la observación electoral que se realizó en el país hasta el año 2006 es “eurocéntrica” y “etnocéntrica” “enmarcada “bajo una fuerte concepción asimétrica de tutelaje”. Este juicio obedece a una deformada interpretación marxista de la historia, basada en el conflicto y la lucha de clases. Actualmente, se reconoce en todo occidente que la democracia es la mejor forma de gobierno, y que es posible garantizar la libertad política y económica de los ciudadanos bajo este sistema.
Así las cosas, el “acompañamiento”, realmente significa que estaremos solos en la elección presidencial frente a un gobierno autoritario con todo el poder y los recursos para manipular la elección. La misión de UNASUR y cualquier otra que sea invitada sólo serán convidados de piedra, porque ni siquiera tendrán libertad para expresar sus opiniones. Lejos de desanimarnos, lo que se impone es la participación masiva de los ciudadanos y la vigilancia de los factores democráticos en cada centro electoral. La historia nos muestra que es posible vencer al autoritarismo en las urnas, tal es el caso de Polonia y el sindicato Solidaridad frente al régimen comunista soviético a fines de los ochenta y de Chile en el referéndum de 1988 en el que se decidió el fin de la dictadura de Pinochet.

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