Planteamientos – Edgar Morin y la Filosofía de la Ciencia

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Del filósofo y hombre de ciencia, francés, tuvimos noticias a finales del siglo pasado, cuando revisábamos programas de postgrado y debatíamos acerca de epistemología, transdisciplinaridad y pensamiento complejo, en seminarios dirigidos por el amigo Rigoberto Lanz, para ese entonces director del Centro de Estudios Postdoctorales de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV, CIPOST.
No fue por casualidad que, entre la vasta obra de Edgar Morin, ya reconocida en el ámbito académico mundial, le dedicáramos tiempo al examen de uno de sus textos clave: “Los siete saberes necesario a la educación del futuro”, precisamente escrito por encargo de la UNESCO, un texto que a decir del propio Rigoberto, “va en dirección contraria a lo que propone la gigantesca maquinaria de banalización intelectual; con márgenes, intersticios y burbujas de calidad, si, pero en verdad los medios educativos siguen todavía prisioneros de las secuelas de la Modernidad en crisis”, afirmación que compartimos y que consideramos mantiene plena vigencia, a la luz de la realidad educativa que se configura hoy en América Latina y en Venezuela, pese a los tímidos avances y esfuerzos por transformarla.
Existe un modelo socioeducativo que inspirado en las ideas de Edgar Morin, se ha planteado el desafío de convertirse en el detonante que implosione la época que vivimos desde una concepción heterodoxa y, para nada, poco convencional: se trata de la Multiversidad Mundo Real, creada bajo la égida y la autorización de éste filósofo de la ciencia contemporánea, en Hemosillo, Estado de Sonora, México, en el 2004.
Como suele ocurrir con el despliegue de ideas seminales acerca de un determinado conocimiento, hay quienes reflexionan acerca de su obra y llegan a adjudicarle, entre otros títulos académicos, el de “padre del pensamiento complejo”.
No obstante, vale registrar una apreciación que, a nuestro modo de ver, agrega valor al “estado del arte”, por su orientación  y contribución al estudio de la obra del pensador francés, ubicándola en su contexto general, con mucha precisión.   Sostiene Nicolás Malinosky, que es equivocada la tentación de asignar la paternidad exclusiva a Edgar Morin del  pensamiento complejo, lo cual es peligrosamente reductor. No porque la obra morinista no merezca tal reconocimiento, sino porque ello equivaldría a aislar el pensamiento complejo como producto exclusivo de la segunda mitad del siglo XX, en el entendido que la gran fuerza, la gran contribución de Edgar Morin reside en conectar y hacer surgir la coherencia paradigmática entre distintos autores tales como Leonardo Da Vinci, Blaise Pascal, Gaston Bachelard, Norbert Wiener, Jean Piaget, Ilya Prigogine, entre la antigua filosofía y la cibernética, entre Giambattista Vico y Herbert Simon.
A propósito de lo anterior, entre sus biógrafos destaca la obra de la periodista Djenane Kareh Tager, redactora jefe del suplemento Le Monde des Religions, titulada: “Mi camino. La vida y la obra del padre del pensamiento complejo”, editada en el 2010.
Carina Blixen, no vacila en considerar a Morin como “El último entusiasta”, y refiriéndose a la citada obra, ha dicho de él: “Contra lo que es habitual, sigue afirmando su condición de intelectual y pensando que su misión es develar los problemas fundamentales y los problemas globales que hoy se ocultan totalmente y que la inteligencia especializada de los expertos es incapaz de concebir”. En términos más puntuales, desliza su comentario crítico:
La periodista que lo entrevista sabe mucho de Morin y algunas de sus preguntas son muy pertinentes. Se acuerda por ejemplo de que Pierre Bourdieu «lo acusó de promover la hegemonía de la cultura de masas» o que tuvo palabras poco amables con Sartre. Ayuda así a Morin a pensarse y al lector a ubicarse. Pero admira demasiado a su entrevistado y por momentos de tan servicial se vuelve obsecuente. Otro saldo negativo del libro es la vocación didáctica de Morin. En contrapeso, logra trasmitir algo de la vitalidad, la curiosidad y el entusiasmo que parecen emanar de su figura y que son tan poco frecuentes.
Obviamente, no será ni la única reseña ni la última biografía que se escriba acerca de este singular pensador contemporáneo, albacea de la filosofía de la ciencia.

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