Son varios los Papas que han visitado América Latina, pero el Papa Francisco es el que se identifica con el ser de esa América Latina porque nació, se crió y se educó en la pobreza y riqueza de ese país llamado Argentina.
En los clásicos del cine argentino aparece la película La Patagonia Rebelde, en donde se materializa la violencia como producto de la tenencia de la tierra y la explotación del desposeído con el aval gubernamental, y es así como aparecen dentro de su escena política las doctrinas socialistas militares con Domingo Perón como líder, pero también hay que reconocer que la Argentina política, social, religiosa y económica es producto del trabajo de los argentinos y de muchos otros habitantes que fueron a esas tierras prometedoras a trabajar para producir comida para ellos y otras partes del mundo después de la II Guerra Mundial y que hasta la fecha hay que reconocer no han dejado de hacerlo.
El Papa Francisco vivió y vive esa realidad y en su mensaje latinoamericano nos llama a materializar la paz que sólo se logra con el trabajo productivo, con darle a cada quien lo que le corresponde, con reconocer el derecho a la diversidad de pensamiento y a la vez ser partícipes colectivos de la gobernabilidad, no creerse imprescindible para el ejercicio del gobierno y aceptar como tal la libertad individual.
Me dejó impresionado en su visita a Cuba su humildad, su identificación con la niñez y la juventud y su promoción del entendimiento de los gobernantes para lograr el progreso y desarrollo de los pueblos sin necesidad de recurrir a la violencia.
Como católico me siento orgulloso del Papa Francisco, y más orgulloso aun de que su idioma principal sea el español y sobre todo que haya nacido en Argentina. Ha sido una bendición de Dios para el mundo ya que no distingue ni clasifica religiones como él mismo lo dice. Necesitamos muchos Francisco para encontrar una verdadera paz. Desde que fue nombrado Papa le he hecho seguimiento con amor, ya que cada palabra de mi querido Papa es un mensaje a la convivencia, al amor y a la paz.
Me llamó poderosamente la atención y lo asumo como una bendita enseñanza el diálogo que tuvo en Cuba con los niños y los jóvenes. Les dijo a los niños que deberían conservar su inocencia hasta cierta edad motivados por el juego y el deporte. Francisco debería saber que en el mundo nacemos muchos pobres que con mucho esfuerzo podíamos comer y mucho menos podíamos jugar por poseer escasos recursos materiales.
Nuestros padres en la época de los años 1935 al 1940, que es el modelo al cual pertenezco, con mucho esfuerzo trabajaban permanentemente y sus obreros eran sus hijos, a fin de alimentarnos y guardar para cuando no hubiera cosecha y comprarnos unos humildes vestuarios de una sola tela y uniformarnos, que lo aceptábamos con mil amores.
Soy el número siete de una familia de 10. Al cumplir los siete años cuando veía a mis hermanos mayores junto a la peonada llegó mi padre a la hora de la toma del café y en ese momento su expresión fue: José Gerardo no tiene nada que hacer aquí, denle una escardilla y que siga a los demás. Orden para mí sagrada y estimulante que hoy a mi tercera edad cumplo a cabalidad, sin ningún rencor, al contrario, a lo mejor la bendita escardilla fue mi mejor juguete, y el juego más divertido que tuve con resultados positivos. No tuve tiempo de jugar porque gracias a Dios antes de cumplir los 18 años ya tenía un hijo y tenía la responsabilidad de velar por él, compartiendo con lo poco que producía, de tal manera que conozco a profundidad lo que es la pobreza material en todas sus aéreas, la cual asumí con mucha dignidad. No tuve tiempo para jugar sino para trabajar, por ello no enseñé a mis hijos a jugar pero sí los eduqué y les enseñé a trabajar fuerte y dignamente, tomando el trabajo con mucho honor y como una bendición de Dios, siguiendo la escuela de la universidad de la vida que ella jamás falla. Viví una noble pobreza, a los 11 años me vine de mi querido caserío Volcancito donde al Niño Jesús nunca se le ocurrió pasar por allí, sus razones tendría, a lo mejor el río Turbio estaría crecido, pero el Niño Jesús me convenció después de tener razonamiento y estoy convencido que él es un insigne trabajador que me apoyó en mis fuertes tareas y me premió con más de lo que merezco y he necesitado. Gracias a Dios, al Niño Jesús y al Papa Francisco, que los amo. La invitación es a trabajar y no a jugar.
Unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país.
@JGMendozabarqto
