República, no monarquía absoluta

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Cualquier gobierno puede equivocarse, el problema con el de Nicolás Maduro es que tiene metida en la cabeza una idea del poder contraria a la Constitución.

En nombre de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, el actual gobierno y sus voceros y voceras, entablan querella con la OEA, su Secretario General, la mayoría de países que votó la resolución por la democracia en nuestro país, y la Carta Democrática Interamericana la cual, como la propia Carta de la OEA, son tratados válidamente suscritos por Venezuela y como tales parte de nuestro orden constitucional. El argumento oficial sería poderoso, si no fuera porque aquí “la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo” y que los “…órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”, eso dice la Constitución. Y cómo ejerce el pueblo su autodeterminación, pues a través del voto, precisamente lo que desde el poder se le viene negando, desde que le birlaron el revocatorio, le difirieron la elección de gobernadores y no le fijan la de alcaldes, y el Presidente se siente autorizado para decir cuando se harán, aunque esa facultad no se la de la Constitución ni ley alguna.
Tampoco vale acrobacia argumental, máxime si el acróbata es de talla incompatible con ese menester circense, para que el Consejo de Defensa de la Nación exhorte a altas horas de la noche al TSJ a revisar sentencias y este obediente, antes del amanecer obedezca y corrija, demostrando urbi et orbi que en este país no hay la separación de poderes que pauta la Constitución.

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La equivocación del gobierno, mayor en algunos de sus iracundos portavoces, sea sincera por algún trastorno o fingida por pura y simple picardía, es que su autoimagen revolucionaria le faculta para mandar según le dé la gana y no en el marco ordenado y limitado de la Constitución, con garantías para los ciudadanos y un Poder Público distribuido en Municipal, Estadal y Nacional y dividido en Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral. ¿Cómo se hace? Esta es una República y elegimos Presidente, no un monarca absoluto como aquel Rey Sol que proclamaba “El Estado soy yo”. Aunque, por una de esas curiosidades de la sicología, quien presume de ser “presidente obrero”, no sorprende que aspire a los atributos de Luis XIV de Francia, en un pintoresco Versalles salsero, luego de atribuirse, TSJ mediante (sentencia Nº 814 del 11.10.16), los poderes de Enrique III de Inglaterra antes de establecerse el control parlamentario del gasto en 1258, hace la friolera de setecientos cincuenta y nueve años.

Esa falsa idea, cuya gravedad aumenta porque que el Presidente y sus camaradas no lo aceptan, es el error que impide el funcionamiento de la República Bolivariana de Venezuela como tal república. No lo admite la OEA por su Carta Democrática, ni Mercosur por su Protocolo de Ushuaia. Y empeora la crisis económica y social porque la crisis política, causada por lo mismo, no permite que se resuelvan.

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