Se necesitan líderes espirituales que vayan a buscar sus ovejas

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Hoy, tanto los sacerdotes católicos como los de otras religiones, se instalan muy cómodamente en las iglesias y esperan a que lleguen los feligreses puntualmente a las horas estipuladas. Es un trabajo más. Hay horarios para todo servicio. Esto es contrario a lo que realizó Jesús como pastor en el ministerio primitivo. Jesús recorría ciudades, hablaba a multitudes, visitaba casas, su apostolado era errante. Un verdadero pastor pendiente de su rebaño, en cambio los nuevos pastores esperan que las ovejas vayan a ellos sin hacer ningún esfuerzo, ni físico ni intelectual. Es decir, tienen una audiencia cautiva.
El ejercicio de la atención espiritual debe salirse de las barreras de una iglesia e ir al rebaño. Es una actividad que representa sacrificio, pero así debe ser. Quien se dedica a pastorear almas, es un apóstol, alguien que sabe que no tiene casa, familia, ni nada que lo ate para el ejercicio a tiempo completo. Por eso, pastor no es cualquiera. Es muy cómodo que las ovejas trabajen y te den el diez por ciento de su sueldo para que viva sin sacrificios, pero ¿dónde está el verdadero apostolado? En las escrituras no dice que la gente a quien atendía Jesús le pagara por ello.
Me imagino que como peregrino que iba de pueblo en pueblo, era atendido, le ofrecían cama para dormir, comida, pero nada más, porque ya cobrar una tarifa por un servicio es un trabajo remunerado, lo de Jesús no era un trabajo sino hacer la obra del padre, su misión en la tierra. Igualmente debería ser en la actualidad, quien tenga la misión de ser pastor, sacerdote debe tener una vida de sacrificio, porque dicen las escrituras que se debe escoger el camino angosto para llegar al cielo. Ese camino es el de sacrificio por los demás. La gente elige el camino amplio, el de los placeres, pero es el estrecho, el de los sacrificios el que nos forma, nos hace crecer en espíritu, porque conlleva eliminación del ego.
El ego es la parte oscura del ser humano, es lo que nos hace sentir que somos lo máximo, que los demás deben complacernos, que merecemos todo fácil y rápido. Nos ofende que nos pidan favores, también, servir al otro. Ejemplo, la madre Teresa de Calcuta, ella tomó el apostolado de Jesús, se dedicó toda su vida a servir, no a ser servida. Tampoco se encerró en un claustro a que vinieran a ella. Ella fue a donde estaba el necesitado, porque eso fue la enseñanza que nos dejó el gran maestro Jesús. Estar dentro de una iglesia con un horario fijo, como si las almas tuvieran horas específicas para una necesidad, es algo contrario a lo que predicaba el maestro. Quien aspire seguirlo debe salir a buscar a sus ovejas, tal como lo hizo él. Intervenir la realidad para modificarla.
El mundo está urgido de atención espiritual, prueba de ello es la adhesión a gurús que te dan recetas de cómo vivir con felicidad, los libros de autoayuda, y la cultura del dinero. Aunque resulte paradójico la gente ha visto el dinero como el Dios de esta época porque le llena sus vacios espirituales. Quien busca la felicidad en la comida, en la ropa, sexo, en el licor, está detrás de la espiritualidad pero en un camino equivocado, por lo tanto la intervención de un maestro es necesaria para que la gente llegue a su centro, a su corazón donde está la verdadera felicidad.
Volvamos a Jesús, él llevaba la palabra acertada, llena de sabiduría a quien la necesitara, a los que se habían desviado del camino para llegar a la felicidad auténtica. Cuando le dijo al chico rico que dejara toda su fortuna y lo siguiera, no era una metáfora, seguirlo le iba a llenar su corazón ya que se iba a descentrar de buscar su realización en las posesiones. Esto aplica también para esta época. Se debe dejar todo para seguir a Jesús. Eso implica familia, bienes, porque es una forma de desprenderse del mundo. El monje que estuvo orando en la plaza San Pedro, mientras nombraban al nuevo Papa, dijo: “Estar arrodillado conectado con Dios permite que él te provea lo que requieres”. Dos personas se acercaron al monje: una señora para cubrirlo con una sombrilla, ya que estaba lloviendo y un hombre para orar con él. Era lo único que necesitaba. Debemos estar unidos con Dios y nada nos faltará. La meditación y la oración son formas de estar cerca del Creador y llenar nuestro corazón de luz. Pero si deseamos ayudar al prójimo debemos salir en su encuentro.

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