Tamakún Chávez

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“Una cosa es disentir; otra, odiar. Una, estar convencido; otra, ser intolerante. Una, educar; otra, indoctrinar. Una, seguir-apoyar; otra, rendir culto” Monseñor Ovidio Pérez Morales

Henrique Capriles Radonski dijo el primer día de su campaña electoral que “su campaña será de propuestas y de paz». No pude evitar pensar qué hubiera pasado si Hugo Chávez -cuando ganó las elecciones presidenciales en 1998- hubiera entendido que el país clamaba por un cambio y que él podría convertirse en el vocero y ejecutor de ese clamor y de ese cambio. Otra hubiera sido la historia.

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La Historia ofrece ejemplos de estadistas que se sobrepusieron a las terribles divisiones que habían traído las guerras, las dictaduras, el racismo, los conflictos armados, el tráfico de seres humanos, armas y drogas y tantas otras tragedias a sus países, y construyeron las bases para la convivencia pacífica y el eventual entendimiento de sus ciudadanos. El Salvador, por ejemplo, pasó de una cruenta guerra civil a una paz negociada. Logró exitosamente pasar de esa paz negociada a una paz consolidada. De otra manera, se hubiera reanudado el conflicto.

La Suráfrica de Mandela es otro ejemplo reciente. Mandela, como conspicuo representante de los negros oprimidos, optó por ser el gran reconciliador, cuando tenía sobradas razones para ser un vengador. Y hay que ver lo que es Suráfrica hoy.

Aquí, por desgracia, la historia es otra, porque Chávez venía con rabia. Venía lleno de resentimientos. Venía a vengar. Lástima. Todo lo que hubiera podido lograr si no se hubiera dejado llevar por el odio. El odio siempre destruye. El perdón construye.

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Tamakún Chávez, el vengador errante. Interesante el paralelismo. Tamakún, un personaje de la radionovela cubana de 1941, que pronto se hizo famoso en otros lugares de América Latina, era un príncipe hindú que debía luchar contra su malvado tío Sakiri. Todo lo malo y todos los males venían del Tío Sam… digo, del Tío Sakiri.

Nuestro Tamakún tropical optó por destruir todo lo que en sus fantasías febriles tuviera que ver con el Tío en cuestión. Siguiendo al pie de la letra los once principios de Goebbels –fascismo y comunismo terminan siendo la misma cosa- creó al enemigo: “la derecha, la canalla imperialista”, culpable, según él, de todo. La misma receta del estrepitoso fracaso de Fidel Castro en Cuba. Lástima que cuando había tantos ejemplos que imitar, hubiéramos escogido uno de los peores.

Esa “derecha” es culpable de su supuesto cáncer, del cáncer de la Kirchner, del de Lula, del de Lugo… Culpable de que llueva y de que no llueva. Culpable de que Escotet haya invitado a tres expresidentes socialistas, hasta de los huecos en las calles. Culpable del derrame petrolero en Monagas, hasta de los cientos de muertos que llenan las morgues todas las semanas. Culpable de la escasez, la inflación, la ineficiencia, la corrupción, el desmadre…

Dentro de la “derecha canalla e imperialista” de Tamakún están todos los que disienten. Si fuera verdad que son derechistas, ha sido una derecha creada por obra y gracia de la ineficiencia de su gobierno. Sería la única labor exitosa de la que el gobierno podría ufanarse: haber creado en trece años una de las “derechas” porcentualmente más altas del mundo.

Nada se ha salvado del arrase. Trece años después, el único país de América del Sur que no registra crecimiento, es Venezuela. A pesar del petróleo. Porque Tamakún ha repartido dinero, pero no ha creado riqueza. Ha repartido diplomas y certificados, pero no ha educado. Se ha apropiado, expropiado y adquirido forzosamente -sin pagar y sin razón- cuanta propiedad se le ha antojado.

Y a diferencia del verdadero Tamakún, no es para calmar “los dolores que desgarran, ni los peligros que amenazan, ni la miseria que oprime…”, sino para instalarse en el poder para siempre, controlando hasta la cantidad de aire que respiramos los ciudadanos, nariceándonos a cambio de limosnas.

Tamakún, el vengador errante, ha destruido sistemáticamente durante trece años. Es demasiado. Necesitamos un constructor, un conciliador, un estadista. Hay un camino, recorrámoslo.

@cjaimesb

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