Familiares de las víctimas de El Caracazo imploran justicia

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La impunidad arropa a los responsables de la masacre de El Caracazo, que jamás se olvidará, declaró, vía telefónica desde Caracas a la redacción de EL IMPULSO, Yris Medina, viuda de Wolfgang Quintana.

Desde entonces ha habido mucha injusticia, manifestó. Hasta el sol de hoy no hay un responsable por los hechos y no ha sido posible acabar con el silencio del Estado.

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A las 6 y 20 minutos de la tarde del 2 de marzo, porque el Ejército estuvo en la calle después del 27 de febrero, fue asesinado mi esposo dentro de nuestra casa, ubicada en la avenida San Martín, del barrio El Guarataro.

Wolfgang tenía a nuestra hija, Estefanía, de apenas tres meses de nacida, en los brazos y conversábamos cerca del ventanal del segundo piso y se puede ver hacia la avenida.

La casa da hacia la avenida donde está la estación Metro Capuchino.

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Uno de los militares que se encontraba cerca de una de las cabinas del Metro, apuntó y disparó. La bala le entró por el pecho y le salió por el costado.

Mi marido logró poner a la bebé en el coche y pronunció una expresión de dolor al momento en que se dirigía hacia la parte baja, donde cayó desangrado por la bala de un FAL.

Lo primero que hicimos fue denunciar los hechos ante la fiscalía y tribunales militares, así como en tribunales ordinarios; pero, ninguna de estas instituciones ha dado respuesta.

En la tarde de ayer estuvieron en la redacción Dilia de Ramos y Héctor Ramos, progenitores de Yurima, quienes recordaron que faltando cinco para las seis de la tarde del 28 de febrero del 89, mataron a la joven de 20 años.

Ella estudiaba administración en Barquisimeto y había aprovechado que había concluido el semestre y fue a conocer los dos gemelos que había tenido mi hija mayor, Yanira.

Poco antes los militares habían estado disparando contra el apartamento, ubicado en el piso 12, que daba a la avenida Intercomunal de El Valle, diagonal a Tránsito.

Los militares estaban apostados en el edificio en construcción Centro Comercial El Valle, donde tenían un arsenal.
Yo estaba en el piso 9 y luego que se produjo el estruendo, mi hija menor me avisó que habían matado con una bala de FAL.

Al día siguiente no aparecía el cadáver; pero, cuando lo encontraron en el brazo tenía el número 624.

A las 5 de esta tarde, en la iglesia de La Candelaria, de Caracas, habrá una misa por las víctimas de la masacre.

Fotos: Luis Salazar/ Emanuele Sorge

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