Don Cecilio Acosta, muy apreciado por José Martí y gran amigo de Ildefonso Riera Aguinagalde, fue sin embargo un connotado ideólogo de los sectores conservadores de Venezuela; su pluma se batió a diario contra quienes defendían las ideas liberales y cuando éstas triunfaron escribió: “El Gobierno [de la oligarquía conservadora] fue el que hizo la Federación, Falcón la conquistó desde su hamaca de Churuguara” (Obras Completas, tomo I, p. 226).
Cuando los conservadores fueron gobierno él condenó la oposición liberal (los rojos rojitos de entonces) y los llamaba “evangelistas de la revolución” cuyas acciones, opinaba, no debían invocar “el derecho de rebelión… porque ellos son diez, ciento, mil, siempre contados, y no se concibe que lo tengan a menos los que menos merecen para la sociedad, los que son enemigos declarados de ella”.
Decía don Cecilio que lo que la oposición liberal pretendía era “echar al gobierno” y eso sólo lo podía hacer el “pueblo”, palabra que subrayaba, agregando lo que debo citar in extenso:
“Pero el gobierno no es otra cosa que el gran personero, el representante del común, el entendimiento público que aconseja, la voluntad nacional que dirige, en una palabra, el pensamiento de la nación; de la manera que por una especie de dualismo que no se puede negar, porque se ve, podemos decir que en la nación se pueden considerar dos pueblos, el que obedece, que se llama así mismo, y el que aconseja y dirige, que se llama gobierno. Y según esto, ¿que otra cosa han querido decir los facciosos con la malhadada insurrección popular, sino que el pueblo debe matar al pueblo? Muy ciego debe andar por la cuenta y, sobre ciego apasionado, quien no ve en tal lógica tales consecuencias.
“Y no se nos venga ahora con que el Gobierno es malo, que hace lo que quiere, y no corresponde a la voluntad nacional. Hasta risa de compasión merece un cargo semejante. Una cosa no más preguntaremos: ¿Y quién ha elegido ese mismo Gobierno sino el pueblo? Luego si el pueblo ha podido equivocarse en la elección, podrá también equivocarse alguna vez en las causas de las guerras; y una de las dos cosas que resulte, bastará para probar que las sociedades no pueden dirigirse por si mismas, porque yerran, y esto bastará a su vez para echar por tierra el principio de la democracia, y la base y sostén del sistema representativo. Esos no son nuestros principios; esos son los principios de los facciosos” (Op. cit., p. 67)
Ahora, en mayo de 2014, pregunto yo: ¿y cuando los “facciosos” son gobierno electo por el pueblo valen o no esos principios y deben respetarse? Dígalo Don Cecilio o sus admiradores de siempre, los ahora “evangelizantes” de la transición.
Caminito que un día – Don Cecilio Acosta contra las guarimbas
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