La luminosa metáfora nos permite escanear esta realidad venezolana que en su cruda y caótica complejidad, se nos va volviendo extraña, con olor a extravío, con sabor a nostalgia de lo que fuimos y ya no somos.
Sin luz, están quizá a esta hora, miles de venezolanos en diversos puntos de la geografía nacional, gracias a un fenómeno climático instalado en la atmósfera del poder de la patria, y que ha sido incapaz ya ni siquiera de mejorar, pero al menos de garantizar un servicio eléctrico fluido, confiable, continuo, con el mantenimiento de los sistemas de generación y las inversiones necesarias que evitasen los apagones reiterados. La “revolución”, genéticamente buscadora de culpables pero no creadora de soluciones, señalará al Niño, o a la Niña. En este caso, es adulta, y madura la irresponsabilidad.
Sin luz también está la avenida El Placer, en Cabudare, (como tantas otras, lamentablemente) en buena parte del tramo que conecta la Intercomunal con la Ribereña. Pasar en carro por allí en la noche, es una experiencia extrema, porque pensamos que conducimos hacia el futuro del país, o que atravesamos un agujero negro que quizá nos llevará a una dimensión paralela. La de la indolencia sideral.
Sin luz, asumida en la transparente, visible, cristalina posibilidad de su acepción, es decir, oscura y oculta en las sombras del misterio, está la administración de los recursos del Estado, de la Hacienda, del Fisco, del Tesoro de la República. La creación de fondos como arroz (chino) por el finado Presidente, convirtieron la gestión financiera del Estado, el manejo de la política fiscal, cambiaria, monetaria y del gasto público en un verdadero relajo, en una orgía de erogaciones, manejos, desfalcos y corruptelas amparadas en el incumplimiento de la Constitución y las leyes, y en el necesario y lógico control de una sociedad medio decente y con cierta preocupación por sus cuentas, deudas y obligaciones. Con China hay convenios “secretos”. Adormecidos por la impune sombra de la ilegalidad sostenida y reiterada, nos hemos olvidado del deber ser.
Sin luz verde para aterrizar, o despegar, o para operar adecuadamente, están los aviones de muchas aerolíneas que exigen que se les paguen sus deudas en divisas. El presidente Maduro insiste en que dejen la lloradera, que cómo se les ocurre estar pidiendo al gobierno que cumpla con sus obligaciones, que habrase visto, semejante complot y guerra económica, que ahora la gente si sale de viaje. La irresponsabilidad y la mentira también vuelan alto.
La penumbra también parece reinar en la oposición. La unidad se vuelve imperativo resbaloso, ilusoria condición de una acción política que luce ausente, callada y extraviada ante el desastre del oficialismo y entre las cuentas de quienes enfilan su mirada en las parlamentarias del 2015, y entre quienes abogan por más contundencia en el discurso y en la protesta de calle, sin el ropaje y sin el caudal electoral partidista.
Dicen que la esperanza es luminosa. Que así sea, y no se apague.
@alexeiguerra
