Gracias Dr. Zapata

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Cuando alguien como el Dr. Carlos Zapata llega al final de su ciclo vital, aflora un sentimiento sincero de agradecimiento por lo que fue su vida. Surge espontáneo decir, sencillamente, gracias Dr. Zapata. El Dr. Zapata, así lo llamaba yo, fue un hombre de vida fecunda. Fue hombre de estudio, de vocación por la medicina hasta en el último rincón de su ser. No había oportunidad que hablara con él, sin que se refiriera a los últimos estudios y adelantos de la ciencia médica. Era frecuente encontrarlo en su consultorio leyendo el último libro de medicina o alguno viejo, de su época de estudiante, que quería repasar o comparar con las nuevas publicaciones. A veces yo, que nada se de medicina, lo dejaba hablar porque notaba su emoción y su amor por esa profesión que lo hizo famoso entre los barquisimetanos.

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Cuando se enteró que mi hijo mayor se graduaría de médico, me llamó para enviarle de regalo unos libros suyos que él apreciaba mucho. Son viejos esos libros me dijo, pero le enseñarán bastante. Mi hijo se lo agradeció siempre. Un hombre así como el Dr. Zapata, tenía que ser el fundador del Decanato de Medicina de nuestra UCLA, fue su primer Decano (Director se llamaba entonces) y además fue eximio rector de nuestra querida UCLA.Mi primer recuerdo del Dr. Zapata, se remonta a los años 60, cuando en una ocasión, mi padre se enfermó y él mismo y mi madre, lo llamaron por teléfono para consultarlo y el Dr. Zapata se trasladó hasta nuestra casa. Por allá, como quien no oye, oí la conversación que derivó a la política y me simpatizó lo que aquel médico decía. Era copeyano, había fundado en Lara el partido socialcristiano Copei y ese singular hecho me impresionó y siempre tuve presente que el médico que curó a mi padre, era copeyano. Me acostumbré a oír en Barquisimeto, ante la delicada situación de salud de alguna persona, la sugerencia de “llévaselo a Zapata” o las preguntas, “Ya lo vio Zapata?”, “Qué dijo Zapata?”, tanto que desde muy joven empecé a recomendar a Zapata. El Dr. Zapata era un médico eminente, prestigioso, competente, de gran ojo clínico, pero sobre todo muy humano, bondadoso, sencillo, abnegado. Se interesaba por sus pacientes más allá del deber profesional. Por eso le costó retirarse, le sirvió a la comunidad barquisimetana casi sesenta años.

Por si eso fuera poco, el Dr. Zapata fue político honesto, cualquier conducta fuera de la ética, por pequeña que fuera, le repugnaba, no hay deshonestidad pequeña, decía. Fue concejal, gobernador del estado Lara los primeros tres años del gobierno de su amigo el presidente Luis Herrera Campíns, entonces los gobernadores los designaba el presidente. Y además, como he dicho, fue rector de la UCLA. Dejó obra fecunda a su paso por todos esos cargos. Como católico fiel y practicante, formó junto a su esposa de toda la vida, doña Rafaelina Rotundo, una hermosa familia, grande, muy grande, ejemplar, gracias a Dios. Me honró con su amistad y en los últimos años pude contar con sus consejos y su amable conversación. Muere preocupado por Venezuela, “humillada hasta en su nombre” dijo hace poco. Vivir y morir como el Dr. Zapata, sí es encontrar la plenitud de la vida. Gracias Dr. Zapata.

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