Los Escenarios del país: Fundamentos de la nueva revolución industrial

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Asistimos en las últimas décadas al alumbramiento de un nuevo paradigma tecnoeconómico. Este se sustenta en  la evolución de la economía hacia  nuevos modelos basados en la disruptiva revolución digital y la robotización, generadoras de crecientes ventajas para la innovación constante y la invención.

Una nueva generación de robots  y de procedimientos digitales está en camino, delineando un nuevo entorno socioproductivo, creador de un nuevo schok global, de una nueva logística, reduciendo costos, generando nuevas relaciones laborales, nuevas competitividades, reorientando inversiones, modificando los transportes, las comunicaciones, los sistemas de distribución, actualizando legislaciones, demandando nuevos procedimientos gerenciales, derrumbando paradigmas, produciendo mutaciones en el ambiente económico y social, cambiando los estándares de vida en el planeta. En estas transformaciones, nuevos activos intangibles crearán una nueva división internacional del trabajo y una diferente relocalización industrial.

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La nueva revolución industrial en marcha, está caracterizada, según J. Rifkin  (Jeremy Rifkin:TheThird Industrial Revolution –Hardcover 2011) por la convergencia de  tres elementos:

  1. La revolución de la tecnologías de información y comunicación, que permite el intercambio de miles de millones de informaciones de manera descentralizada.
  2. La sustitución de los procedimientos tradicionales para producir energía, por aquellos basados en energías limpias y renovables, y
  3. La capacidad de ubicación y almacenamiento de electricidad en lugares estratégicos. Ellas producirán una gigantesca red de intercambio de información y energía que modificaran los modos de producción y las relaciones sociales.

Por su parte, Peter Marsh estima que hacia 2005 comenzó la “Era de la Producción Industrial Personalizada”, en que las empresas manufactureras y las de información propenden a la especialización en “nichos”, modificando las cadenas de valor a través de actividades productivas globales fragmentadas, que incrementan la productividad y la eficiencia. (Peter Marsh, The New Industrial Revolution: Consumers, Globalization and The End of Mass Production, Yale University Press. 2012)  Ello nos llevaría a una era de postglobalización. Es una tendencia mundial, que sin embargo, pareciera que pocos países están seriamente considerando, tomando las previsiones necesarias, fundamentalmente en materia de capacitación, transferencia y asimilación de conocimientos de alta intensidad.

El Índice NRI (NetworkedReadinessIndex) del Foro Económico Mundial (WEF) publicado en julio del 2016, mide el impacto que estas tecnologías de comunicación e información producen sobre las sociedades, a través de la medición del entorno, la infraestructura, el uso, la apropiación de las mismas.

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El informe, resalta como los países más avanzados  invierten más en el desarrollo de dichas tecnologías, pero además, destaca como un  grupo de siete países, Singapur, Finlandia, Suecia, Noruega, EEUU, Holanda y Suiza,  se ubican 33 por ciento por encima de otras economías avanzadas y un 100 por ciento por encima de las más importantes economías emergentes.

América Latina

En el caso concreto de América Latina, los países de mejor ubicación en el índice NRI, son: Chile en el puesto 38, Uruguay 43, Costa Rica 44, Panamá 55, Colombia 68, entre 139 países considerados.

Este indicador nos refleja hasta un cierto límite la realidad que enfrenta la región latinoamericana respecto del resto del mundo. Lo que produce América Latina en comparación con el mundo industrializado y con el Asia emergente, es más caro, menos innovador y de menor valor agregado. Cada día es mayor la brecha tecnológica que nos separa de las economías del primer mundo. Corremos el riesgo de convertirnos en economías inoperantes, estancadas e improductivas.

El colapso del modelo de crecimiento sustentado en la explotación y exportación de materias primas y productos básicos, incluso de algunas exportaciones industriales, a pesar de algunos períodos de expansión del ciclo económico, nos ha represado como región productiva, si consideramos el boom de algunas economías asiáticas como referencia.

Cuando se analizan los resultados obtenidos en términos de crecimiento, reducción de la pobreza, inserción en las corrientes globales de tecnologías y capitales, y equilibrios macroeconómicos, las debilidades son evidentes.

El caso venezolano es aún más patético: no solo se ha producido un notorio estancamiento en los últimos 17 años, también se ha involucionado. La ubicación del país en el puesto 108 del informe NRI, refleja esta realidad.

Además de las debilidades señaladas a nivel del subcontinente, se desmanteló la capacidad productiva, el estímulo al crecimiento, la creación de conocimiento y,  se intensificó la ruptura de la relación Estado-Empresa-Investigación-Creación Tecnológica, priorizando desde el gobierno, la aberrante y primitiva praxis de militarizar la economía y la sociedad. Esto es especialmente alarmante debido a la escasez de insumos, alimentos y medicamentos, la crisis económica y el incremento de las tensiones políticas y sociales, precisamente en un entorno global de cambios disruptivos.

Estas transformaciones en proceso, podrán ser aprovechadas en su máxima potencialidad por aquellas sociedades, que logren edificar nuevos modelos de gobierno, convertir inversiones en impactos económicos, tecnológicos  y sociales sostenibles, donde la  relación estado, empresas, universidades y ciudadanos faciliten la puesta en marcha de una relación armónica entre progreso, ambiente y bienestar en marcha hacia el futuro.

 

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