Sergio Borgel: Servicios elevan calidad de vida

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Los ingenieros y arquitectos viven en permanente pelea, pero al final son los profesionales que logran mayor compatibilidad y se enorgullecen de ser los que promueven y desarrollan los países.

Así lo dice el ingeniero Sergio Borgel al arquitecto Juan Manuel Carmona, director general de EL IMPULSO,  en el Desayuno-Foro, a donde fue invitado el columnista de este diario. En el encuentro también estuvieron presentes el director  editorial, José Ángel Ocanto; y la jefa de información, Keren Torres.

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-¿Dónde naciste?

-En el Antonio María Pineda cuando éste era un hospital cinco estrellas. Mi madre, a quien su familia le decía La Nena, pidió una habitación compartida y nací el 10 de octubre de 1960.

-Mi padre, Santos por haber nacido el  día de los santos, el 1º de noviembre de 1921, en Cariaco, estado Sucre, era hijo de un comerciante próspero que lo mandó a estudiar a  Caracas, donde conoció a Rómulo Betancourt, Alberto Carnevali, Leonardo Ruiz Pineda, Andrés Eloy Blanco y otras figuras más de Acción Democrática. Fue uno de los veinte hombres más buscados por la Seguridad Nacional. Se fue a Maracaibo, donde encontró refugio en la casa del gobernador del Zulia, el general Prato, cuya esposa era adeca. Salió por los caminos verdes, a pie, a Colombia y estuvo año y medio en Bogotá, desde donde se fue a Lima, para estudiar economía; pero, no   pudo continuar por falta de recursos económicos.

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-Es de resaltar que mi abuela, Nelly León Aspiazu, quien fue la primera mujer que se divorció en Guayaquil, hubo de irse  por esa circunstancia a Lima,  donde instaló una pensión. Allí llegó mi padre y conoció a la hija de ella, Elsie Susana Iturralde, quien se convertiría en su esposa. Cae la dictadura de Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. Mi padre y mi madre tenían cuatro meses de haberse conocido y deciden el 29 de enero de ese año casarse.  Al día siguiente se vienen a Venezuela y llegan a casa de Ramón Moreno Delgado, dirigente de AD en Portuguesa, donde viven arrimados. Y luego mi papá es nombrado fiscal de Hacienda en Barquisimeto, donde viene a residir en la carrera 18, entre las calles 18 y 19.

-¿Cuántos hermanos son?

-Tengo un hermano mayor, José Luis, quien es técnico en construcción.

-¿Dónde estudiaste?

-En el Colegio La Salle.

-¿Y por qué escogiste la carrera de ingeniería?

-Después que se vinieron mis padres, también se vino mi abuela, quien se había casado en segundas nupcias con el capitán Herbert Heredia y se instalaron en Maracaibo. Allá viajábamos para pasar las navidades y yo lo hacía para mis vacaciones de estudiante. Ya de pequeño quería ser ingeniero y después me incliné por esa profesión porque uno de mis tíos, quien era ingeniero petrolero, graduado en esa ciudad, tenía un buen nivel de vida y eso era estimulante para un joven que deseaba incorporarse a la vida útil. Estudié en la Universidad Rafael Urdaneta.

-¿Dónde comenzaste a ejercer?

-Me vine a Barquisimeto el 23 de marzo de 1984 y llamé por teléfono al Dr. Guillermo Luna, que era gobernador de Lara, y le dije que no tenía trabajo. Enseguida me pidió que fuera a la residencia oficial y una vez que llegué, inmediatamente me hicieron pasar y me dijo: “Borgelito, tú tienes que ser como el viejo Santos”. Mi padre ya tenía tres años de haber fallecido. Me puso a hablar con el ingeniero Gerardo Isaacura, secretario general de Gobierno, y se me concedió un contrato para el acueducto del barrio Bolívar. Tengo que expresar mi agradecimiento a la ingeniero María Useche de Guédez y Guillermo Barreto, quienes fueron mis tutores. Y asimismo al Dr. César Goyo Zerpa, quien presidiera la Fundación para el Desarrollo del estado Lara, a quien le correspondió construir la urbanización que fue bautizada con el nombre de mi padre, Santos Borgel, en Cabudare. A mí me tocó hacer la inspección de esa obra y, por supuesto, tener el gusto de estar presente en la inauguración.

-¿Qué recuerdos guardas de la señora Elsie Susana Iturralde?

-Mi madre fue una extraordinaria mujer, que supo educarnos. Durante 38 años trabajó para la firma Stanhome, habiendo sido reconocida su labor como gerente que tuvo a su cargo a más de dos mil mujeres en Lara, Yaracuy y Portuguesa. El Dr. Rafael Caldera, en su segundo ejercicio, le confirió la orden Mérito al Trabajo  en su primera clase.

Cuando mi madre se dedicó al trabajo le permitió coadyuvar los gastos del hogar y junto con mi padre construyeron la casa que fue nuestro hogar, donde vivo con mi esposa, mis hijas y mi nieto.

-¿Cómo te sientes con tu familia?

-Mi esposa, Esperanza Sierralta de Borgel, es una excelente mujer. No sólo tengo profundo sentimiento por mis hijas Susana Emperatriz y Grecia Fabiola, sino también por Harolds Borgel, mi nieto, un espigado muchacho, a quien lo tengo como si fuese mi hijo.  Disfruto  de esta unión familiar porque es muy hermosa.

-¿Por qué te dedicas a escribir?

-Yo envié una nota de prensa a un diario local y su jefe de redacción me llamó para decirme que el texto estaba tan bien escrito que lo iba a publicar como un artículo. Así fue como comencé. Pero, una vez que no me publicaron mi artículo semanal y lo volví a enviar, sin resultado alguno, decidí llamar a Juancho -dice refiriéndose al arquitecto Carmona- y pedirle que me lo publicaran. Como me prometió que aquí no había censura, accedí a ser colaborador del diario. Desde entonces, hace 18 años, he escrito artículos bajo el título de Pido la palabra. Es el mismo nombre que tenía una columna que mantuvo por años el Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa.

 

-¿Y por qué utilizas como epígrafe salmos  y proverbios?

-Generalmente utilizo los que corresponden al día en que debe salir la columna. Leo la Biblia porque me inspira. Y esas citas tienen un profundo sentido espiritual.

 

-¿Eres evangélico?

-No. Soy católico, pero poco practicante.

 

-¿Por qué dejaste Acción Democrática?

-Siempre he sido irreverente. Yo soy admirador de Rómulo Betancourt más que de AD, aunque mi padre me inculcó los valores de la democracia. Participo en las protestas, como todo demócrata, porque esta situación que estamos viviendo afecta a la inmensa mayoría de la población, pero la misma fue generada precisamente cuando los grandes partidos no quisieron escuchar a las nuevas generaciones de dirigentes que se pronunciaban por la renovación de las organizaciones para darle una nueva estructura al país.

-¿Cuál es tu experiencia como dirigente?

-Las intervenciones partidistas fueron un error. Mucho me dolió cuando Gastón Vera le sacó los corotos a doña Dori Parra de Orellana en el partido. Fue una época en que se le cerraban las oportunidades a quienes trataban de emerger mediante el trabajo partidista. A mí me postularon como precandidato a la alcaldía de Iribarren junto a los nombres de Otoniel Escalona y Maritza de Aponte, quien en paz descanse y que fue la candidata que enfrentó a Macario González. Arévalo López recogió más de mil firmas de dirigentes parroquiales y le llevó la postulación al secretario general del partido. Pero, éste tiró la carpeta y dijo que ya todo estaba decidido. Cosas como éstas desestimularon la labor política que venía siendo realizada con gran esfuerzo y entusiasmo. Yo sentí que debía dedicarme plenamente a mi profesión, que la he ejercido como asesor, consultor, proyectista. Soy inspector de obras por contrato.

-¿Qué le hace falta a Barquisimeto?

-Los servicios públicos básicos: agua, luz, cloacas, drenajes, vialidad y transporte..Los servicios son los que elevan la calidad de vida de los ciudadanos. En Barquisimeto el 70 por ciento de los servicios ya han perdido su vida útil. No hay alternativa para el suministro de agua, porque cinco veces se ha anunciado que terminarán las obras de Yacambú-Quíbor, pero están paralizadas y el dinero se lo han robado. Ahora no hay recursos para invertir en ninguno de los servicios porque la situación que tiene el país es muy grave. Uno de los errores mayores del Gobierno fue centralizar las competencias de los organismos regionales. A Hidrolara, desde el 2005, se le quitaron los recursos.

-A diario hay protestas por falta             del gas. La tubería que debía ir de Maporal a El Cují no se terminó y no se pudo hacer la distribución  Lo mismo pasó con el sistema ferroviario.

-¿A qué atribuye la indiferencia de muchas personas sobre las manifestaciones de calle que se hacen todos los días?

-Al temor. Sin embargo, la gente está descontenta. Los cuarenta años de democaracia que tuvimos generaron un sentimiento por la libertad y el ejercicio de los derechos ciudadanos.

-¿Cómo ves esta situación?

-Estamos asistiendo a un parto doloroso. Y como este tipo de alumbramiento tiene que haber sufrimiento. Los pueblos para liberarse necesitan   mártires, como ocurrió en la década del 50 cuando muchos dirigentes tuvieron que exilarse y otros dar su vida, además de presos. Aquí tenemos presos políticos, heridos y muertos porque la lucha que se ha emprendido es para rescatar la democracia y hacer valer la Constitución. No habrá descanso hasta lograrlo.

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