#OPINIÓN Tamakun Hoponopono

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Cuando el doctor Paucho (Pablo Álvarez Yepez) nombró a su hijo Carlos Miguel Álvarez Gutiérrez con el apodo de Tamakun lo predestinó para una vida de héroe civil con misión de aliviar el dolor con la medicina de la bondad.

El doctor Paucho fue un médico que le dio un envión de modernidad a la medicina caroreña e introdujo formas nuevas de participación ciudadana, como por ejemplo la creación del Rotary Club, además de ser protagonista de primera línea en todas las iniciativas culturales propuestas por Juan Martínez Herrera, creador de la Casa de la Cultura y el Orfeón Carora.

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Paucho además era un voraz lector de todo tipo de literatura y seguidor de las aventuras de héroes mediáticos, como fue el caso de Tamakun, el Vengador Errante, una serie de radio realizada en Cuba y que tuvo oyentes en varios de nuestros países, incluyendo Venezuela. Tamakun tenía como tarea aliviar el dolor como manera de mejorar el mundo. Esa precisa misión la tomó para sí Carlos Miguel como médico, en el universo completo de Carora, sin distingo de clase social, edad, religión o raza.

Paucho fue principal sostén profesional de antiguo Hospital San Antonio y fundador de la Maternidad, su obra social fue profunda, sin renunciar nunca a las premisas sociales que le hacían figura estelar de las familias más conservadoras de la ciudad. Casado con Doña Carmen de Gutiérrez, sus hijos heredaron su pasión por el servicio público, redoblado por la condición de ser nietos del maestro caroreño de todos los tiempos, Ramón Pompilio Oropeza.

Quedó así pues investido Tamakun como representante de una zaga donde el linaje familiar y la responsabilidad con lo colectivo se fusionaron de manera perfecta y tuvieron como motor un corazón bondadoso y solidario. Nunca imaginamos quienes fuimos sus amigos de infancia y compartirnos con él toda la primaria y secundaria que Tamakun pudiera sobrepasar, desbordar y engrandecer el legado del doctor Paucho como médico de Carora, pero para orgullo de su padre, su familia y sus amigos, lo hizo y de manera luminosa y gratificante.

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Tamakun fue más allá de los parámetros convencionales de la medicina, fue amigo y confidente de sus centenares o miles de pacientes, protector de sus colegas, guía sabio de sus amigos, esposo, hermano, padre dedicado al vuelo de la tutela amable y silenciosa. Entendió que el secreto de la sanación era el perdón, el erradicar las culpas, el buscar una armonía intima entre la propia conciencia y el sentimiento colectivo. Y para esta comprensión no necesitó de cursos para iniciados en esoterismo ni lecturas sobre filosofía criptica, él entró al Hopomopono sin ruta esotérica, lo hizo por la puerta del amor cristiano y las enseñanzas sencillas de su madre y otras distinguidas damas caroreñas cuya única conexión con el mas allá era la fe en Jesucristo redentor.

Por ello rápidamente Tamakun se convirtió en ser de luz y está sentado en trono de piedra, con la cúpula del templo San Juan como fondo y con la retomada misión de cuidarnos, como maestro sabio que desencarnado se mantiene en vigilia para completar la tarea de sanación física y espiritual que en vida practicó con absoluta entrega.

Tamakun. Dios con nosotros.

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