#COLUMNA El rincón de los miércoles #15Abr

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Las pandemias siempre han existido desde que el mundo es mundo cobrando miles de víctimas a su paso y según Ana María Carrillo Farga, una historiadora de la medicina y una gran experta en estos casos, hay noticias del siglo XVI cuando una peste asoló Venecia matando a decenas de personas. Aunque no se conocía mucho cómo combatirla, los gobiernos decidieron aislamientos de 40 días, que tenían que ver con el tiempo que pasó Jesucristo en su permanencia espiritual en el desierto desafiando la presencia del Demonio a quien le atribuían la pandemia. Además, dice la doctora,  impidieron el desembarco de las naves que llegaban por el puerto. Solo a finales del siglo XIX la ciencia se ocupó del problema descubriendo la presencia de los virus, saltándose la parte religiosa y ordenando las cuarentenas como importantes para ese desigual combate. Con el virus que padecemos hoy –el Corona- se mantiene el criterio de siglos pasados con acuartelamientos y reducción al máximo del tránsito de viajeros. Pienso que las cifras de muertos y contagiados por el Corona, no han sido tan altas, como sucede en países con mayores recursos asistenciales que el nuestro. En ese sentido, se observa un mejor comportamiento de los ciudadanos, y mayor responsabilidad al responder a las instrucciones de las autoridades sanitarias, además de la atención de médicos y paramédicos, con una enorme vocación de servicio público y solidaridad para agradecer eternamente, al igual a los medios de comunicación y sus periodistas, fieles intérpretes de las angustias de las comunidades.  Lo importante ahora es medir las consecuencias de la pandemia y prepararse para el futuro cuando tengamos otras visitas tan mortíferas como estas.

II

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En la Venezuela de hoy nadie gana para sustos. El país, que una vez fue la envidia de muchos, dio marcha atrás en su viaje hacia el primer mundo y empezó a conocer de muy cerca los problemas del tercero cuando la mayoría decidió apostar por un sistema  que le prometía a los ciudadanos mejorar hasta el infinito su calidad de vida, porque los que disfrutaban con la democracia no llegaban a satisfacer sus apetencias de país rico. El resto de  esta historia es hartamente conocida por quienes decidimos quedarnos en lo que llamaron una vez tierra de gracia. El nuevo sistema de gobierno no ha llenado las expectativas del personal, y hoy padecemos de cualquier mal, incluyendo, como es lógico, el llamado Corona Virus, que amenaza con bajar de un tirón el censo poblacional. Como saben, ya son miles los que han abandonado este mundo cruel sin tener tiempo de despedirse. Los que estamos vivos agradecemos al cielo y a la Divina Pastora el detalle, en la seguridad que no hay virus que dure mil años ni país que lo resista, así tenga corona de mil imperios.

 III

Los que todavía peleamos por nuestras vidas en Venezuela, sin embargo, estamos a merced de los malos servicios públicos. Hace más de un año, si recuerdan, sufrimos un descomunal apagón que nos dejó en tinieblas, y a la fecha nadie sabe el motivo por el cual quien tiene a cargo el servicio no ha podido subsanar esa falla a pesar del realero invertido. El Estado tampoco se ha preocupado por preguntar a los administradores del sistema qué hicieron con esos milloncejos que recibieron. En tanto, dos de los presidentes de las empresas eléctricas, que sepamos, viven cómodamente en el exterior, después de abandonar el cargo dejando el país a oscuras. Ninguno de los charleros de la TV toca el tema, ni siquiera Diosdado, Nicolás o Delcy, quienes se nos aparecen casi diariamente en la pantalla chica en franca competencia con los profesionales del medio televisivo.

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IV

Hágase la luz –dijo una voz desde la  profundidad del cosmos. Y la luz se hizo, en un despliegue de espectacular luminosidad… Menos en Venezuela, donde siguen reinando las sombras de una eterna noche.

Luis Rodríguez Moreno

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