#OPINIÓN La muerte de Walter y Asdrúbal (Parte II) #15Jun

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La trágica muerte de mi sobrino Walter aún adolescente y de mi hermano Asdrúbal ya sobre los 80 años, en medio de la tristeza y el dolor, puede enseñarnos mucho. Y es lo frágil que es la vida en este mundo de pecado y la dependencia permanente que debemos tener de Dios y su santo Evangelio, porque nadie está exento de ser víctima de esta intrusa. Mis apreciados, la promesa de inmortalidad y vida Eterna está exactamente pautada para cuando nuestro Señor Jesucristo vuelva por Segunda Vez a esta Tierra, no antes, como lo aseguran los profetas en el Antiguo Testamento y sobre todo, como lo promete el mismo Jesús y los evangelistas más de 25 veces en el Nuevo testamento. Sólo la Palabra de DIOS puede ayudarnos. Puede liberarnos de la ignorancia que nos hace languidecer, padecer y hasta morir en vida, por la pérdida de un ser querido.

Les cuento. Cuando mi abuela Eulogia murió yo tenía como 10 años. Escuchaba decían, que había subido al cielo. Que estaba con Dios. La verdad es que nunca entendí esa afirmación. Luego tuve una pasantía de varios años jugando béisbol y recibiendo instrucción religiosa en la Escuela Hogar Corazón de Jesús del Padre Ramos y el tema de la muerte seguía la misma norma, que mi abuela estaba en el cielo. En sexto grado había algo de Dios que me llamaba la atención y visité el Seminario la Divina Pastora. Fluctuaba en mí un ideal religioso, pero hubo situaciones que me apartaron de allí.

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Cuando muere mi hermano Hamurabi en un accidente de tránsito ya tenía 17 años, cursaba 4º y 5º años de humanidades en el otrora glorioso Liceo Lisandro Alvarado y ya me había sumergido en las profundidades ideológicas del humanismo, que más tarde me llevó por las concepciones marxistas-leninista. Me capturó la mal llamada Teología de la Liberación y este concepto de la muerte, que debería estar más claro por las concepciones filosóficas-ideológicas, me confundía aún más. Así es el filósofo, tiene una inclinación de complicar más el conocimiento con más conocimiento, con un ideal confuso que nadie entiende. Por lo cual no me dejó nada para enfrentar los tremendos retos que me esperaban en la vida. En especial el de la muerte.

Cuando muere mi padre, ya adulto, estaba como molesto. Frustrado. ¿Cómo va a ser posible que pa’ muera precisamente en el momento que recibía de sus hijos (Especialmente Waldo) lo mejor? ¿Cómo se iba a morir mi viejo, cuando estaba cosechando lo mejor de su vida? ¿Después que luchó tanto para levantar una familia de 13 hijos, cuatro hembras y nueve varones se iba a morir? Tenía, desde el punto de vista material todo. Casa, carro nuevo, una acción en el Club de Golf. Su partida de bolas criollas, de dominó y su Wiskisito 18 años, de vez en cuando a que Valoy. Sus viajes al Guataparo, al Lagunita Country Club, Isla de Margarita en avión y donde quiera que organizaron un torneo de golf. Y en lo espiritual, el amor, el respeto y la admiración de su esposa y de una familia que crecía y crecía en todo sentido. ¿Cómo se iba a morir? ¿Para dónde iba a ir? Y volvía a escuchar lo mismo…al cielo. No entraba en mi mente… No lo entendía. Preguntaba a los religiosos, pero no me lo demostraban con la Palabra de Dios en la mano. Partían de hechos eclesiásticos establecidos por hombres falibles y pecadores o de tradición familiar y religiosa. Eso me causaba mucha angustia… Necesitaba algo más. Que el mismo Dios me enseñara. Seguiremos hablando sobre el tema.

¡Hasta la semana que viene DIOS mediante por la WEB!

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William Amaro Gutiérrez

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