El poblado de Cabudare no fue fundado #27Ene

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Esta importante población del estado Lara, y encrucijada de caminos, no tuvo fundación hispana, ni tampoco un poblamiento por decreto

Cabudare no tiene 200 o 300 años de fundado o establecido, tal como muchas personas creen o han asentado en libros y manuales. Investigaciones y documentos ya han demostrado que este hermoso y pujante territorio no dispuso de fundación hispana como El Tocuyo o Caracas, aunque el debate latente ya es suficientemente esbozado, pero no agotado, porque las páginas de la historia se escriben a diario.

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Las fundaciones hispanas fueron un acto oficial, se registraron en actas, que eran documentos formales, y en aquella remota época, un escribano dejaba testimonio escrito del poblamiento, con definición de los límites, identificándolos, en donde también se nombraba a un juez poblador quien coordinaba todas y cada una de las acciones a seguir para que el acto se inmortalizara.

El poblamiento es un acto espontáneo, en donde los vecinos ocupan un espacio para satisfacer fines, en primer lugar, materiales, pero también propósitos espirituales, caso específico, el de Cabudare, que desde 1811, un grupo de notables vecinos, habían estado solicitando con pertinacia, ante las autoridades oficiales de Barquisimeto y Caracas, “para que se dotara al sitio (de Cabudare) de una casa de oración”.

Pero qué ocurrió: en 1793, don Juan José Alvarado de la Parra, rico propietario del Valle de Turbio y alférez real del Cabildo de Barquisimeto (Realista), por sugerencia del obispo de Caracas Mariano Martí, solicitó permiso ante el despacho diocesano de Caracas, con el propósito de construir un espacio adecuado “para el cultivo de la fe” y así fue otorgado.

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Pero no se construirá este hermosísimo oratorio bajo la advocación de Santa Bárbara, sino cuatro años después, en 1797.

Fue entonces cuando los habitantes del sitio de Cabudare comenzaron a congregarse los domingos y días de fiesta, en el oratorio, primer templo de la comarca.

No obstante, el horrendo suceso del 26 de marzo de 1812 hizo sucumbir el oratorio reduciéndolo a simples ruinas, y de seguida tanto los vecinos como la familia Alvarado de la Parra, levantaron un tinglado de techo de tamo y paredes de bahareque, para proseguir con el culto al Señor, pero no lograron la misma receptividad, lo que implicaba que la gente debía trasladarse hasta la iglesia de Santa Rosa, cuando los ríos Turbio y Claro no estaban crecidos.

Asiento de grandes acontecimientos

Cabudare tiene el privilegio de ser asiento de acontecimientos inmemoriales. A ese pequeño poblado arribó Simón Bolívar antes de visitar Barquisimeto, reencontrándose con el general zuliano Rafael Urdaneta.

El 10 de noviembre de 1813, entra a Cabudare antes de confrontar las tropas de los realistas Ceballos y Oberto en la aciaga batalla de Tierritas Blancas. En el lugar, Bolívar y sus generales trazaron las estrategias para salir al encuentro de Tierritas Blancas o conocida también como la Batalla de Barquisimeto, en donde participarían los nuevos agregados al ejército: Cristóbal Palavecino y José Gregorio Bastidas, ambos vecinos de la localidad. 

El Libertador pasa revista a las filas republicanas en la fronda del histórico jabillo real que hoy es patrimonio de la ciudad, aunque el lugar ostenta la desdicha del desprecio y el abandonado inmisericorde de las autoridades locales.

Rafael María Baralt narra que «Desde allí (desde Cabudare) se descubría el sitio llamado El Campamento, que es una gran casa situada en el extremo oriental de la ciudad (de Barquisimeto). Para subir a aquel punto, era preciso, yendo por el camino real, sufrir los fuegos del enemigo, pero Bolívar observó que semejante inconveniente se podía evitar tomando la vereda de Tierrita Blanca, que desde Cabudare conduce al camino que va de Santa Rosa a Barquisimeto. Por ese atajo dispuso subir a la mesa en donde estaba situada la ciudad y sin esperar los cuerpos que deberían reunírsele por retaguardia, marchó sobre el enemigo sin obstáculo hasta ponerse bajo sus fuegos».

El cronista Eliseo Soteldo añade que las fuerzas republicanas disponían de 1.200 hombres de infantería, algo más de 100 integraban la caballería y disponían además de dos piezas de artillería.

«El enemigo era muy superior y en todas las armas tenía 2.000 hombres de infantería, 500 de caballería y 9 cañones».

Un revés inesperado cuando el Libertador estaba ganando la batalla, generó desorden en las tropas republicanas: el toque de corneta: uno, diez y seis, (que significaba: retirada) se dejó escuchar, cesando el encarnizado fuego para emprender el repliegue, que fue aprovechado por Francisco Oberto, uno de los comandantes realistas más aventajado, y ningún esfuerzo de Bolívar y Urdaneta, evitó la derrota.

Señala Soteldo que los derrotados tomaron el camino de Cabudare, y fueron salvados de la mortal persecución por la oportuna llegada al sitio de Tarabana, del Escuadrón Dragones de Rivas Dávila, comandado por Cristóbal Palavecino.

El 27 de enero

En la segunda quincena de noviembre de 1817, los vecinos del sitio de Cabudare recibieron la buena nueva, que estaba pronto a erigirse la creación de la Parroquia Eclesiástica y la construcción de su templo mayor.

El 27 de enero de 1818, que es la antesala inmediata a la creación de la Parroquia Religiosa, tiene el significado de ser el día en donde los fieles, los vecinos, suscribieron un documento con el propósito de dejar por sentado que se congregaron en un solar de Cabudare, para definir la construcción del templo matriz, la plaza mayor, y en torno a estas, proseguir con el crecimiento de la futura ciudad, más allá de las consecuencias legales que ello pudo generar y que generaron, porque el mando del general realista Pablo Morillo, se apersonó a esta tierra y ordenó cerrar las pulperías, pero ya Cabudare había nacido.

Según rigurosa investigación del recordado historiador Taylor Rodríguez García, excronista del municipio Palavecino, ese día, 27 de enero, igualmente, se delimitó lo que sería el casco urbano, separándolo de los solares productivos como El Carabalí, Bureche, El Mayal. Se habló también de la edificación de las sedes de los servicios públicos, y es que éramos tan pequeños, que el primer columbario o cementerio, estuvo ubicado en las márgenes de la hoy Escuela Valmore Rodríguez. 

Pese a los anhelos de los cabudareños de ser reconocidos como pueblo, en 1826, los comerciantes de Barquisimeto actuaron, tras bastidores, para que Cabudare no alcanzara la jerarquía de pueblo. 

Es así entonces como Cabudare surgió, entre la Capilla Santa Bárbara y el templo matriz San Juan Bautista, bajo la advocación de la Virgen de La Candelaria.

Los límites de ciudad

El Boletín del Centro de Historia Larense de abril, mayo y junio de 1944, cita que los vecinos de Cabudare se reunieron el 27 de enero de 1818, con “la junta plenaria” integrada por el doctor Juan de Mujica, cura de Santa Rosa, los dos curas de Barquisimeto, presbíteros bachiller Sebastián Bueno y José Antonio Meleán, el Alférez Real Juan José Alvarado de la Parra y el padre Andrés Torrellas, que rubricó el acta de demarcación «ordenada por el señor gobernador de este obispado, procedimos a reconocer el terreno que debía desmembrarse –de Santa Rosa- para la creación de la nueva parroquia».

Al final del documento se acentúa que esta «será la extensión parroquial del nuevo curato de Cabudare y sus límites, los mismos que quedan mencionados, en cuya operación no manifestaron oposición alguna los señores curas y se conformaron en todo con la expresada demarcación».

Seguidamente -dice este valiosísimo pergamino-, procedemos a la demostración y reconocimiento del terreno en que debe fundarse la Iglesia Parroquial del enunciado curato, casa pública para la instrucción de la juventud, y casa para la habitación del cura, y determinamos que el terreno situado al frente de don Miguel Bernal, hacia la parte del norte, en posesión de Los Ordoñes, es el más propósito y capaz para fundación.

En el sitio se clavó una cruz como señal de que allí se instalaría el poder religioso y así quedó escrito y firmado, el 27 de enero de 1818.

Decir lo contrario a lo expuesto ameritaría nueva investigación, y porque no, que se abra el debate entonces, dado los métodos históricos son flexibles, por tanto, bienvenidos a este formidable debate que hemos asumido con pasión.

Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y escritor

[email protected]

IG/TW: @LuisPerozoPadua

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