Nos conocimos cuando, en su desbordada pasión, se venía desde Caracas en una moto hasta Barquisimeto a encontrarse con su adorada pasión: Xiomara. Tanto él como ella fueron muy originales. Ella se hizo señorita a muy tierna edad, antes de los doce años; Él, muy muchacho, actuaba como un hombre. Todo se consagró cuando se vieron. Luis se acerca para hablarle; Xiomara, encantada de conocerle, desde ese mismo instante demostró haberse prendado de él. Ella se la trajeron para Barquisimeto y desde entonces el motivo de cubrir el trayecto en moto Caracas-Barquisimeto se hizo rutina. Luis no podía estar sin verla y Xiomara, encantadísima, alimentaba su pasión con los viajes de Luis a Barquisimeto. Los dos muy jóvenes tenían que superar las contradicciones que por parte de la familia de la amada, que propiciaban su rechazo, se presentaban a cada momento. La solución, el matrimonio; a pesar de ser adolescentes, se casaron. Desde entonces la felicidad convivía con ellos. Vinieron los hijos: Alfredo, Alexander y Alejandro. Desde su unión siempre fueron el uno para el otro.
Desde siempre, el laborioso que hacer de Luis fue todo entero para su hogar. Hicieron una familia feliz. Nunca discreparon. El fue todo para ella y ella todo para él. El hogar era todo un centro de entendimiento; crecieron los hijos y cada cual hizo su vida dentro de la mayor armonía, tenían la escuela de sus padres. Los años se sumaban a su unión y la felicidad había hecho nido entre ellos. La adversidad comenzó por los malestares que padecía Luis. Sin embargo, Luis nunca flaqueó. Un día en el cual los dos se apoyaban conjuntamente en sus hombros, Luis dejó de respirar. Y Xiomara, desde entonces, sin su Luis, viéndose sola ha tenido que encarar la vida. La felicidad con uno de los participantes solamente, se ha desbaratado, faltando el otro participante la felicidad se ha ido. Xiomara con sus hijos y sus nietos, como sucede siempre cuando falta uno de la pareja, sola en su hogar se encarga de hacer la vida, pese al sufrimiento, llevadera.
Carlos Mujica
